Pensar la comunicación: primera parte

Vivimos una época mediática, donde las tecnologías de comunicación rodean nuestra vida, a tal punto, que si no las tuviéramos pareciera que no existimos. Sobre esta problemática dialogan Omar Gais, profesor e investigador de la UNCuyo, junto a su discípula, Romina Barboza.

Pensar la comunicación: primera parte

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Sociedad

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Publicado el 23 DE OCTUBRE DE 2012

Romina Barboza, joven investigadora de la UNCuyo entrevista al docente e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales sobre el rol de la universidad en la promoción de la investigación y lo que hoy entendemos por comunicación.

¿Por qué la universidad pública debería financiar un proyecto de investigación donde se pregunta con ánimo crítico por la técnica, qué es “tecno-comunicación” y “cultura mediática” y, al mismo tiempo, debe financiar un proyecto de desarrollo tecnológico?

Para muchos estudiosos el cambio técnico, la innovación, es el secreto del progreso no sólo técnico sino también económico, social y finalmente político, pero también tenés posiciones críticas respecto de la tecnificación de las sociedades; digámoslo en términos de Héctor Schmucler (pensador argentino) del avance de esa ideología totalitaria que no acepta más discursos sobre sí misma que los que ella formula.

Podés tener esa posición, por ejemplo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales -ni siquiera entera-, pero algunos ingenieros y no sé quiénes más estarán pensando efectivamente que si no estamos atentos a las últimas innovaciones en comunicación estás fuera.

Desde la universidad se cubren las dos cosas, afortunadamente, pues lo nuestro es finalmente una reflexión sobre problemas sociales no previstos en el desarrollo técnico. En última instancia la pregunta sería por qué hay que sostener un pensamiento crítico acerca de presuntos problemas con las tecnologías de la comunicación o con la técnica en general. Muchos, con todo gusto, no dedicarían un centavo al pensamiento crítico. Por suerte todavía se puede hacer en la universidad pública.

Héctor Schmucler en una entrevista anterior (1) dice que no hay muchos filósofos de la comunicación ¿Está de acuerdo? ¿Cómo sobrevive un filósofo de la comunicación en un contexto donde todo es instrumental?

En referencia a mi situación personal es sencillo de explicar, ocupo una cátedra en una estructura que tiene una trayectoria de 70 años. En ese sentido funciono como un profesor y la institución me considera igual que un ingeniero que estudia y propone innovaciones tecnológicas más conforme al espíritu de la época.

Supongo que en todos los casos debe ser algo parecido, no hay un lugar previsto para un filósofo crítico de la tecnología, o de la educación, o del arte o la política. A lo mejor das clases en una facultad donde está la Carrera de comunicación y resulta -así fue conmigo, afortunadamente- de mucho interés. Puedo trabajar sin molestias pensando críticamente, haciendo filosofía de la comunicación o trabajando textos de esa índole. Si no están previstos los espacios los vas haciendo, o vas transformando los que están funcionando ya. Una cátedra de Teoría de la Comunicación, que perfectamente podría ser histórica, un examen histórico de las teorías de la comunicación, también puede ser un lugar donde preguntar filosóficamente por la comunicación.

Y si le preguntan ¿Para qué sirve un filósofo de la comunicación? ¿Cómo lo explicaría?

Pregunta paralizante desde que estudiás filosofía. Sobre todo con los que te preguntan de buena fe ¿Para qué sirve un filósofo? Evidentemente no hay una utilidad inmediata y práctica, pero incluso eso se podría invertir. Porque si finalmente el intento de la filosofía es examinar la propia vida, las creencias y prácticas, para ver si son lo que creés, lo que hay que creer y pensar o simplemente estás siguiendo una rutina, un libreto escrito por otro, eso puede derivar en una revisión de las rutinas, cualesquiera sean, por ejemplo las de la comunicación, para que resulten más generosas, más útiles, más humanas, más fructíferas; para eso.

En otra oportunidad usted señaló que “el hecho comunicacional es constitutivo de lo social”, pero ¿podría plantearse que la comunicación no siempre implica un vínculo con el otro? Sobre todo teniendo en cuenta que la comunicación parece resultar tan fácil hoy, tan fluida, con aparatos que expanden las posibilidades de conectarnos y encontrarnos y con los cuales estaríamos mejor y más comunicados, fuera de la verticalidad y jerarquización de los medios tradicionales.

Me parece acertado lo que muchos pensadores con frecuencia afirman al respecto. El hecho de estar en contacto con una multiplicidad de seres humanos virtuales en las redes sociales por ejemplo, vía computadora o teléfonos sofisticados, o en las pantallas más tradicionales, no implica una comunicación en el sentido fuerte, tal como la hemos pensado antes de esos aparatos.

Entonces no habría paradoja en la pregunta, perfectamente se puede estar conectado y no comunicado si uno piensa que comunicación implica un vínculo denso con otro, en el cual el otro está presente como tal, y por lo tanto, hay una disposición, una apertura, una concentración de la atención en esa relación, cuestión que hoy no es así por el funcionamiento de los medios más frecuente. Al contrario, se tiende más bien, sea por la vertiginosidad a que empujan los medios, por la multiplicidad de posibles contactos, por el deseo de novedad, por el funcionamiento en marea que desplaza de inmediato a la novedad anterior --si hablamos de comunicación masiva--, a ponerse en cuestión cada uno de los rasgos de la comunicación fuerte que implica una apertura al otro, no un contacto superficial, entretenido, divertido, completamente efímero. En ese caso las palabras conexión y comunicación señalan con claridad el fenómeno.

Schmucler, dramatizando sobre la situación, dice que estar comunicado hoy es estar disponible en algún punto de la red. No es a eso a lo que llamamos comunicación cuando hablamos de que sin comunicación no hay sociedad. 

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