¿Qué cambió a 20 años del ataque del 11S?
Cuatro expertos en política internacional contaron a Unidiversidad qué se modificó después del primer atentado terrorista sufrido por EE. UU. en su territorio. Desinterés por América Latina.
La denominada Zona Cero, después de perpetrado el atentado del 11S, el primero que sufrió EE. UU. en su territorio. Foto: David Mark en Pixabay
El 11 de septiembre de 2001, los ojos del mundo se posaron en Estados Unidos, que por primera vez en su historia sufrió un atentado terrorista, en el que murieron 2983 personas. A veinte años del ataque, cuatro profesionales consultados por Unidiversidad coincidieron en los cambios que se produjeron: un debilitamiento de la hegemonía de EE. UU. y la aparición de otros actores, como China y Rusia; una nueva dinámica del conflicto, en la que el enemigo ya no es un estado, sino grupos terroristas, y donde los combates ya no se libran en un campo de batalla, sino en las ciudades, en medio de la vida cotidiana; una mayor radicalización; un incremento de ataques en países aliados, como Gran Bretaña y Francia, y un desinterés por América Latina.
Los especialistas en política internacional Mario Guerrero, Julio Aguirre, Marcelo Zanettini y Augusto Grilli Fox también coincidieron en su visión sobre la reciente salida de EE. UU. de Afganistán. Subrayaron que es el último fracaso de una estrategia errónea de 20 años y explicaron las razones: no desactivaron el movimiento talibán –al contrario, negociaron con él–, no sentaron las bases de una nueva organización política y sus habitantes viven peor, ya que esta decisión significa un retroceso para el pueblo en general y para las mujeres en particular.
La mañana del 11 de septiembre de 2001, un grupo terrorista liderado por Osama Bin Laden secuestró cuatro aviones comerciales que tenían como destino distintas ciudades. Estrelló las naves contra distintos objetivos en Nueva York (las torres gemelas del World Trade Center), Washington y en Pensilvania, lo que provocó la muerte de 2983 personas, además de centenares de heridos.
El atentado produjo una respuesta de EE. UU. y sus aliados. Aquí, el análisis de cuatros profesionales sobre qué cambió a veinte años de ese ataque.
Atentado: de causas y efectos
Antes de hablar de efectos, los profesionales subrayaron la necesidad de hablar de causas, es decir, el escenario mundial anterior al atentado, que explica –en parte– la razón de la masacre.
Zanettini, miembro de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), dijo que los problemas actuales en Medio Oriente fueron –y son– consecuencia de los errores de Occidente que, luego de las guerras mundiales, dibujó la geografía de la zona y los límites de los países sin tener en cuenta etnias, religiones ni culturas.
El profesional también explicó las causas en relación con la guerra contra Afganistán. En 1979, explicó, triunfó la Revolución Islámica en Irán, lo que marcó la aparición del Islam como un actor político internacional. En Afganistán (que limita con Irán) asumió un gobierno comunista y la entonces Unión Soviética invadió el país para sostener ese gobierno; la guerrilla extremista islámica resistió con el apoyo de EE. UU., que le brindó entrenamiento, fondos y armas. Diez años más tarde, los soviéticos se retiraron derrotados, se instaló el gobierno talibán, se concretó el atentado de 2001, EE. UU. invadió el país, asesinó a Bin Laden e inició la guerra con el objetivo de luchar contra la misma guerrilla que ayudó a formar y para sentar las bases de una nueva organización política. Veinte años después, se retira sin lograr ninguno de sus objetivos.
Nueva dinámica del conflicto
Aguirre, director de la carrera de Ciencia Política y Administración Pública de la UNCUYO, explicó que el atentado y la respuesta a este marcó la consolidación de una nueva dinámica y geografía del conflicto internacional. Esto–comentó– se materializó en el fin de la bipolaridad entre EE. UU. y Rusia en cuanto a la supremacía que existió hasta los 90; en la privatización del conflicto, y en un enemigo que ya no son naciones o estados, sino grupos terroristas ligados a extremistas religiosos que amenazaban el poderío de EE. UU. Además, como estas redes estaban dispersas por distintos países y ciudades, la guerra se trasladó del tradicional campo de batalla a las calles de las ciudades, en medio de poblaciones, lo que provocó una “militarización” de la vida cotidiana.
Guerrero, profesor en la cátedra de Relaciones Internacionales en la UNCUYO, dijo que el atentado reconfiguró el accionar y la forma en la que EE. UU. pensaba el mundo, lo que produjo, según su visión, dos consecuencias. La primera fue el fin de su supremacía, de la unipolidaridad de la que gozó durante décadas como impulsor de todas las políticas internacionales; la segunda fue que justificó su intervención y proyección hacia donde antes no había llegado con su gran poderío, específicamente Medio Oriente.
