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12 DE DICIEMBRE DE 2024
Macri y Scioli aprovecharon el cruce para consolidar las estrategias que venían tomando en la campaña. Estará en los votantes creerles o no.
Más allá del debate en torno a “quién ganó”, el enfrentamiento entre Daniel Scioli y Mauricio Macri sirvió antes que nada para que los candidatos reforzaran los mensajes y las estrategias que plantearon de cara a la segunda vuelta en los últimos días.
La estrategia de Scioli fue previsible. Se propuso como parte del triángulo de trabajadores-empresarios-estructura contra fondos buitre-ajuste-Alianza e insistió, durante todo el debate, en acusar a Macri de que un gobierno suyo echaría atrás algunas de las medidas del oficialismo que gozan de amplia aceptación pública (YPF, ANSES, Aerolíneas Argentinas, entre otros) y con que los efectos de su programa económico serían perjudiciales para la ciudadanía.
Para eso, apeló a un discurso frontal, hablando a cámara y dirigiéndose al televidente de “vos” y como “compañero trabajador”, que de paso fue un gesto más de su campaña hacia el peronismo. Empero, eso lo llevó a tener un discurso acusatorio y más confrontativo que el de Macri, quien se mostró mucho más sereno, respetuoso de los tiempos y ameno en sus exposiciones, incluso llamando a Scioli de Daniel y tratándolo amistosamente. Como señalara Sebastián Iñurrieta recientemente en una de sus columnas, Scioli volvió a pelear contra su propio espejo.
Macri, en tanto, tampoco se aportó de su speech previo. Como adelantaba a modo de pregunta Santiago Rodríguez Rey ante la consulta de El Estadista, apeló al name dropping para asociar a Scioli con la continuidad: comparó al candidato del FpV con Aníbal Fernández, Carlos Zannini, los panelistas del programa 6,7,8 y se refirió a Sergio Berni y otros funcionarios en sus exposiciones.
Scioli defendió su autonomía respecto del Gobierno nacional al pedirle a Macri que debatiera con él y no con el gobierno que se va el 10-D, y Macri acusó a Scioli de sembrar miedo con sus acusaciones y lo llevó a un terreno personal para dejarlo al candidato del FpV como quien confrontaba.
Pablo Knoppof (Isonomía) aseguraba que el riesgo de la llamada “campaña del miedo” era que fuera el propio Scioli quien apareciera confrontador y a eso apuntó Macri, quien lo acusó de mentir y le cuestionó: “¿En qué te han transformado, Daniel?”.
De todos modos, ni el gobernador bonaerense se diferenció demasiado de su espacio ni el jefe de Gobierno desestimó las dudas que genera su candidatura. Será la ciudadanía, en última instancia, la que determinará quién alejó mejor los fantasmas de sus candidaturas.
Por lo pronto, a Macri se lo vio más conciliador y propositivo. En concreto, se comprometió a derogar el memorándum con Irán, rechazó las reelecciones indefinidas, pidió un nuevo sistema de votación y la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, se refirió al Plan Belgrano para el norte argentino y planteó como objetivo la independencia judicial, la pobreza cero y la transparencia de gobierno.
Mientras tanto, Scioli se comprometió a mantener subsidios, quitar Ganancias, bajar costos de logística, promover el 82 % móvil y su mejor momento fue al referirse al narcotráfico y endilgarle a Macri que no pudo resolver el problema de los trapitos.
Como show, el evento fue de más a menos pero fue entretenido en términos generales por la sobreoferta de chicanas entre ambos. Sin embargo, como señaló Rodríguez Rey con ironía vía Twitter, “de pimienta no se hace un plato”. Las provocaciones ahuyentaron el debate de ideas y buscaron únicamente los títulos mediáticos.
Como planteaba Abelardo del Prado, “el debate en sí puede influir, pero a menos que suceda algo extraordinario, es un elemento más entre los múltiples incentivos a lo largo de las últimas semanas”. “Si cada candidato continúa con su speech –decía–, difícilmente permee la opinión pública y en ese caso, el debate no hará más que consolidar posiciones más que modificarlas”.
A todas luces, lo que Del Prado opinaba fue lo que sucedió. Sciolistas y macristas, tanto en el plano dirigencial como entre sus militantes y simpatizantes 2.0, vieron ganador a su candidato y reforzaron a partir de ello su posición respecto del balotaje. Si Macri es quien encabeza las preferencias de los votantes –como dicen las encuestas–, entonces el status quo habrá sido más beneficioso para él que para Scioli.
El lenguaje pugilístico y la imperiosa necesidad de encontrar un ganador –que abundaron en los medios de comunicación post debate– contribuyen poco al fortalecimiento de la institución del debatir –que Argentina Debate se propuso crear– y a la contraposición real de ideas y programas de gobierno.
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