Una comisión en Mendoza buscará dar con el paradero de las personas desaparecidas en dictadura
Esta acción reparatoria se suma a la reciente presentación del Cuadro 33 como sitio de memoria. La ...
02 DE NOVIEMBRE DE 2023
Alicia Beatriz Morales de Galamba fue detenida junto a María Luisa Sánchez Sarmiento y los hijos de ambas. Además de narrar su cautiverio, su declaración en el 4° Juicio por delitos de lesa humanidad aportó sobre el caso de la desaparición de Jorge Vargas, lo mismo que Luis Adolfo Vargas, hermano de Jorge.
Alicia Beatriz Morales de Galamba exponiendo documentación de su caso. Fotos: Guadalupe Pregal
Alicia Beatriz Morales vivía junto a su marido Juan José Galamba y sus hijos en la calle Rodríguez, de Ciudad. Jorge Vargas, su esposa María Luisa Sánchez Sarmiento y sus dos hijas habían llegado a la casa a principios de junio.
El 12 de junio de 1976, cerca de las 23.00, Alicia y María Luisa se encontraban en la casa cuando un operativo conjunto de la Policía de Mendoza y Ejército ingresaron de manera violenta al domicilio. En el allanamiento rompieron todo lo que encontraban a su paso. Además, fueron robados los bienes del matrimonio Galamba y la mercadería que poseían de un negocio de equipamiento para el hogar. Ni Jorge Vargas ni Juan José Galamba se encontraban en el domicilio.
“Nos llevaron detenidas a María Luisa Sánchez Sarmiento, sus dos niñas, una de un año y medio o dos años, y la otra de cinco años; y mis hijos, de dos meses y un año y tres meses”, explicó Alicia, aunque no logró recordar si ambas iban en el mismo auto en el breve recorrido hasta el Palacio Policial.
Allí las llevaron a una oficina desocupada donde pasaron la noche. Alicia Morales recordó que su bebé respiraba con mucha dificultad y que con el paso del tiempo era cada vez peor y, aunque a la mañana siguiente un médico lo revisó y prometió enviarle medicamentos, nunca los recibió. Con plata que sacaron de su cartera, algunos oficiales les compraron leche, pañales y unas bananas para los niños. A la noche le dijeron que se iban a llevar a sus hijos y, aunque se resistió, luego de forcejear se los llevaron. “Después se llevaron a los chicos de María Luisa; eso fue el 13 a la noche. Yo me enteré después de que se los entregaron a mis padres. Me enteré después de que mis padres lograron verme cuando yo entregaba, nos quitaban a los niños, que la oficina donde nosotros estábamos estaba casi frente a la mesa de entrada donde atendían al público. Mi papá y mi mamá, e incluso mi hermana, alcanzaron a verme y creyeron que yo estaba herida o algo así, porque tenía la cabeza atada, o sea, la venda”, explicó.
Morales declaró que a la nena de María Luisa “el hombre que la sacaba a la nena de cinco años la sacaba a 'buscar tíos', según dijo la misma nena. Que la habían llevado a la terminal y que la habían paseado por muchos lugares. Que le habían comprado galletas. Obviamente, los chicos ya estaban histéricos de estar encerrados; entonces cuando el hombre este vino y dijo: 'Te voy a llevar a dar una vuelta', la nena poco menos que salió corriendo. No era muy confortable el lugar en el que estábamos, ni acostumbrados a estar encerrados y todas esas cosas, los chicos sentían mucho esa situación”.
Luego fueron trasladadas a un sótano que contaba con dos celdas, que están en la parte superior, y otras más pequeñas en la primera planta. A Alicia la subieron por una escalera fina y la ingresaron a una de las celdas. Morales recuerda que el lugar estaba absolutamente oscuro y que además, ella estaba vendada y con sus manos atadas. En esa zona, en las noches, ingresaban prostitutas a una celda que estaba al fondo.
