Por primera vez inventariaron 212 humedales del Cinturón Verde y dos zonas de Malargüe
Entre todos superaran la superficie de Capital. El objetivo es dar a conocer su riqueza, los factores que los presionan e impulsar alternativas para protegerlos. El trabajo lo hizo un equipo de Iadiza, del CCT Conicet Mendoza. Las comunas tendrán acceso al informe para que puedan tomar decisiones sin afectar a estos ambientes.
Uno de los humedales de la Cuenca de Llancanelo, en Malargüe, que se inventarió. Foto: Gentileza APOT.
Mendoza inventarió por primera vez 12 humedales ubicados en el Cinturón Verde y 200 en dos áreas de Malargüe, que superan en superficie a la Ciudad Capital. Ahora, cada uno está georreferenciado y descripto en base a una metodología internacional, que permitirá incluirlos en el Inventario Nacional de Humedales, además de mostrar su riqueza, los factores que los presionan y la necesidad de buscar alternativas para protegerlos.
Los 212 humedales descriptos en detalle tienen características y orígenes distintos, porque unos están ubicados en el corazón del Gran Mendoza, y otros, en la zona Sur. Hay algo que los une: todos sufren un severo proceso de retracción y desecación debido a múltiples razones, como el avance de la urbanización y de la frontera agrícola y los efectos del cambio climático global.
El inventario sobre estos dos sitios piloto estará en manos del Ejecutivo provincial y también de las comunas, ya que es información esencial para tomar decisiones sin afectar a los humedales.
El trabajo lo realizó un equipo del Laboratorio de Desertificación, Restauración Ecológica, Manejo Sostenible y Ordenamiento Territorial de Tierras Secas (LaDyOT+REM), del Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (Iadiza), del CCT Conicet Mendoza. Participaron las investigadoras Clara Rubio, Cecilia Rubio, Elena Abraham, además de la colaboración de Gustavo García y Pablo Betancourt.
La investigación forma parte de un proyecto internacional en el que participa Argentina (ARG 19 G24) sobre conservación de la biodiversidad y manejo sostenible en la planificación del desarrollo de las tierras, que se realiza en Mendoza, Jujuy y Buenos Aires. En la provincia, la concreción de la iniciativa que financia el Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés), es responsabilidad de la Secretaría de Ambiente, específicamente de la Agencia de Ordenamiento Territorial (APOT), que puso en mano del equipo de Conicet la realización de distintos estudios, entre ellos el de los humedales.
La geógrafa y doctora en Ordenamiento Territorial Clara Rubio destacó la importancia de los humedales a nivel global y en especial en Mendoza, donde el agua es un recurso escaso. Dijo que son una parte sustancial de la red hidrográfica local, un reservorio de riqueza de fauna y vegetación, además de ser centrales para la vida de muchas comunidades que dependen de su conservación para subsistir.La investigadora Clara Rubio dijo que es esencial proteger los humedales, porque están en un proceso de retracción. Foto: Unidiversidad.
Humedales de tierras secas
Rubio definió a los humedales como ambientes que presentan agua en forma temporaria o permanente, superficial o subsuperficial, lo que les otorga características propias y que pueden ser vegas de fondo de valle, vegas de laderas o colgantes y bañados. Dijo que son áreas transicionales entre las terrestres y las acuáticas, con rasgos distintivos como la vegetación y los suelos hidromórficos, siendo el agua el motor que controla el sistema y lo que marca la interrelación con otros ecosistemas.
La investigadora explicó que tanto la definición de humedal como la forma de inventariarlos fue concebida para regiones ricas en recursos hídricos (como el Delta del Paraná), pero no para las tierras secas, una categoría en la que se enmarca el territorio mendocino. Por eso, parte del trabajo fue adaptar la metodología internacional a la realidad local, donde estos ambientes se distinguen por su alta variabilidad espacial y temporal, para lo que combinaron los lineamientos propuestos por la Convención sobre Humedales (Ramsar) y la Convención Internacional de Lucha contra la Desertificación.
La adaptación de la metodología internacional a la realidad de las tierras secas -comentó- permitirá incluir a estos 212 ambientes en los inventarios provincial (en construcción) y Nacional de humedales. Para esto, el equipo tomó 50 variables en cada una de las áreas de los dos sitios piloto, como la ubicación (georreferenciación), la calidad del agua, el tipo de vegetación y suelo, la red de drenaje, el uso que le dan las comunidades y las actividades que se desarrollan a su alrededor. También si tienen alguna categoría de protección y quién es el responsable de su manejo.
En esta imagen se aprecian las presiones sobre este humedal del Cinturón Verde, de un lado una empresa y, del otro, los cultivos. Foto: Gentileza APOT.
Humedales del Cinturón Verde
En el Cinturón Verde, llamado así por ser una franja productiva que rodea al Gran Mendoza, el equipo inventarió 12 humedales que pertenecen al sistema Leyes Tulumaya, que antiguamente formaban parte de las Ciénagas de Bermejo, un relicto de las Lagunas de Guanacache. De ese total, 4 fueron avistados y descriptos por primera vez, como los casos de La Guevarita y El Pulpo.
Todos los humedales del Cinturón Verde abarcan una extensión de 2.446 kilómetros, lo que representa un 3,9% de la superficie total de esta zona que atraviesa los departamentos de Lavalle, Guaymallén y Maipú.
