Los del Bajo comenzaron el torneo con la ilusión de dejar atrás malas campañas anteriores y poder dar el salto de calidad paleando la clasificación. El empate agónico ante Club Empleados de Comercio, con gol del Burro Chávez; el triunfo en el debut en condición de local ante Palmira, y la victoria como visitante ante Jorge Newbery, ponían a Luján en una posición expectante. En el marco de un comienzo casi ideal, con siete puntos sobre nueve posibles, y con el aliciente de haber jugado dos partidos fuera de casa en el arranque, los Granates aspiraban a ser protagonistas. 

Luego de ese comienzo prometedor, Luján tendría su punto de inflexión en el torneo, quizás sin ser notorio en el momento, pero con secuelas posteriores. Huracán Las Heras llegó al Bajo en la cuarta fecha para robarle un punto al equipo de Villafañe, quien jugó prácticamente todo el partido en superioridad numérica - con diez0 casi desde el arranque y con nueve casi todo el segundo tiempo-  y aun así no pudo doblegar a su adversario y quedarse con uno de esos partidos que suelen ser claves. Después de ese sin sabor, dos juegos lejos del Bajo comenzaron a traer los primeros cuestionamientos por parte de los hinchas. Derrota en San Rafael ante Huracán y empate en el Este frente Montecaseros  hicieron que los primeros dardos fueran apuntados al sistema elegido por Villafañe, que mostraba poco vértigo ofensivo por entonces. Desde lo futbolistico, el equipo mostraba puntos altos, como Montiveros, Lázzaro, Dellarole - jugó todos los minutos del torneo- o Chávez, pero las continuas lesiones no permitían repetir el once más de dos fechas consecutivas. 

Victoria en casa ante Rodeo del Medio, derrota frente San Martín en el Este y empate en el Bajo contra, el por entonces líder indiscutido, Pacifico, le daban fin a una primera ronda que mostraba como escolta a los de la calle De la Costa. 

La segunda vuelta comenzaría con una sonrisa grande para Luján. Victoria en casa ante el CEC 4 a 2, con buen juego, con personalidad e ilusionando a todos los hinchas. Sin embargo la alegría y la esperanza de dar el salto, se vería truncada por una inexplicable y repentina merma en el rendimiento del equipo. Cuatro derrotas consecutivas –frente a Atlético Palmira, Jorge Newbery, de local, Huracán y Montecaseros, en casa- lo dejaban a Luján lejos de toda chance real de clasificarse y con más dudas que certezas. Villafañe tambaleaba en su puesto, -presentó su renuncia después de la derrota ante Montecaseros y no se la aceptaron- resistido por los hinchas pero bancado por la dirigencia, no encontraba el rumbo.

Los empates intrascendentes ante Huracán (SR), Rodeo del Medio y San Martin, solo sirvieron para asegurar una permanencia que no aparecía entre los objetivos impuestos desde un principio, pero que debió darse por decantación como único estímulo. 

En la última fecha, y después de siete partidos, Luján volvió al triunfo. La victoria 3 a 0 ante Pacifico significó cerrar un torneo con altibajos, pero con la satisfacción de despedirse con una sonrisa. 

Los 22 puntos cosechados, fruto de cinco victorias, siete empates y seis derrotas mostraron la irregularidad de un equipo que empezó para pelear seriamente la clasificación y terminó deambulando en mitad de tabla.