“Una de esas noches, alguien me llevó un café con leche y me desató. Me llevaron un café con leche, unas tortitas y cigarrillos. Yo intenté prender un cigarrillo y después no me acuerdo más, porque parece que me desmayé. No sé cuántos días estuve ahí. Yo calculo que entre unos cuatro o cinco días. De ahí me subieron a las celdas de los calabozos del D2. Cuando me suben (sic) a las celdas del calabozo del D2 hay un hecho que me llama la atención, que es que cuando me van llevando con una venda elástica, aparte de la que ya tenía, atada de manos y todo eso, yo sentí que abrían una puerta y otros le dijeron a los que me llevaban: 'Pará, pará, que este cochino se ha meado'. Entonces me pusieron otra vez contra la pared y yo en ese momento me tropiezo con algo que me parece un cadáver en el piso”, describió Morales.
Alicia manifestó que debía haber estado cuatro o cinco días vendada y atada, y que las condiciones en las celdas eran peores: “Las salidas al baño eran de cuando en vez y de vez en cuando, las comidas eran escasísimas”. Ahí vio nuevamente a María Luisa, que estaba en otra celda. Por ella se enteró de que María Luisa sí lo había visto a Jorge Vargas. Le explicó que ella había estado en las celdas chiquitas y que Jorge Vargas estaba en la celda que daba a la espalda de la de ella. Las prostitutas fueron muy solidarias con ellas y, aparentemente, fueron quienes bajaron a Jorge para que María Luisa lo viera. “María Luisa me cuenta del hecho de que a la nena, aparte de sacarla a 'buscar a los tíos', también la llevaron a la sala de tortura del padre y que Jorge Vargas no dijo nada de la casa, que no podía entender por qué estábamos nosotros ahí si él no había dicho nada. Nosotros no sabíamos que Jorge Vargas había sido detenido. Yo me entero después, en el transcurso del tiempo que estoy en el D2, de cómo eran sus heridas, de que estaba herido en la mano derecha, que tenía un tiro que le había levantado el cuero cabelludo, estaba sin dientes y muy malherido”.
La detención de Jorge Vargas fue descrita por Morales en la audiencia: “Lo que él le cuenta a María Luisa y María Luisa me cuenta a mí es lo siguiente: que él sale a las 11:30 de la mañana de mi casa con una bolsa de ropa sucia para llevar al lavadero; que, en inmediaciones, casi en la puerta de la Universidad Tecnológica Nacional, que es a una cuadra de donde yo vivía, fue interceptado por un móvil y que entonces él grita: 'Soy Jorge Vargas, me llevan, me chupan', o una cosa así. Gritó a viva voz pero parece que intentó defenderse, yo no sé si él estaba armado o no, pero aparentemente él estaba armado. Lo que María Luisa me cuenta es que él tiene un tiro que le perfora la mano derecha. Y lo suben así, herido como está, a un móvil y lo traen al mismo lugar que a la noche nos traen a nosotros. Lo que pasa es que eso nosotros no lo sabíamos cuando fuimos detenidas. Esto lo hemos hablado después, después de que ella logró hablar con él”.
Entre las torturas vividas por Alicia, declaró que “un señor que lo conocíamos por 'Mechón Blanco', que creo que ya murió y no me acuerdo el nombre, se dedicaba sistemáticamente a abrirme la mirilla y cada vez que venían a buscar, ahí en el D2, era permanente el hecho de que venían a buscar gente, la llevaban a la tortura, la traían, esto era cotidiano. Pero cada vez que sucedía un hecho así, él abría la mirilla y decía: 'La próxima sos vos'; o sea, era la tortura diaria”.
“Como en el mes de octubre me llevaron a la sala de 'canto y solfeo', como le decían los milicos, digo, los policías, y me llevaron a los golpes, pero luego en el interrogatorio me dieron uno que otro mamporro, porque me preguntaron por Jorge Vargas y por mi marido. En algún momento me atreví a decir: '¿Para qué los quieren si yo ya estoy aquí?, o sea, yo no tenía ni la más mínima idea de por qué estaba incomunicada hacía dos o tres meses, no tenía idea de lo que estaba pasando afuera ni nada. Me pegaron pero nada más, y de vuelta del interrogatorio también me pegaron, pero era más como una chacota, o sea, de reírse: me llevaban empujando y como yo iba toda vendada y atada, me dejaban en el primer escalón de una escalera y no me avisaban, entonces yo me caía y ellos se redivertían” recordó Morales.
