Cape Nº7 (Cabo Nª7), de Wei Te-Sheng, comienza con Aga, su protagonista, estrellando una Fender contra un poste de luz hasta destrozarla, se sube a su moto y avanza a toda velocidad por las calles de Hangchun. En este pueblito costero viven personajes entrañables: un baterista mecánico de motos, una nena pianista fervientemente religiosa, un octogenario que sueña con alcanzar la fama arriba de un escenario, un entusiasta vendedor de una nueva bebida alcohólica, una manager japonesa que no sabe qué hacer de su vida.

El presidente del consejo del pueblo y padre de Aga es un déspota benévolo que ante de la llegada de una estrella de rock a la isla pone como condición que la banda telonera esté conformada por gente del lugar. Allí comienza una suerte de casting que reúne a las personas más dispares que encuentran en este nuevo grupo una forma nueva de relacionarse pese a sus diferencias.

El amor, el compañerismo y la superación de conflictos le dan vida a una historia sencilla y predecible pero no por eso menos armoniosa. El balance y la tensión entre los personajes, amalgamados por el humor y la bondad le dan vida a una comedia romántica que cautivó al público taiwanés, transformada en la película más taquillera de la historia del país. Aga, líder de la banda, toma el puesto de cartero del pueblo y se roba unas cartas que van hilando el relato. Las cartas le pertenecen a Tomoko, una mujer del pueblo de la que desconocen su paradero y que lleva más de 60 años sin recibir las siete cartas de amor que le envió su enamorado poco antes de emigrar de la isla, en 1940.

Las canciones pop, las cartas de amor y las relaciones que se van entretejiendo a lo largo de la película le dan forma a una historia que si bien dialoga con las culturas chinas, japonesas y taiwanesa -sin plantear ningún tipo de crítica o sobrevolando las cuestiones espinosas de la región- generan una identificación que trasciende fronteras como solo una comedia romántica puede hacerlo.