Rubio explicó que estos humedales se alimentan con aportes de agua superficial (excedentes de riego) y sub superficiales (alimentan a las lagunas), una dinámica que cambió en los últimos años, porque ambas fuentes disminuyeron drásticamente. Por esta razón, algunos de estos ambientes atraviesan un severo proceso de retracción e incluso de desecación, como las lagunas Los Álamos, Tapón Bombal, El Viborón y Soria, lo que no solo implica la pérdida de biodiversidad, sino la desaparición de la fuente de subsistencia de las comunidades que las rodean.
La laguna de La Paloma es uno de los humedales del Cintón Verde que está más activo, aunque lo amenaza un emprendimiento inmobiliario, actualmente frenado. Foto: Gentileza APOT.
“Estos humedales brindaban innumerables servicios, no solo contribuían al aprovechamiento de agua dulce, a la provisión de alimentos, porque incluso se pescaba, sino que también eran sitio de uso recreativo y turístico”, comentó.
La investigadora explicó que los factores de presión sobre los humedales de este sector son múltiples: los cambios de uso y cobertura del suelo, la expansión urbana planificada y no planificada, los incendios, obras que cortan su fuente de alimentación, lo que se combina con procesos globales de cambio climático, sequía y de desertificación.
En la zona hay humedales que conservan gran vitalidad, como la laguna de La Paloma, sobre la que también existen presiones. La más importante es un proyecto inmobiliario, actualmente frenado.
La laguna del Viborón es uno de los humedales que sufrió un severo proceso de degradación y desecación. Foto: Gentileza APOT.
Humedales de Malargüe
En el sur, el equipo inventarió los humedales de dos sectores: el Paso El Carqueque (cuenca alta del río Malargüe) y los valles del río Valenzuela y arroyo El Azufre (cuenta alta del río Grande). En el primero mapearon y describieron 80 ecosistemas y en el segundo 120, lo que determinó un total de 200 que abarcan 1553 hectáreas.
Rubio explicó que estos humedales están en proceso de severa retracción, siendo el principal factor de degradación la sequía asociada al cambio climático. Comentó que esto produjo que se secaran muchas de las vertientes que alimentan a estos ambientes, que a su vez afecta a los que están ubicados aguas abajo.
La investigadora explicó que la retracción de estos humedales tiene un impacto directo en la vida de los puesteros, que realizan actividades de trashumancia para alimentar al ganado. Comentó que deben llegar a sitios cada vez más altos para encontrar pasturas y agua.
Vista de uno de los humedales ubicado en el Paso El Carqueque en Malargüe. Foto: Gentileza APOT.
“Las posibilidades de supervivencia en estos sitios son cada vez más reducidas, es muy triste la realidad de los puesteros que deben emigrar. Esto también va en contra de la diversidad biológica, porque estos humedales son considerados las selvas de los andes áridos, por la diversidad y la riqueza de especies que albergan y eso también está desapareciendo”, comentó.
Aún en medio de la situación crítica, Rubio resaltó la labor que realizan las familias puesteras, que manejan el escaso caudal de una forma artesanal. Dijo que su trabajo es esencial, no solo porque les permite contar con agua y con pasturas para alimentar el ganado, sino porque impiden que las vertientes se sequen. Incluso, colaboran con el equipo en la medición que continúan realizando de los caudales.
Imagen de una vega, uno de los tipos de humedales ubicado en la cercanía del Puesto Muñoz en Malargüe. Foto: Gentileza APOT.
Investigación y aplicación
Las conclusiones del trabajo, que se puede apreciar en el recorrido virtual “Lo que la tierra cuenta”, no solo será insumo para los inventarios provincial y nacional de humedales, sino información central para buscar alternativas de protección que involucren a los y las usuarias de esos sistemas.
“Tenemos que pensar alternativas que permitan adaptarnos a este nuevo escenario para evitar que estos ambientes continúen el proceso de degradación. Creo que esas alternativas se deben pensar en forma conjunta entre el sector científico, el gubernamental donde están incluidas las áreas de Ambiente y el Departamento General Irrigación (DGI) y los diferentes usuarios del sistema, los regantes y las comunidades que viven en el área de influencia de estos humedales, que tienen mucho para aportar”, explicó.
El humedal ubicado en el puesto Lagunita, en Malargüe, sufrió un severo proceso de desecación. Foto: Gentileza APOT.
Rubio destacó que teniendo en cuenta la situación crítica en ambos sitios es necesario ser cauteloso en relación a las obras que se pretendan realizar o a los emprendimientos que se aprueben, para evitar que los mismos interrumpan o corten el flujo de agua que alimenta a los humedales. Contó ejemplos en los cuales el ordenamiento y la planificación funcionaron: como el cambio de traza de una obra cloacal en Guaymallén, cuyo primer diseño cortaba el flujo de agua de un ecosistema y el freno de un emprendimiento inmobiliario en el mismo departamento, hasta analizar si es factible su realización sin degradar e incluso secar un humedal.
La investigadora dijo que el inventario de los dos sitios piloto no solo estará en manos del Ejecutivo provincial, sino de las comunas, a través de sus áreas de ordenamiento territorial. La intención —comentó— es que cuenten con esta información vital para tomar decisiones sin afectar a los humedales, ya que brindan servicios ambientales esenciales para la vida de las comunidades.
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