Sólo con lo puesto, sin saber a quién recurrir, sin esperanzas, pero con una certeza, una decisión: no volver, bajo ninguna circunstancia, a ser agredidas. Así es como suelen llegar las mujeres víctimas de la violencia de género a los refugios de la provincia. La mayoría, además, con sus respectivos hijos e hijas. Según la directora de Género y Diversidad de la provincia, Silvina Anfuso, la ocupación de estos hogares es en promedio del 60 %.

Son 12 los refugios para víctimas de violencia de género que hay en toda la provincia de Mendoza: un hogar provincial, uno en Santa Rosa, otro en Guaymallén, uno en Malargüe, otro en General Alvear, uno en San Rafael, en Tunuyán, en Godoy Cruz, uno perteneciente a la Fundación Sobran Motivos, dos pequeños en San Carlos y uno en Las Heras. Las capacidades varían: en algunos entran 15 personas, en otros, 30, y en una minoría, cuatro o seis. Anfuso explicó que, teniendo en cuenta que a veces estos lugares están llenos, que en otras ocasiones hay pocas personas y que es inusual verlos vacíos, el promedio de la ocupación de los refugios es del 60 %. Cabe aclarar que en los 12 hogares se recibe tanto a las mujeres como a sus niños y niñas, quienes son frecuentemente también víctimas de la violencia machista.

Anfuso destacó que fue con la gestión del actual gobernador, Alfredo Cornejo, con la que se inauguró, en junio de 2017, el primer refugio completamente financiado por el Estado, pero no fue el primero que hubo en la provincia. La necesidad de un refugio para mujeres violentadas por el sólo hecho de ser mujeres era histórico y la primera respuesta a la sociedad en este sentido no vino de la mano del Estado –que tiene el rol de garantizar los derechos de las personas–, sino de tres mujeres comprometidas con esta causa.

Se trata del refugio de la Fundación Sobran Motivos, creada por Soledad Benegas, Clara Sánchez Egea y Belén Real en 2012. Les llevó un año poder instalar el hogar y ya han pasado más de 1000 personas –entre mujeres, niños y niñas– por él. Aunque en 2015 debieron cerrar el refugio por la imposibilidad de mantenerlo, en 2016 –luego de los tres femicidios en septiembre y a través de un convenio con el área que dirige Anfuso– pudieron ponerlo en funcionamiento nuevamente.

Estos refugios tienen un objetivo específico: darles un espacio a las víctimas, brindarles todo lo necesario (desde ropa hasta ayuda psicológica y asesoramiento jurídico) y, por sobre todas las cosas, dar la posibilidad y las herramientas para que la mujer pueda rearmar su vida. Es que, como demuestran los casos concretos, una de las primeras formas de violencia de género es aislar a las mujeres de su entorno.

Es por eso que existen protocolos que se van editando de manera permanente, ya que cada caso es particular y siempre surgen nuevas necesidades. Una de las estipulaciones de ese protocolo es que se recomienda que las mujeres, junto a sus hijos e hijas, no pasen más de tres meses en el refugio, ya que no es conveniente permanecer en esa situación, sin ninguna otra posibilidad, durante más tiempo. Sin embargo, Anfuso explicó que los protocolos no son expulsivos, sino que constituyen una guía, y que hay casos en los que las reglas deben flexibilizarse debido a lo complejas que pueden ser algunas situaciones.

Aunque no hay una cifra concreta de las personas que han pasado por el refugio provincial, Silvina Anfuso aseguró que, desde que se abrió, no ha pasado un sólo día sin que hubiera al menos 20 personas.

Si sos víctima de violencia de género, por favor, no dejes de llamar al 144.