Paola González, madre de una de las víctimas de abuso en el Instituto Próvolo, dijo que cada paso del proceso judicial que comenzó en noviembre de 2016 para determinar qué pasó en el Instituto Próvolo tiene un impacto en el seno de su familia. Sin embargo, aseguró que siguen adelante, porque es la única forma para que su hija y todos los exalumnos logren justicia.

González fue una de las madres de los exalumnos del Próvolo que se concentraron el martes 9 de octubre en Tribunales para reclamar asistencia estatal y para protestar por la decisión de los jueces de la Primera Cámara del Crimen que le otorgaron la modalidad de prisión domiciliaria a la religiosa Kosaka Kumiko, acusada de participación primaria en los abusos y de corrupción de menores.  

“Les arruinaron la vida a nuestros hijos, han destruido a un montón de familias. Por eso, seguimos luchando para encontrar justicia”, fueron las palabras de la mujer.

González aseguró que la decisión de los jueces de otorgar la modalidad de prisión domiciliaria a Kumiko fue para las familias de los exalumnos una burla, especialmente porque los informes psicológicos y ambientales que usualmente se solicitan para otorgar esta posibilidad resultaron todos negativos.

Pese al reclamo y a la indignación que esto produjo, Paola aseguró que seguirán adelante, porque el objetivo es lograr justicia para los chicos y chicas que sufrieron abusos en el interior del Próvolo y que nunca fueron escuchados por las autoridades.

La mujer explicó que los chicos siguen siendo revictimizados. Contó que, por ejemplo, su hija se preparó cuatro veces para declarar, con todo lo que eso implica a nivel psicológico, pero que hasta ahora no pude hacerlo debido a las constantes presentaciones de los defensores de los imputados que frenaron la realización de las testimoniales.  

Próvolo: Los hechos ocurrieron, las víctimas no mienten

Lo dijo ante un grupo de víctimas y familiares el fiscal que lidera la investigación por los abusos en ese Instituto, Gustavo Stroppiana. El reclamo al procurador por la prisión domiciliaria de Kumiko y por la falta de asistencia.

Primeras señales de alarma  

Paola González contó que su hija asistía al Instituto Próvolo y que notaron cambios en su conducta, pero cuando advertían la situación a las autoridades del instituto, la respuesta fue siempre parecida: que los niños y niñas tenían trastornos de conducta, pero que no se debían a un problema en el lugar. La mujer explicó que ni ella ni el resto de las familias imaginaron que esos cambios de conducta podían estar relacionados con los abusos, de los que supieron cuando los exalumnos se animaron a hablar, sobre todo, a partir de la apertura de la causa judicial.

Según esta madre, pese al impacto que significa cada paso del proceso en el seno de su familia, existen aspectos positivos para destacar. El más importante es que la pequeña ahora va a una “escuela de verdad”, porque aunque en el Próvolo era considerada una muy buena alumna, salió de allí sin saber leer ni escribir. Ahora, inició el proceso educativo "de verdad" y aseguró que eso es una alegría en medio de tanto dolor.