Para el comunicador y analista Grilli Fox, los cambios sustanciales se generaron en materia de seguridad bajo el impulso de la “amenaza terrorista”, de la inestabilidad que eso significaba, lo que dio paso a una perspectiva diferente. Explicó que, para los y las ciudadanas del mundo, eso se tradujo en una forma distinta de viajar, con protocolos estrictos en aeropuertos, al interior de los aviones, en requisas y con distintas restricciones.
Zanettini no vislumbró ningún aspecto positivo a 20 años del atentado y enumeró las cinco consecuencias que, a su entender, dejó el proceso. La concepción del terrorismo global y las estrategias para combatirlo; más ataques hacia países aliados europeos como Francia e Inglaterra; un enorme desprestigio para EE. UU. en cuanto al aspecto militar y estratégico; una derrota en la llamada “guerra contra las drogas”, ya que Afganistán incrementó la exportación de su producción de amapola, materia prima de la heroína, entre otras; por último, no haber implantado ni siquiera la semilla de una visión política diferente en Afganistán, lo que significa peores condiciones para sus habitantes, en especial para las mujeres.
El profesional subrayó que, a 20 años del ataque, existe un gran enfrentamiento inter e intrarreligioso, y una mayor radicalización. En este sentido, subrayó que el Islam es una religión de paz y que quienes actuaron fueron grupos radicalizados, minoritarios, pero con gran impacto, ya que su concepción de la muerte los lleva, por ejemplo, a convertirse en “personas-bomba”.
Última escena de un fracaso
Los cuatro analistas coincidieron en asegurar que la situación de Afganistán al momento de la retirada de las tropas de EE. UU. es mucho peor que cuando lo invadieron. Aguirre la definió como el último acto de un proceso que fracasó.
El profesor de la UNCUYO recordó que Afganistán fue el primer lugar al que EE. UU. llegó para buscar a quienes perpetraron el atentado del 11S. Recalcó que, si bien los talibanes no fueron un invento de esa potencia, su capacidad de emerger y su poderío están directamente relacionados con el apoyo que le dio para enfrentar la guerra contra la ex-Unión Soviética.
El analista Grilli Fox dijo que la retirada acordada fue un condimento más, que puso en jaque el rol protagónico de EE. UU. como cabeza de políticas internacionales. Dijo que esto no solo tiene que ver con estrategias militares, sino con lo económico: la guerra de 20 años costó más de un billón de dólares, lo que se agrava con la etapa pospandemia, ya que se calcula que el país está generando una deuda de siete billones de dólares con el objetivo de reinventar su matriz estructural.
Desinterés por América Latina
Otro aspecto en el que coincidieron los analistas fue que el atentado y los 20 años siguientes marcaron un desinterés de EE. UU. sobre América Latina. Una situación muy distinta a la del contexto de la guerra fría entre las décadas del 60 y el 80, cuando, para evitar que el comunismo se extendiera en el continente, apoyó golpes de Estado, lo que cambió con la instalación de los procesos democráticos en la región y se profundizó con el atentado del S11, porque enfocó su poderío en Asia.
Aguirre explicó que los cambios en la geopolítica internacional relegaron a una situación de irrelevancia a la región en la agenda de EE. UU. Dijo, que salvo por el tema del narcotráfico, en especial de México y Colombia, pasó a ser una relación basada en los aspectos diplomático y comercial.
Guerrero compartió esa mirada y aportó un dato extra. Comentó que, salvo alguna intervención en la situación de Venezuela y países de América Central, EE. UU. simplemente dejó de mirar a la región, salvo por los tratados de comercio que impulsó, algunos de los cuales fracasaron (ALCA), mientras que otros se concretaron (Nafta).
Para Zanettini, EE. UU. se enfocará en una nueva guerra en la región, pero esta vez será blanca y comercial, y el enemigo será quien le disputa supremacía mundial. Por eso, dijo que intentará trabar el avance de las inversiones chinas, por ejemplo, para evitar que provea la tecnología 5G en los países de América Latina.
Grilli Fox compartió esta idea de que EE. UU. proyectará nuevas estrategias y objetivos para la región, para contrarrestar el avance comercial tanto de China como de Rusia. A esto sumó la posibilidad de que impulse algunas políticas medioambientales con especial foco en Brasil, teniendo en cuenta que forman parte de la agenda del actual presidente Joe Biden.
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