Pensar Libia. Parte II
Publicamos el segundo tramo de la entrevista realizada al investigador de CONICET Cristian Buchrucker sobre los conflictos armados en Libia. En esta entrega: orígenes del problema, regímenes de partido único, comparaciones de Libia con Cuba y Corea del Norte.
Foto: Web
Publicado el 05 DE JUNIO DE 2011
Desde el marco teórico del proyecto “Ideología y violencia organizada en el mundo contemporáneo” de la Secretaría de Ciencia Técnica y Posgrado, el investigador de CONICET Cristián Buchrucker reflexiona sobre los problemas en torno a Libia. Publicamos la segunda parte de nuestra entrevista.
-Desde su perspectiva, ¿cómo explica las revueltas en Libia?
Creo que no hay mayores discusiones sobre los orígenes del conflicto. Es parte de los levantamientos de la región. No se trata sólo de Libia, hay varios países de medio oriente en los que hemos visto claramente activismo en las calles, impugnaciones y críticas fuertes al sistema político vigente, reacciones también sangrientas como las de Yemen, Siria, etc. La explicación es que en todos los países en los que esto ha sucedido son países en los que la represión de regímenes de partido único tiene como mínimo 25 años de edad. Estos sistemas de partido único pueden durar mucho tiempo, pero acumulan una serie de problemas propios a su forma que tarde o temprano los hacen explotar, independientemente de las intenciones originales de sus fundadores, que pueden haber sido totalmente contrarias a lo que el régimen termina siendo. Lo cierto es que, y es algo que toda ciencia política seria sabe desde hace tiempo sobre este tipo de regímenes, los sistemas políticos de partido único tienden a cerrarse ante la novedad, la buena información, ante la crítica, ante el control, y la suma de esos cierres produce el combustible de los procesos que tenemos a la vista.
- Se viene hablando en este último tiempo de cambios sustanciales en el régimen político y económico de Cuba, ¿cómo percibe este caso, en relación a lo dicho sobre Libia?
Cuba es un caso interesante para comparar con Libia. Cuba es un régimen que tiene una pretensión muy alta de centralismo, como todos los regímenes marxistas-leninistas que surgieron de procesos revolucionarios endógenos- distintos de los que surgieron por imposición externa (no aterrizaron los paracaidistas rusos en Cuba-. Evidentemente Cuba es un sistema bastante cerrado. Hoy en día, bueno, hace un par de años, que los propios dirigentes vienen reconociendo la necesidad de que esto no puede seguir así. Comparada la situación de Cuba con la de Libia y los países árabes, hay grandes similitudes, pero también diferencias importantes. Encuentro mucha menos justificación en la continuidad de un régimen como el de Assad en Siria, que a esta altura se ha convertido no en un régimen de partido único sino de familia única, o como el de Gadafi que marchaba en esa dirección (Gadafi ya le había traspasado el ochenta por ciento de las actividades reales de poder de decisión a su hijo).
-No hemos visto estallidos contestatarios en la isla como los de la denominada rebelión árabe…
En el caso cubano, si me preguntan, el engarce en la sociedad del régimen parece ser, incluso con los años que lleva, más vital que en el régimen de Gadafi, hay evidencia para pensarlo así. Se debe reconocer que a esta altura lo único que el régimen ha hecho en materia de transición es jubilar a Fidel y dejar en su reemplazo, como primera figura, a su hermano. Dicho en otros términos, estamos bastante lejos de decir que se ve un proceso de recambio orgánico y a su vez pluralista. Por otro lado, tampoco se han dado los medios para organizar una oposición sistémica, es decir, que no sea golpista y opere como alternancia dentro del régimen.