Las otras cárceles
Ella permaneció en el D2 hasta los primeros días de noviembre del 76, cuando fue llevada al Consejo de Guerra. Allí tuvo la oportunidad de ver a sus hijos y padres. Después la llevaron a la Cárcel de Mendoza, donde estuvo diez días incomunicada. Luego la subieron a un avión y la trasladaron a Devoto. El 26 o 27 de noviembre le dieron la libertad. “Entonces me dan la libertad, yo viajo a San Rafael, en Mendoza me están esperando mis padres. Yo les mando un telegrama de que llego a Mendoza, al Sr. Petra Recabarren también se le manda copia del telegrama, yo me presento, tengo el certificado firmado por Rizzo Avellaneda, que era el Jefe de Inteligencia de San Rafael, porque a mí me dan la libertad en Devoto sin ningún tipo de documento y era imposible circular por ningún lado sin documento. El 1.° (de diciembre de 1976) yo fui detenida nuevamente, trasladada a la Cárcel de Encausados de San Rafael por una noche y esa madrugada, llevada de nuevo a la cárcel de Mendoza”.
Se estima que su liberación fue un modo de señuelo para atrapar a su marido, que había logrado evadir la detención: “Es una de las cosas que siempre me parecieron que podían ser, porque justamente el 29 de noviembre era su cumpleaños, o sea que para el día del cumpleaños de mi marido que estaba prófugo yo fui liberada. (…) En realidad, yo estaba en el supermercado con mi hermana y los niños, primera vez que salía de adentro de la casa porque además estaba bastante asustada; fuimos al supermercado que queda a media cuadra y ahí, estando en el supermercado, empezamos a sentir sirenas y ya nos empezaron a seguir adentro del supermercado. Nosotros salimos y volvimos a la casa. Cuando llegamos la tenían a mi mamá contra la pared”.
Del segundo allanamiento, Morales declaró no recordar quién lo comandaba, pero sí identificó a uno de los implicados: “Sí sé que había alguien que yo conocía porque éramos de la misma edad. Mi padre era militar, yo había conocido a los hijos de otros militares y él era conocido, de apellido Bleuger, que para mi sorpresa apareció su apellido en el informe de desarchivados del Batallón 601 de Inteligencia. Otro dato que quería aportar es que cuando a mí me liberan y yo vuelvo a Mendoza, me están esperando mis padres con un señor que se llama Víctor Hugo, igual que mi padre, pero Quiroga de apellido, que también era de los servicios y que no se despegó de nosotros en ningún momento. Es decir que, mientras me traían de vuelta a San Rafael y los días que yo estuve en la casa, este señor Víctor Hugo Quiroga, que trabajaba en el servicio de Inteligencia del Estado y ya se murió, vivía en la casa que estaba al lado de donde funcionaba la sede principal del servicio de Inteligencia, frente al Ejército, en la calle Mitre en San Rafael. Este señor no se despegó en ningún momento y él fue el que insistió en que me presentara en Inteligencia, donde estaba Rizzo Avellaneda, para que demostrara que yo no me había fugado”.
Al ser detenida nuevamente, su padre presentó una nota consultando por la situación de su hija, de la cual recibió una carta de contestación firmada por Tames Yapur, que explicaba que “fue dejada en libertad por la Unidad de Villa Devoto por error, ya que la misma se encuentra condenada desde el 19 de octubre del 76 por el Consejo de Guerra especial para la subzona 33 a la pena de cinco años de reclusión por las siguientes causas: ser integrante de una organización subversiva declarada ilegal, tenencia de armas y tentativa de incitación pública a la violencia”.
La complicidad del sistema de justicia federal
Estando en la cárcel, Alicia Morales fue trasladada junto a presos comunes al Tribunal Federal de la calle Las Heras. Cuando bajaron del celular le sacaron la venda: "Vi que había una tienda y había un hotel, y vi cómo nos miraba la gente, la gente que a las 9:30 de la mañana pasaba por la avenida Las Heras. (…) Sí me acuerdo perfectamente de la cara del juez Guzzo, de Romano y de Petra”. En aquel momento se enteró de que también tenía una causa judicial en su contra. En presencia de los magistrados, Morales preguntó “'¿Cómo que tengo causa federal también, si ya me hicieron Consejo de Guerra?' Y me dijeron: 'Bueno, si no le hemos dicho antes es porque no la encontrábamos en ningún lado'. '¿Cómo que no me encontraban por ningún lado si yo estaba detenida?' (…) Con alguien de la justicia, que no me acuerdo si era Guzzo o era Romano”, explicó Morales.
