Médicas del Hospital Central acompañan cada día a pacientes aislados en su casa
Ocho profesionales forman parte de un programa de seguimiento para pacientes que cursan COVID-19 de forma leve. Dan respuesta médica y contienen en medio de la incertidumbre.
Las ocho médicas que realizan el seguimiento a pacientes que permanecen aislados en sus casas. Fotomontaje: Andrés Lobos
Esas ocho médicas del Hospital Central son lo contrario al desamparo. El llamado diario que hacen a cada paciente que cursa en forma leve la infección por COVID-19 y permanece aislado en una pieza de su casa es el mejor antídoto contra la soledad; es la voz que tranquiliza con respuestas médicas precisas, que explica con claridad qué deben tener en cuenta para advertir si su cuadro desmejora y necesitan asistencia; pero también es la voz que acompaña, que pregunta por la familia, que contiene en medio de una situación en la que se imponen el miedo y la incertidumbre.
Esas ocho médicas del Hospital Central que son lo contrario al desamparo tienen nombre y apellido: Carla Morichetti, Lucía Miatello, Fernanda Reina, Anelisa Navarro, Tatiana Núñez, Eliana Strada, Noemí Saldeña y Adriana Brandi, la inmunóloga que coordina el grupo de seguimiento de pacientes y profesionales de la salud que cursan en forma leve la enfermedad y permanecen aislados en sus casas.
Meses después del inicio de la pandemia, desde el centro sanitario idearon el programa de seguimiento telefónico de las personas que no necesitan internación, pero a las que es imprescindible acompañar por si el cuadro desmejora. El programa comenzó en agosto de 2020 y ya brindó respuestas a 614 personas.
El grupo de profesionales que realiza el seguimiento fue cambiando: algunas trabajan en forma presencial y otras lo hacen desde su casa, porque fueron consideradas personas de riesgo, por una enfermedad o, en la mayoría de los casos, porque cursaban un embarazo. Teniendo en cuenta esto, también integraron el equipo del programa: Analía Pace, Rocío Muñoz, Daniela La Salvia, Anabel Ledda, Betina Ángel, Pamela Dafran, Ana Richiardi, Patricia Álvarez y residentes de distintas especialidades que brindaron su colaboración.
De la guardia a la casa
Las personas incluidas en el programa de seguimiento de telemedicina ingresan a la guardia del hospital con algún síntoma de COVID-19. Luego de los exámenes y las preguntas de rigor, de comprobar que cursan la enfermedad y que no tienen un compromiso respiratorio de pulmón, se determina que no es necesaria su internación.
Para cumplir con el aislamiento y el seguimiento médico en su casa, un paciente deben cumplir con dos requisitos: tener una habitación donde aislarse del resto de la familia y un baño, y contar con alguna movilidad que le permita asistir de inmediato al hospital o al centro de salud más cercano si el cuadro desmejora. Quien no cumple con estos requisitos es trasladado a un hotel, de acuerdo a los protocolos establecidos por las autoridades sanitarias.
Desde que ingresan al programa de seguimiento, cada persona cuenta con una historia clínica donde se anotan todas las novedades que las ocho médicas advierten en las llamadas que hacen a diario con sus teléfonos particulares. Brandi, que coordina el programa, comentó a Unidiversidad que realizan el seguimiento de dos grupos en forma paralela: los pacientes que se atienden en la guardia, y profesionales de la salud que se contagiaron y cursan la enfermedad en su casa. En el primer caso, las ocho mujeres llaman todos los días a cada paciente y ellos pueden comunicarse si tienen una urgencia. En el segundo caso, los llamados son más distanciados, justamente por tratarse de personas que conocen las señales de alarma, por lo que se comunican los días 3, 7 y 10 del cursado de la enfermedad.
Entre los síntomas y el miedo
Brandi comentó que explican a cada paciente cuáles son los síntomas generales y esperables que pueden tener y cuáles son las señales de alarma que muestran un desmejoramiento del cuadro, como la dificultad para respirar, la persistencia de temperatura por encima de 37 grados o un cansancio extremo, entre otras.
Cada médica le da al grupo de pacientes que sigue, que en su mayoría tienen menos de 40 años, algunas tareas: comer variado y sano, hidratarse, tomarse la temperatura tres veces al día, controlar que la saturación del oxígeno en sangre no baje del 95 %, para lo que se utiliza un aparto que es como una pinza que se coloca en un dedo.
Brandi comentó que las personas siguen las indicaciones, no se automedican, son respetuosas y responsables a la hora de llamar a las profesionales. Es decir, solo lo hacen ante una consulta urgente y puntual; de lo contrario, esperan el llamado diario.
La inmunóloga explicó que, más allá de las preguntas médicas, la mayor preocupación de las personas es contagiar a alguien de su familia. Por eso, subrayó, es tan importante la respuesta médica como el acompañamiento humano.
“Los pacientes tienen muchos temores, no solo en relación a la posibilidad del deterioro de su propia salud, sino especialmente el miedo de contagiar a alguien de su familia. Por eso, es importante brindar tranquilidad. Trabajamos con una visión holística, global, no es puramente médico el contacto, sino es acompañar y tranquilizar; los pacientes lo notan y muchos nos envían un agradecimiento”, contó.
Señal de alarma o alta epidemiológica
En caso de que el cuadro desmejore, la profesional indicará el traslado inmediato a la guardia (donde avisa previamente) o al centro de salud más cercano. Esto, porque uno de los requisitos del programa es que la familia cuente con una movilidad para trasladar al enfermo.
Si esto no sucede y la evolución es favorable, como en la mayoría de los casos, cuando se cumple el día diez desde el comienzo de los síntomas, las profesionales dan el alta epidemiológica, es decir que la persona ya no contagia. En cuanto al alta médica definitiva, no la dan ellas, sino profesionales del mismo hospital o de un centro de salud, ya que hay pacientes que no están en condiciones clínicas de retomar sus actividades habituales en forma inmediata.
Con cansancio y sin reconocimiento
Hace 27 años que Brandi trabaja como profesional de la salud y confesó que nunca pensó vivir una situación de pandemia como la actual. Dijo que la sobrecarga de trabajo es grande, pero que la llevan con alegría y con la mejor predisposición, aunque destacó que se sienten decepcionados por el desinterés y la falta de reconocimiento, no sólo salarial, sino de gestos, de palabras.
La profesional explicó que el cansancio no es solo físico, sino mental, porque deben lidiar todos los días desde hace dos años con situaciones dolorosas. La última –contó– fue la muerte de su maestra de primer grado luego de permanecer internada en terapia intensiva.
La inmunóloga dijo que el reconocimiento llega de muchos pacientes a quienes siguieron y luego dieron el alta. “Muchas gracias. Pido a Dios que te dé siempre el don de gente para saber acompañar a aquellos que la pasan mal. Ha sido muy importante para mí recibir tus llamadas, saber que alguien profesional se ocupa de mí, éxitos y fuerza”, fue uno de los cientos de mensajes que recibió este grupo de ocho mujeres que es lo contrario al desamparo.
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