Nuevas masculinidades: una biblioteca para desandar mandatos desde las primeras lecturas
Las escritoras Paula Bombara, Sonia Santoro y Lydia Carreras pensaron tres títulos cada una que invitan a reflexionar sobre la no violencia contra las mujeres. Un repaso por cuentos y novelas que cuestionan las violencias invisibilizadas y naturalizadas.
En sintonía con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra el 25 de noviembre, las escritoras Paula Bombara, Sonia Santoro y Lydia Carreras, que tratan en sus ficciones las muchas formas de la crueldad que recae sobre niñas y adolescentes, proponen títulos y autores para lectores jóvenes, claves para armar una biblioteca tendiente a deconstruir un relato patriarcal que vulnera feminidades, masculinidades y disidencias sexuales por igual. Con novelas y cuentos que trabajan tramas socialmente incómodas, ásperas de desarrollar, y que guardan un potente impacto estético y emotivo, las autoras consultadas ponen en cuestión las formas de consumo banal que propone el mismo capitalismo machista que funda, naturaliza e invisibiliza las violencias que alumbran en sus textos.
Bombara, Santoro y Carreras repasaron su obra y bosquejan un catálogo de textos literarios atravesados de manera directa y tangencial por el ciberacoso, el maltrato y el abuso sexual infantil, la trata de personas, las relaciones tortuosas o la inequidad en el acceso académico y laboral.
"La violencia me ocupa por haber sufrido el terrorismo de Estado. Ese vivir y revivir me abrió un espacio de preguntas que siguen determinando ciertas decisiones", afirmó Paula Bombara.
La chica pájaro (Norma), una historia de amor genuino pero también de golpes y maltrato que no tiene, como podría esperarse, un final feliz, y La desobediente (Loqueleo), un homenaje a las científicas que buscaron por todos acceder al conocimiento vedado por los varones, son novelas de la escritora y bioquímica Bombara, autora de una obra vasta y muy atravesada por la violencia, que en las librerías ocupa las estanterías de infancia y adolescencia. “La violencia me ocupa por haber sufrido el terrorismo de Estado", dice la autora." Primero me privaron de mi padre, tuvimos que escondernos, dejar la ciudad donde nací; después me separaron de mi madre y estuve un tiempo inconmensurable sin saber si aparecería o no. Ese vivir y revivir me abrió un espacio de preguntas que siguen determinando ciertas decisiones, una marca que me ha mantenido alerta, observando y reflexionando siempre sobre el dolor y el poder para infligir dolor", contó Bombara.
La escritora y bioquímica Paula Bombara. Foto: Télam
Las dos protagonistas de esas novelas, Mara y Florence, "surgen de un pensar donde lo personal, lo privado y lo micro se entrelazan de modo indisoluble con lo colectivo, lo público y lo macro", indica. Se trata de "relatar una parte pequeña de una red inmensa de mujeres y disidencias, donde hay sectores desechos por donde siempre se cuela la violencia y arrastra víctimas, pero siempre hay manos que toman las hebras sueltas para anudar, resistir nuevos embates y avanzar en pos de ampliar derechos y encontrar justicia".
"Para mí, los libros son conversaciones –dice Bombara– que interrumpo para indagar cómo resolvió tal o cual escena alguna escritora o pensadora referente. En La chica pájaro, fue muy importante la búsqueda poética, sonora, que hice con Claudia Masin, un aprendizaje que quedó en mí desde entonces. En La desobediente, mis compañeras principales fueron Mary Shelley y su madre, Mary Wollstonecraft".
Santoro, periodista que participa del festival literario infantil Filbita 2021 dando un taller sobre ficción a partir de hechos reales, escribió Mariposas de río (Edelvives), novela que aborda las consecuencias del femicidio en el entorno de la víctima, en este caso, en una de sus amigas adolescentes y que tuvo su germen en a primera marcha del #Niunamenos, en 2015. "Ese día fue muy emocionante, pero más para quienes trabajamos en temas de género hace años. Meses atrás, pensar en llenar Plaza de Mayo era una utopía. Ese 3 de junio fue la respuesta a los femicidios de varias chicas muy jóvenes, una semana antes, que se hicieron insoportables para las periodistas que cubrían el tema y para la sociedad –relata–. En ese contexto, me pregunté cómo podría recibir una nena que está en la edad de dejar de serlo, mirando la vida con inocencia y avidez al mismo tiempo, la noticia de que la chica asesinada era una amiga", explicó la periodista.