“Luego hay una audiencia, que me refiere mi padre, con el Juez Romano, donde directamente le dicen, en palabras textuales según mi papá: 'No joda más, Morales, no la busque más', pero mi papá seguía presentando notas. (…) En realidad, hay una nota firmada por Petra invitándolo a mi papá a presentarse en el juzgado, creo que se entrevista con Romano, no con Petra”.
En ese momento Romano interrumpió el testimonio de Alicia Beatriz Morales, diciendo: “Si yo pedí el sobreseimiento, por favor, señora”, a lo que el Fiscal Vega le pidió a Morales que explicara bien cuándo fue que le dieron el sobreseimiento. La testigo afirmó que fue el 11 de junio de 1980, cuando había sido detenida en junio de 1976, por lo que cumplió cuatro años de condena.
Romano, luego de ser callado por el Presidente del Tribunal al intervenir en el testimonio de Alicia Morales de Galamba
Ser el hermano
Luis Adolfo Vargas es hermano de Jorge Álvaro Vargas. En 1976 estudiaba de derecho en Santa Fe, cuando su hermano fue secuestrado.
Antes del golpe militar del 24 de marzo del 76 había viajado a San Juan a visitar a sus padres. El 25 o 26 de marzo realizaron un operativo militar en la casa de la familia Vargas y detuvieron a Luis Adolfo. Fueron trasladados a la Legislatura (exlegislatura provincial), vendados y con las manos atadas. Él supo que era la Legislatura porque su venda se corrió. Le pusieron una capucha y los llevaron al primer piso. Allí lo torturaron con golpes y también escuchó cómo torturaban a otras personas. Los interrogatorios siempre fueron respecto de su hermano. Luego fue trasladado al Penal de Chimba, donde también lo interrogaron con torturas, le hicieron simulacro de fusilamiento y submarino, entre otros maltratos.
Luis Vargas estuvo cuatro o seis días: “Cuando advierten (sic) que desconozco totalmente lo de mi hermano, domicilio, cómo se comunicaba y todas esas cosas, me dejan en libertad, a mí y a varios. Me tiran en calzoncillos cerca del RIM. Como había estado vendado tantos días no podía ver, entonces gateando me voy a una acequia. Como a la media hora empiezo a ver algo, a visualizar algo, y veo el alambrado y me doy cuenta de que es el RIM22. Por la acequia voy avanzando y veo que el camión del Ejército daba vueltas y dejaba otra gente igual que yo, o sea, en las mismas circunstancias. Así llegué a la casa de mis padres nuevamente, a las tres o tres y media de la mañana”.
A Jorge lo había visto en el 75 porque justo ambos estaban en San Juan. “A mi hermano, creo que lo secuestraron en junio o julio y no me avisaron nada. Mi madre, para no preocuparme porque me quedaban las últimas materias para recibirme, no quería que yo tomara conocimiento del tema hasta que salió en todos los diarios”.
Luis recordó que sus padres lo buscaron por todo el país. En Mendoza realizaron un Habeas corpus con un abogado llamado Efraín. También hablaron con el General Maradona, que era amigo de la familia y a quien visitaban todas las semanas en Mendoza. Además se entrevistaron con el arzobispo de San Juan, entre otras personas, en la búsqueda de Jorge.
“Yo me entero como unos veinte días después, cuando muere mi sobrina, no me acuerdo cuántos días después del secuestro; como al mes, ahí me entero. Para no preocuparme porque toda la familia recibió un golpe muy grande, no me dijeron nada. Además, pensarían que lo iban a encontrar, que iba a aparecer”, explicó Luis Vargas.
En el velorio de su sobrina tuvo oportunidad de ver a su cuñada María Luisa Sánchez, pero estaba fuertemente custodiada, por lo que no pudo hablar con ella: “Un gran abrazo, lloraba; se me afirmó en el hombro y lloró, nada más” explicó Vargas.
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