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Sandra Díaz, investigadora superior del Conicet, recibió un prestigioso galardón junto a otros a dos colegas del mundo. Creó un catalogo inédito para entender las consecuencias del cambio climático.
Foto: Prensa Conicet
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación ha sido otorgado en su 13ra. edición a los ecólogos Sandra Díaz, investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET-UNC), Sandra Lavorel investigadora del Laboratorio de Ecología Alpina en Grenoble, Francia, y Landcare Research, en Lincoln, Nueva Zelanda y Mark Westoby, investigador de la Universidad Macquarie en Sidney, Australia, por “ampliar el concepto de biodiversidad”, a través de “su trabajo pionero para descubrir, describir y coordinar la medición de las características funcionales de las plantas”.
De manera independiente y también colaborando, los galardonados centraron su investigación en relacionar la función de cada planta en el ecosistema con rasgos físicos medibles, como la altura, el tipo de hojas o el tamaño de sus semillas. Identificaron así patrones en la diversidad funcional de las especies, a nivel global. El catálogo de estos rasgos funcionales se ha convertido hoy en una gigantesca base de datos, alimentada y usada por investigadores de todo el mundo para, por ejemplo, modelizar el impacto del cambio global en los ecosistemas, y buscar la forma de mitigarlo.
“Las bases de datos cada vez más amplias (sobre rasgos funcionales de las plantas) están cambiando nuestra capacidad de predecir las consecuencias del cambio climático, tanto para la diversidad como para la función de nuestros ecosistemas”, explica el acta del premio.
La llamada ‘ecología de los rasgos’ que han impulsado los tres galardonados “está mejorando el diseño y la eficacia tanto de los esfuerzos de conservación de la biodiversidad, como de los modelos predictivos de ecosistemas”, añade el jurado, cuyos miembros han sido designados conjuntamente por la Fundación BBVA y el CSIC.
Por todo ello, y como expresa la Fundación BBVA, el jurado considera que Díaz, Lavorel y Westoby han logrado “aportaciones extraordinarias a la descripción y preservación de la complejidad de la vida en la Tierra”.
TRY: Una base de datos de 200mil especies de plantas y 12 millones de entradas
El éxito de la iniciativa superó con creces las expectativas: actualmente, la base de datos llamada TRY –en inglés “intento”, una referencia a las dificultades que sus promotores contaban con afrontar– contiene 12 millones de entradas, reflejando la diversidad de rasgos funcionales de unas 200.000 especies de plantas.
“La ecología de rasgos funcionales ha permitido a los ecólogos realizar mediciones estandarizadas y comunes de las funciones de las plantas en todos los ecosistemas de la Tierra”, según el jurado del premio, quien reconoce el valor de esta herramienta.
Las plantas llevan a cabo funciones clave en el ecosistema, como fijar carbono, obtener nutrientes y acumular biomasa. Ahora, gracias a la base de datos TRY, los investigadores pueden estimar cómo de eficientes son las plantas en estas y otras tareas, atendiendo a sus características físicas.
Uno de los hitos de su colaboración fue una publicación en 2016, en la revista Nature, titulada The global spectrum of plant form and Function, en la que por primera vez se abordó una clasificación de la biodiversidad funcional atendiendo a seis rasgos físicos. Estos rasgos están relacionados sobre todo con el tamaño de las plantas y sus componentes, como las semillas, y con la llamada “economía de las hojas”. Tal y como explica Westoby, hay hojas que capturan la luz “de forma muy ‘barata’, es decir, que capturan mucha luz con respecto a la inversión de recursos, pero la hoja no vive durante mucho tiempo; y también hay hojas relativamente ‘caras’, con un bajo nivel de rendimiento con respecto a su inversión pero que sobreviven durante mucho más tiempo”.
Para Sandra Díaz, el gran catálogo global de formas y funciones expuesto en 2016 es “la primera foto de la diversidad funcional de las plantas vasculares en la Tierra”. En el fondo se trata de entender los mecanismos que determinan el funcionamiento de cada ecosistema, como señala Westoby: “Los ecosistemas son máquinas en las que los engranajes y las palancas son especies, y por tanto al comprender cómo funcionan los componentes de la maquinaria, podemos comprender y predecir mejor las consecuencias de cualquier tipo de cambio en el medio ambiente, incluyendo la presión de la actividad humana”.
El cambio climático y la necesidad de actuar con urgencia
Entender la función de cada planta, y poder modelizar por tanto cómo cambiará el ecosistema en función de los cambios ambientales, es un tipo de conocimiento clave para la conservación. “Las especies no están desapareciendo de manera aleatoria”, dice Díaz, “algunas especies se ven más afectadas que otras, porque tienen rasgos funcionales que las hacen más vulnerables. Nuestro trabajo ayuda a identificar cuáles son, y lo que perdemos cuando estas especies desaparecen, en términos de propiedades del ecosistema y beneficios para las personas. Nuestro trabajo resalta cuán inextricables son nuestras conexiones con el resto de los seres vivos”, concluye Díaz.
Ante la dramática pérdida actual de biodiversidad, los tres galardonados han resaltado la necesidad de actuar con urgencia. “El funcionamiento del tapiz de la vida en la Tierra, del que todos formamos parte, está amenazado, y no podemos tener un futuro razonable sin él”, ha advertido Sandra Díaz. “No es demasiado tarde para actuar, pero la ventana de oportunidad se cierra rápido, lo que hagamos en las próximas décadas será determinante”.
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