¿Por qué nos tatuamos? El cuerpo como lienzo autobiográfico
Unidiversidad dialogó con la psicóloga Bibiana Vangieri, estudiosa de los tatuajes, sobre cómo las personas, a través de ellos, intentan plasmar una experiencia dolorosa, demostrar la pertenencia a un grupo, seducir o elaborar pérdidas.
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Tribales, realistas, geométricos o góticos, negros o de colores. Hay tantos tatuajes como personas en el mundo y a cada una de ellas la motiva algo distinto. Unidiversidad dialogó con la psicóloga Bibiana Vangieri, estudiosa de los tatuajes, las perforaciones y las escarificaciones, sobre cómo las personas, a través de estas marcas, intentan plasmar una experiencia dolorosa, demostrar la pertenencia a un grupo, seducir o elaborar pérdidas. ¿Tatuarse es terapéutico?
El tattoo son una práctica que, aunque realizada de maneras diferentes, existe hace miles de años. Fue utilizado en múltiples culturas para demostrar poder, madurez, valentía, etcétera. Actualmente, son muchas las personas que deciden marcarse el cuerpo por el resto de su vida con un dibujo, el logo de una banda, la cara de un ídolo o ídola, el escudo de un club de fútbol o el nombre de un ser querido.
¿Por qué nos tatuamos?
El tatuaje es muy antiguo, ha cumplido distintas funciones a lo largo de la historia y, al tratarse de distintas expresiones de distintas situaciones, siempre tiene que ser descifrado en la singularidad de cada persona, por lo que las motivaciones no pueden generalizarse. Si bien pueden tener muchísimos sentidos, hay casos en los que sí tienen significados específicos, como los tatuajes carcelarios, comentó la escritora del libro Tatuajes, perforaciones, autolesiones, fenómenos psicosomáticos, acontecimientos de cuerpo y su relación con la época.
Los tattoos pueden cumplir funciones asociadas a cuestiones culturales y simbólicas, como demostración de pertenencia a un grupo o tribu, por ejemplo. Pueden también estar ligados a lo imaginario, a lo estético, a la seducción o a la horrorización.
En estos casos, dijo la psicóloga, interviene la importancia de la mirada del otro. “Esto pasó cuando vinieron a colonizar América: llegaron y vieron que las mujeres estaban todas tatuadas, con los cuerpos pintados, y eso generaba un impacto ante la mirada de otros”, comentó. La visibilidad o la ausencia de ella es algo que se pone en juego en torno al tatuaje, además del diseño elegido. La mirada del otro u otra cobra protagonismo porque puede ser un punto de satisfacción. Hay casos en los que la persona desea verse el tatuaje fácilmente y que los demás también lo hagan, y otros que prefieren hacerlo en zonas más íntimas y elegir ante quién dejarlo a la vista.
La psicóloga señaló que, a través de esta práctica, muchas veces lo que queda plasmado en el cuerpo tiene que ver con lo no dicho, con una vivencia que no logra pasar a la vía de la palabra, como un intento de inscribir esa experiencia. Otros tatuajes surgen por acontecimientos que marcan un antes y un después en la vida de la persona, como la muerte de un ser querido.
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Elaborar una pérdida
Cuando el tatuaje surge como intento de elaborar una pérdida, explicó Vangieri, es necesario que ese evento sea procesado en lo psíquico, ya que no basta dejar algo impreso en el cuerpo para tramitar algo sino que la experiencia debe pasar por el psiquismo.
En este sentido, la especialista explicó que el tatuaje no es terapéutico. “Puede ser trabajado a la luz de un espacio terapéutico, pero no es que la práctica en sí lo sea. Tiene que haber una elaboración, si no, queda en lo real del cuerpo, pero no pasa por lo simbólico”, afirmó.
El tatuaje en la adolescencia
En la adolescencia, etapa caracterizada por el crecimiento físico y el desarrollo psicológico, suelen surgir los tatuajes para cumplir diversas funciones, comentó la psicóloga. En esos años, chicos y chicas pueden percibir sus nuevos cuerpos como algo extraño, por lo que tienen que apropiarse de ellos.
Vangieri explicó que las y los adolescentes se pueden tatuar por diferentes motivos. Uno puede estar relacionado al intento de ir dándole forma a ese nuevo cuerpo. Ella habla de "intento" porque el tatuaje no resuelve. Es decir, si la persona no logra inscribir en su psiquismo este nuevo cuerpo, por más tatuaje que se haga, no lo va a lograr. También están los casos, por ejemplo, de amigas que se tatúan el mismo dibujo: ahí cumple una función de pertenencia.
El cuerpo como lienzo autobiográfico
Algunas personas tienen incontables tatuajes, pero también perforaciones o escarificaciones. Los cuerpos son modificados a tal punto que funcionan casi como una segunda piel, como un lienzo autobiográfico. Allí, el tatuaje que insiste no tiene que ver con algo simbólico, estético, cultural ni con una moda, sino con no poder parar de hacerlo. Para la especialista, en esos casos, algo está ocurriendo y puede ser del orden de lo pulsional, en términos psicoanalíticos, con la pulsión de no poder detenerse. Algunos lo describen como un vicio.
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Aunque cada persona tiene un umbral de dolor diferente, tatuarse es una práctica dolorosa. Es la introducción de tinta con una aguja debajo de la primera capa de la piel que se deposita en la dermis para que permanezca. Los grandes tattoos pueden llevar varias sesiones porque la o el cliente no soporta el dolor, e incluso puede desmayarse. Es por esto que la psicóloga se pregunta qué pasa con esas personas que no pueden parar de tatuarse y qué lugar cumple la angustia en todo esto.
Aunque no puede generalizarse, puede existir una cuestión masoquista, un proceso inconsciente. Someterse y recrear una situación de dolor puede surgir de la necesidad de tramitar un dolor personal. En palabras de Vangieri, entre el dolor psíquico y el anímico hay una analogía, son muy similares para el psiquismo.
El arrepentimiento
La posibilidad de arrepentirse de una modificación corporal existe. Por más pensado que haya estado el tatuaje, puede, luego de un tiempo, ya no representar los ideales o intereses de esa persona. A veces, por ejemplo, un adolescente se tatúa el nombre de una banda y a los meses esa banda ya no le gusta, o cuando estaba aferrado a la religión se tatuó una cruz, pero en la adultez prefirió el ateísmo. Si bien esos tatuajes en su cuerpo ya no significan nada, siempre permanecerá una marca. Puede intentar tapar el dibujo con otro o borrarlo con láser, pero siempre dejará una cicatriz, advirtió la psicoanalista.
El tatuaje, en números
Según una encuesta de la agencia alemana de investigación Dalia Research realizada en 18 países, más del 38 % de la población mundial tiene al menos un tatuaje. Este sondeo, hecho en 2018, reveló también que las personas entre los 30 y los 49 años son las más tatuadas, seguidas por las de entre 14 y 29 años.
Argentina se encuentra entre los países con más ciudadanos y ciudadanas tatuadas, según este relevamiento. El ranking es liderado por Italia, Suecia y Estados Unidos. Nuestro país se ubicó en el cuarto lugar, al igual que Australia.
En detalle, los datos señalaron que el 43 % de las y los argentinos tiene al menos un dibujo en su cuerpo. En cuanto a los géneros, las mujeres tienen una tasa más alta que los varones: el 45 % y el 41 %, respectivamente.
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