Populismos de ayer y de hoy, de izquierda y de derecha
¿Qué diferencias hay entre ser populista de izquierda o de derecha? A Javier Milei se lo señala como populista de derecha, pero no está muy claro qué representa, a quiénes interpela. Hablamos con la historiadora Celina Fares para acercar algunas respuestas.
A lo largo de la historia, ha habido líderes populistas de izquierda y de derecha. Foto: fotomontaje con imágenes de freepik.es
Más de una vez hemos oído la frase “Hay que luchar contra el populismo”. Bien, pero ¿qué populismo? El uso político de la palabra "populismo" se ha ido complejizando y derivando en algo que no resulta simple de abordar, dado que, en ocasiones, termina confundiendo más de lo que aclara. Tras la victoria de Javier Milei en las PASO para la presidencia, se intensificó el señalamiento del líder libertario como “populista de derecha”. Para entender mejor qué significa el populismo y a quiénes se señala cuando se habla de populismos, hablamos con Celina Fares, historiadora y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO.
Para empezar, Fares aclara que el término no surge ahora como un concepto novedoso, ya que apareció a finales del siglo XIX. “En ese momento, se lo asociaba a movimientos campesinos, que existieron en la antigua Rusia de corte socialista y también en Estados Unidos de corte conservador, cuyas demandas tenían un sesgo crítico a las vanguardias intelectuales. En la historia argentina, podemos decir que el primer movimiento populista de masas fue el yrigoyenismo, que convocó a los sectores populares, no solo a la participación electoral, sino también a la movilización política”, explica Fares.
Para la historiadora, es importante remarcar que el término "populismo" recién se empezó a emplear como categoría analítica en América Latina entre los años 60 y 70. “Se comienza a usar para comparar fenómenos políticos como fueron el peronismo en Argentina, el varguismo en Brasil y el cardenismo en México. Es decir, alrededor de los años 40 y 50 aparecen regímenes políticos que adoptan políticas sociales redistributivas y modelos de desarrollos económicos industrialistas y nacionalistas. Son movimientos de masas que se sienten representados por líderes carismáticos, que responden a demandas insatisfechas y que saben movilizar, articular y organizar las masas desde el estado”, agrega la historiadora.
En este marco, la investigadora comenta que hay analistas que centran su análisis del populismo en la estrategia discursiva que articula diversas demandas y construye un “nosotros”, identificados con la nación, versus los ‘otros’, "los anti-pueblo, los anti-patrias, los cipayos, todos los epítetos que connotan negativamente a las oligarquías enemigas de las ideas de defensa nacional y justicia popular”.
“Lo interesante de este periodo histórico es que esos movimientos político-ideológicos construyen un tipo de Estado, que es el mismo que se estaba desarrollando en Europa y Estados Unidos, el estado de bienestar, garante del pleno empleo y de la planificación del desarrollo económico, pero esos gobiernos nunca fueron denostados como populistas. La connotación negativa del populismo trató de bajarle el precio a las políticas de redistribución social inigualables en términos históricos destacando los aspectos autoritarios de dichos regímenes. Estos son los populismos históricos”, destaca Fares.
Foto: Néstor Kirchner, Evo Morales, Lula da Silva y Hugo Chávez. Fuente: Télam
Fares indica que, a mediados del siglo XX, al peronismo no se lo acusaba de ser populista, sino de ser fascista. “En esa época el epíteto era fascismo o totalitarismo, porque se indicaba que era un gobierno autoritario, que restringía libertades y que imitaba los modelos europeos. Lo acusaban a Perón de ser antidemocrático por querer imponer la reelección, por manipular al Congreso, entre otras cosas”, describe. Esta caracterización del peronismo como fascismo proviene desde antes de que el peronismo existiera. Ya en 1945 se podía ver cómo la Unión Democrática, que articulaba a sectores conservadores, radicales y las viejas izquierdas, mostraba su preocupación por el poder que estaba adquiriendo el líder y su relación con los sectores sindicales.
Una nueva manera de nombrar
Entonces, el populismo parecía acaparar todo lo referido a aquellos líderes que dejaron su impronta en la segunda mitad del siglo XX en América Latina. Pasaron las dictaduras, se impuso el neoliberalismo y, luego, ya en el siglo XXI, diversos países de la región comenzaron a tender puentes bajo una nueva tónica.
En este sentido, Fares sostiene que es clave la aparición desde la academia de Ernesto Laclau, quien brinda una conceptualización atractiva para dar cuenta de los distintos componentes de los populismos a través del tiempo. “Hoy los populismos no necesariamente tienen los mismos componentes que los modelos históricos. Hoy populismo podría definirse como la capacidad de articular distintos intereses populares por parte de un líder que, sabe enunciar, articular y representar las demandas de las masas”, comenta.
