¿Periodismo, o barbarie?
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Foto: Ilustrativa
Ante los atentados “periodísticos” perpetrados en el presente mes por Nelson Castro, no puede uno más que quedar perplejo advirtiendo hasta dónde puede llegarse cuando se posee el privilegio del micrófono.
Decirle por TV a Daniel Arroyo que su gran patrimonio personal es ·”la franqueza”, y en nombre de ello cerrar una entrevista diciendo que no entiende cómo –según su extremista óptica- el ex ministro estaría con un gobierno de corruptos y mentirosos, es francamente insólito: una entrevista se hace para saber qué piensa el entrevistado, no el entrevistador. Pero mucho menos corresponde agredir al entrevistado con opiniones agraviantes que –al denominado periodista- no se le han pedido.
Y Castro se superó: espetó el mismo verso a Mendiguren por radio, pero esta vez no al final de una charla, sino al comienzo. La pasmosa situación de llamar a alguien con supuestos fines de entrevistarlo, y endilgarle en cambio una parva violenta de improperios (“cómo está Ud. con un gobierno de mitómanos, mentirosos…”), supera todo límite: llamar se vuelve un pretexto para la agresión, y en verdad queda claro que nunca hubo intención de otra cosa que de usar al interlocutor como soporte de la decisión de decir al aire sus altisonancias contra el gobierno.
El uso paradojal e intencionado de la palabra “franqueza” viene a cuento. Las mejores palabras pueden ocultar las peores conductas. Yo puedo decirle a alguien en nombre de mi franqueza, que esa persona es una estúpida e infeliz, “pero te lo digo con toda franqueza, ¿eh?”. Y crea yo mismo o no lo que le estoy diciendo, en cualquier caso decirlo es una brutal agresión, disfrazada de supuesta “sinceridad”. Esta última palabra es sólo la estratagema usada para el ataque.
Sobran ejemplos de usos malversados del lenguaje “educado”. En mi barrio, de niño, se tomaba a alguien violentamente de una oreja y se le preguntaba: “¿Molesto?”. La pesada broma evidenciaba que se podía preguntar con aires de inocencia sobre si se está molestando, justamente para así poder molestar.
En este caso, la alegación de “franqueza” resulta inadmisible pues lo que hay es atrevimiento, posibilitado por los poderes fácticos a los que defiende el conocido personaje: en base a ellos se ha ideado una manera de agredir que pudiera pasar por aceptable, y que disimula la violencia simbólica realizada. Si alguien quiere opinar que diga lo suyo –con la facilidad que da el acceso a micrófono con llegada masiva-, pero que no lo haga apostrofando a terceros, y buscando someterlos a una –para ellos- inesperada humillación pública.
En estos días vimos a una funcionaria de la Municipalidad de Rivadavia reivindicar los secuestros de la dictadura, haciendo una gráfica en la cual, dentro del baúl de un reconocible Falcon verde y con la efigie del dictador Videla a su lado, se ubicaba al presidente, a Cristina Kirchner y a dos miembros más del actual gobierno. Cómo habrá sido de disonante el posteo que logró poner a su autora en diarios nacionales, pues el caso fue tan burdo y escandaloso que produjo reacciones en variados sitios del país. Las “aclaraciones” posteriores de la encargada del área gubernamental de derechos humanos de la provincia, fueron tan lamentables como contradictorias: decía condenar el posteo, mientras buscaba justificarlo en los males de “la grieta”.
Evidentemente, hay una derecha ideológica que cree que ha llegado su hora, y que puede decir casi cualquier cosa. Es una confusión notable: tantas veces mataron al movimiento popular en la Argentina y tantas otras estuvo allí resucitando, si parafraseamos a la gran María Elena Walsh. Los tiempos son difíciles, pero lo son para todos: aún si el bloque oligárquico ganara la elección en 2023, eso es bastante diferente a que ese sector tenga un plan para salir de la crisis, y más aún, a que disponga de viabilidad efectiva para llevarlo a cabo.
Las batallas sociales son sin fin, como era el padecimiento de Sísifo en el mito griego. Que no se confundan quienes creen que los colores del día de hoy son los que anticipan todo horizonte histórico futuro.
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