En Cuba existe todavía aquello de que el partido único de la revolución, el PCC, se pretende la vanguardia de la sociedad. Esa sola definición excluye la competencia legítima con otros: si la sociedad tiene una vanguardia cómo va a competir con los que no son vanguardia... De todos modos, hay una diferencia muy importante con el régimen de Gadafi. En Cuba hay un fuertísimo elemento nacionalista que es hoy en día, si me preguntan, bastante más fuerte que el régimen comunista en sentido doctrinario, ideológico, y que sostiene que Cuba es un régimen que levanta la bandera de la Revolución y la autonomía nacional frente a un coloso imperial, en el cual hay una minoría de cubanos viviendo y actuando desde hace 40 años en una política de fuerza para hacer caer el régimen con el apoyo de la potencia más más grande del mundo. Esta combinación de amenaza imperial (pensemos que EEUU tiene una base militar en la isla, lo cual es otro elemento irritativo) con disidencia golpista (que no quiere decir que la oposición cubana, variopinta como es, no tenga franjas absolutamente respetables que piden algo, a mi juicio, correcto: que se permita multipartidismo, periodismo y radio disidente entre otras cosas); esta combinación, digo, le da al nacionalismo cubano, les guste o no a los enemigos de Castro, una fuerza y una vitalidad que no se puede comparar con Gadafi, el cual no es el caudillo de una pequeña isla, acosada por una superpotencia. Muy por el contrario, regímenes como estos tenían hasta ayer muy buenas relaciones con las superpotencias. A Gadafi lo visitaban los presidentes de Francia y España, lo había invitado Berlusconi a Italia. Es claro entonces que si hay más o menos democracia, si hay más o menos presencia de DDHH, le importa muy poco a las superpotencias, porque si eso les hubiera importado tendrían que haber sacado a Gadafi hace 10 años, por lo menos.
-Y a muchos otros…
Nunca hay que perder de vista este plano de los intereses a la hora de analizar la política internacional. Esta es la cuestión. ¿Por qué no van a imponer la democracia a Corea del Norte? ¿Por qué no se decide bombardearla en nombre de la democracia y los DDHH? En materia de violación a los derechos humanos este régimen supera ampliamente, terriblemente, a lo que se dice del de Gadafi. Pareciera que la dosis de democracia que se quiere suministrar a los pacientes es directamente proporcional a sus defensas antiaéreas… lamentablemente, en esta lógica de los bombardeos humanitarios, ¿sabe cuál es la lección que Gadafi está dando al mundo, y principalmente a otros dictadores? Lo que hace veinte años está claro. ¿Es usted un régimen dictatorial que tiene muchos enemigos internos y, por supuesto, externos también? La solución a su problema de angustia es la siguiente: dótese lo más rápido que pueda de armas de destrucción masiva, porque de esa manera usted tiene una carta (bombas atómicas) que va a hacer pensar a los otros dos veces antes de molestarlo, reclamándole derechos y democracia. Corea del Norte tiene la capacidad de cubrir de bombas atómicas a Corea del Sur, y todos saben que esa amenaza es real. Corea del Norte, a diferencia de Saddam Hussein, tiene tantas bombas atómicas como vectores que la pueden llevar a destino.
-¿Y el caso de Irán?
Es una situación muy parecida a la de Corea del Norte, porque si Irán no tiene la bomba atómica está muy cerca de tenerla. Irán tiene, además, proyectiles balísticos de alcance medio que pueden llegar a todas las capitales de los países vecinos. Algunos de estos proyectiles pueden ya alcanzar Europa, es decir, algún país dentro de la Unión europea. Entonces su poder de retaliación es muy fuerte en relación a otros países.Este es el mundo de la realidad, después podemos hablar de DDHH, de democracia y eso es muy lindo. Pero a la hora de hacer política concreta y tomar decisiones prácticas, a la hora de implementar políticas reales, lo que se discute en los gabinetes secretos es este tipo de cuestiones.