En Argentina, el kirchnerismo se ha identificado con esta definición de Laclau rescatando los elementos positivos de una democracia radical, en el sentido de representación de lo popular. Pero el antikirchnerismo también ha utilizado esta nominación, aunque con connotaciones negativas, acentuando los componentes autoritarios y antagónicos de los liderazgos populistas. En este sentido los discursos antikirchneristas pretenden diferenciarse del populismo por sostener una idea de democracia más preocupada por los controles entre los poderes de la república que por la representación de las demandas populares. Entonces aparece una especie de antinomia, entre populismo y republicanismo. Detrás de estas antinomias ideológicas se articulan intereses y justificaciones de otra índole.
¿Populismo de derecha?
Primero, Donald Trump en Estados Unidos; luego, Jair Bolsonaro en Brasil y, más recientemente, Georgia Meloni en Italia. Llegaron a lo más alto del poder en sus países, esgrimen representar cierta cosmovisión de la ultraderecha, son los casos que mayor repercusión han tenido en los últimos años y en algún momento se los ha señalado como populistas de derecha. Sin embargo, distan del caso argentino, donde Milei se ubica competitivo para alcanzar la primera magistratura, pero no deja de ser una historia en progreso, aún sin definición.
¿El populismo puede virar de una ala ideológica a otra o se trata de concepciones distintas? Fares explica que el fenómeno en Europa es muy distinto a lo que vivimos en Latinoamérica. “En realidad, en Europa es más fácil adscribir el populismo al fascismo, porque en ese continente se originó esa ideología como un movimiento de masas que impuso los más brutales regímenes totalitarios que llevaron a la segunda guerra mundial”.
Sin embargo, en América Latina, movimientos no solo nacionalistas, sino ahora también liberales, son capaces de articular intereses populares y ganar elecciones, movilizando con discursos de odio hacia un “otro” que pone en peligro la propia identidad, llámense ese otro extranjeros, casta política o piqueteros. En este sentido, estos nuevos populismos latinoamericanos de derecha tienen algunas reminiscencias fascistas, pues no descartan el uso de la fuerza y la restricción de derechos para llevar a cabo sus propuestas. Entonces, estos nuevos populismos latinoamericanos de derecha se parecen poco a los viejos, que se preocupaban por el desarrollo de la industria nacional y el pleno empleo”, comenta.
En una radiografía rápida, la especialista describe a Milei como populista “en el sentido de que convoca masivamente a distintos sectores que se sienten muy representados por la crítica al establishment político, y representa en gran parte el malestar que hay con la democracia. Su discurso apela a lo emocional y, en este sentido, es muy efectivo porque rompe con las formas establecidas y anima a la gente a pensar que un cambio de ciento ochenta grados, en algún sentido mágico, es posible.
Foto: Javier Milei. Fuente: Télam
La propuesta de Milei cruza diversas ideologías. Por un lado, en lo económico una política hiperliberal, como nunca existió en Argentina, ni siquiera en la década de 1880 – periodo al que remite diciente que por entonces Argentina era una potencia económica, cosa que tampoco nunca ocurrió-. Por otro lado, su propuesta sociocultural, remite a las ideas del conservadurismo, volver atrás eliminando la justicia social y los derechos de género por ejemplo, y, de la mano de su compañera de fórmula, dar la batalla cultural por la memoria que pretende reivindicar la guerra contra la subversión que llevó a cabo la sanguinaria dictadura de 1976. Milei es un representante de las nuevas derechas entonces se caracterizan por combinar elementos novedosos, como una adhesión superficial a las formas democráticas aunque con escasa capacidad de creación de organización social y partidaria y una llegada mediática masiva, pero en sus contenidos ideológicos cruzan tradiciones liberales conservadoras, nacionalistas y autoritarias con un tono muy agresivo, una mezcla que puede ser bastante explosiva por cierto”.
Por último, indica que este populismo, a diferencia de lo que ocurrió durante el kirchnerismo, “en cierto punto, hace peligrar la democracia”. Para la historiadora, “las propuestas de reforma que trae en su carta programática no son muy compatibles con una democracia sustentable. Suele citar a Alberdi, un liberal conservador que hablaba de promover primero una república posible, con desarrollo económico social y postergar la república verdadera que implicaba el ejercicio de derechos políticos. Se trataba de un conservadurismo ciertamente autoritario, pero con ejercicio de libertades civiles. Es difícil ver, en este contexto, cómo Milei pretende dar marcha atrás en el reconocimiento de derechos y fomentar, al mismo tiempo, un crecimiento económico con un programa neoliberal, una estabilidad social con restricción de derechos básicos y una gobernabilidad sin estructura partidaria que lo sostenga.
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