NOTAS
Cristian Buchrucker es Doctor en Historia y Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín, e Investigador del CONICET. Es titular de la cátedra Historia Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras UNCUYO. Autor de importantes libros como Nacionalismo y peronismo. La Argen- tina en la crisis ideológica mundial (1927-1955) y Argentina y la Europa del Nazismo (con Ignacio Klich). Forman parte de su equipo de trabajo: las docentes-investigadoras Susana Dawbarn de Acosta, Carolina Ferraris y Sandra Ledda; el docente-investigador Dalmiro Alonso y las ayudantes-alumnas Mariana Diaz y Luciana Sabina.
-Desde su perspectiva, ¿cómo explica las revueltas en Libia?
Creo que no hay mayores discusiones sobre los orígenes del conflicto. Es parte de los levantamientos de la región. No se trata sólo de Libia, hay varios países de medio oriente en los que hemos visto claramente activismo en las calles, impugnaciones y críticas fuertes al sistema político vigente, reacciones también sangrientas como las de Yemen, Siria, etc. La explicación es que en todos los países en los que esto ha sucedido son países en los que la represión de regímenes de partido único tiene como mínimo 25 años de edad. Estos sistemas de partido único pueden durar mucho tiempo, pero acumulan una serie de problemas propios a su forma que tarde o temprano los hacen explotar, independientemente de las intenciones originales de sus fundadores, que pueden haber sido totalmente contrarias a lo que el régimen termina siendo. Lo cierto es que, y es algo que toda ciencia política seria sabe desde hace tiempo sobre este tipo de regímenes, los sistemas políticos de partido único tienden a cerrarse ante la novedad, la buena información, ante la crítica, ante el control, y la suma de esos cierres produce el combustible de los procesos que tenemos a la vista.
- Se viene hablando en este último tiempo de cambios sustanciales en el régimen político y económico de Cuba, ¿cómo percibe este caso, en relación a lo dicho sobre Libia?
Cuba es un caso interesante para comparar con Libia. Cuba es un régimen que tiene una pretensión muy alta de centralismo, como todos los regímenes marxistas-leninistas que surgieron de procesos revolucionarios endógenos- distintos de los que surgieron por imposición externa (no aterrizaron los paracaidistas rusos en Cuba-. Evidentemente Cuba es un sistema bastante cerrado. Hoy en día, bueno, hace un par de años, que los propios dirigentes vienen reconociendo la necesidad de que esto no puede seguir así. Comparada la situación de Cuba con la de Libia y los países árabes, hay grandes similitudes, pero también diferencias importantes. Encuentro mucha menos justificación en la continuidad de un régimen como el de Assad en Siria, que a esta altura se ha convertido no en un régimen de partido único sino de familia única, o como el de Gadafi que marchaba en esa dirección (Gadafi ya le había traspasado el ochenta por ciento de las actividades reales de poder de decisión a su hijo).
-No hemos visto estallidos contestatarios en la isla como los de la denominada rebelión árabe…
En el caso cubano, si me preguntan, el engarce en la sociedad del régimen parece ser, incluso con los años que lleva, más vital que en el régimen de Gadafi, hay evidencia para pensarlo así. Se debe reconocer que a esta altura lo único que el régimen ha hecho en materia de transición es jubilar a Fidel y dejar en su reemplazo, como primera figura, a su hermano. Dicho en otros términos, estamos bastante lejos de decir que se ve un proceso de recambio orgánico y a su vez pluralista. Por otro lado, tampoco se han dado los medios para organizar una oposición sistémica, es decir, que no sea golpista y opere como alternancia dentro del régimen.
En Cuba existe todavía aquello de que el partido único de la revolución, el PCC, se pretende la vanguardia de la sociedad. Esa sola definición excluye la competencia legítima con otros: si la sociedad tiene una vanguardia cómo va a competir con los que no son vanguardia... De todos modos, hay una diferencia muy importante con el régimen de Gadafi. En Cuba hay un fuertísimo elemento nacionalista que es hoy en día, si me preguntan, bastante más fuerte que el régimen comunista en sentido doctrinario, ideológico, y que sostiene que Cuba es un régimen que levanta la bandera de la Revolución y la autonomía nacional frente a un coloso imperial, en el cual hay una minoría de cubanos viviendo y actuando desde hace 40 años en una política de fuerza para hacer caer el régimen con el apoyo de la potencia más más grande del mundo. Esta combinación de amenaza imperial (pensemos que EEUU tiene una base militar en la isla, lo cual es otro elemento irritativo) con disidencia golpista (que no quiere decir que la oposición cubana, variopinta como es, no tenga franjas absolutamente respetables que piden algo, a mi juicio, correcto: que se permita multipartidismo, periodismo y radio disidente entre otras cosas); esta combinación, digo, le da al nacionalismo cubano, les guste o no a los enemigos de Castro, una fuerza y una vitalidad que no se puede comparar con Gadafi, el cual no es el caudillo de una pequeña isla, acosada por una superpotencia. Muy por el contrario, regímenes como estos tenían hasta ayer muy buenas relaciones con las superpotencias. A Gadafi lo visitaban los presidentes de Francia y España, lo había invitado Berlusconi a Italia. Es claro entonces que si hay más o menos democracia, si hay más o menos presencia de DDHH, le importa muy poco a las superpotencias, porque si eso les hubiera importado tendrían que haber sacado a Gadafi hace 10 años, por lo menos.
-Y a muchos otros…
Nunca hay que perder de vista este plano de los intereses a la hora de analizar la política internacional. Esta es la cuestión. ¿Por qué no van a imponer la democracia a Corea del Norte? ¿Por qué no se decide bombardearla en nombre de la democracia y los DDHH? En materia de violación a los derechos humanos este régimen supera ampliamente, terriblemente, a lo que se dice del de Gadafi. Pareciera que la dosis de democracia que se quiere suministrar a los pacientes es directamente proporcional a sus defensas antiaéreas… lamentablemente, en esta lógica de los bombardeos humanitarios, ¿sabe cuál es la lección que Gadafi está dando al mundo, y principalmente a otros dictadores? Lo que hace veinte años está claro. ¿Es usted un régimen dictatorial que tiene muchos enemigos internos y, por supuesto, externos también? La solución a su problema de angustia es la siguiente: dótese lo más rápido que pueda de armas de destrucción masiva, porque de esa manera usted tiene una carta (bombas atómicas) que va a hacer pensar a los otros dos veces antes de molestarlo, reclamándole derechos y democracia. Corea del Norte tiene la capacidad de cubrir de bombas atómicas a Corea del Sur, y todos saben que esa amenaza es real. Corea del Norte, a diferencia de Saddam Hussein, tiene tantas bombas atómicas como vectores que la pueden llevar a destino.
-¿Y el caso de Irán?
Es una situación muy parecida a la de Corea del Norte, porque si Irán no tiene la bomba atómica está muy cerca de tenerla. Irán tiene, además, proyectiles balísticos de alcance medio que pueden llegar a todas las capitales de los países vecinos. Algunos de estos proyectiles pueden ya alcanzar Europa, es decir, algún país dentro de la Unión europea. Entonces su poder de retaliación es muy fuerte en relación a otros países.Este es el mundo de la realidad, después podemos hablar de DDHH, de democracia y eso es muy lindo. Pero a la hora de hacer política concreta y tomar decisiones prácticas, a la hora de implementar políticas reales, lo que se discute en los gabinetes secretos es este tipo de cuestiones.
NOTAS
Cristian Buchrucker es Doctor en Historia y Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín, e Investigador del CONICET. Es titular de la cátedra Historia Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras UNCUYO. Autor de importantes libros como Nacionalismo y peronismo. La Argen- tina en la crisis ideológica mundial (1927-1955) y Argentina y la Europa del Nazismo (con Ignacio Klich). Forman parte de su equipo de trabajo: las docentes-investigadoras Susana Dawbarn de Acosta, Carolina Ferraris y Sandra Ledda; el docente-investigador Dalmiro Alonso y las ayudantes-alumnas Mariana Diaz y Luciana Sabina.