La genealogía de esa novela está en "el movimiento de mujeres y las maestras feministas" que Santoro escucha y lee desde hace años, "puntualmente –indica–, Monique Alstchul, de la ONG Mujeres en Igualdad, que me inspiró y me prestó un poquito de su historia para componer a la abuela feminista de la protagonista de la historia. Si pienso en autoras, mi gran maestra es la escritora infantil y juvenil Verónica Sukaczer y recuerdo un libro puntual de Laura Rosso y Nadia Fink, Feminismo para jóvenas, que me ayudó a leer las voces de las protagonistas de la 'revolución de las hijas'".
La novela Nada es suficiente (Nube de tinta), de Carreras, da cuenta de cómo se generan relaciones sentimentales violentas en la adolescencia y cómo afectan a los afectos. "Surgió de la observación, de la memoria, de historias familiares más o menos cercanas que marcan atisbos, caminos una y mil veces recorridos por mujeres de todas las clases sociales y edades durante siglos", dice su autora. El atajo (Edelvives), otra novela suya, es una historia de trata que le contó Graciela Rojas, creadora de la ONG Mujeres Tras las Rejas, "y ocurrió tal y como está narrada, más allá del proceso de novelado –indica–. En este caso, se cruzan las fronteras del dolor y sometimiento a esclavitud de la forma más primitiva que se pueda imaginar, y lo perverso del caso es que el mecanismo que lo pone en funcionamiento permanece intacto a través de siglos".
A esta constelación pertenecen títulos como Beya. Le viste la cara a Dios (Eterna Cadencia), de Gabriela Cabezón Cámara; Cornelia, (Planeta), de Florencia Etcheves, y El cielo no existe (Alfaguara), de Inés Fernández Moreno. Podría agregarse a esta lista Un Infierno (Nube de tinta), su novela sobre grooming o acoso cibernético, "una amenaza apenas disfrazada de entretenimiento que se encarniza especialmente con mujeres, cuanto más jóvenes mejor, que en algunos casos apunta a rapto y violación –señala Carreras–: violencia remota con tecnología de altísima complejidad que vuelve al perpetrador irrastreable".
"La víctima avanza confiada porque no reconoce las señales de alerta hasta que oye la puerta cerrarse detrás de ella", grafica Carreras, y de esto estrictamente se trata Sola en el bosque (La brujita de papel), cuento sobre abuso sexual infantil de Magela Demarco e ilustrado por Caru Grossi, dirigido los más chicos, de corte más metafórico, escrito con asesoramiento del Servicio de Salud Mental del Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná y heredero de libros como Estela, grita muy fuerte, de Bel Olid y Martina Wanda.
"Orejas de mariposa" es otro libro infantil que "habla de un grupo de chicos que cargan a la protagonista por todo: porque su belleza no se corresponde con los cánones sociales establecidos, por su condición económica, por su forma de vestirse. El libro es una belleza y está mostrado de forma metafórica. Amo ese libro y siempre que puedo se los leo a lxs más chicxs", había dicho Demarco.
Cada una de las escritoras pensó tres títulos o autores que pudieran engrosar una Biblioteca para adolescentes que invitara a reflexionar sobre la no violencia contra las mujeres, aunque, advierte Bombara, "no es fácil recomendar lecturas sin conocer a los grupos de niñas, niños y jóvenes porque las franjas etarias homogeneizan y no son edades en donde lo que resulta de esa homogeneización sea representativo". Dicho esto, mencionó algunas lecturas que la dejaron pensando acerca de la violencia durante semanas: La casita azul, de Sandra Comino, una obra pionera en retratar la violencia contra las niñas; La noche del polizón, de Andrea Ferrari, donde se muestra otro tipo de violencia, la que sufren los migrantes. No comas renacuajos, del colombiano Francisco Montaña, una historia de una sensibilidad feroz que deja efectos perdurables en quien la lee, y la poesía de Verónica Viola Fisher".
“Es interesante detenerse en la protagonista de 'Las mil y una noches' porque Scheherezade es una mujer que cuenta historias al Sultán como estrategia para no ser asesinada”, Sonia Santoro.
Santoro se decantó, entre los cásicos, por Mujercitas, de Louisa May Alcott. "Me parece inevitable porque nos habla de la vida de las adolescentes de otra época, de las restricciones que sufrían y de la posibilidad de tener proyecto propio o rebelarse en cualquier contexto –puntualiza–. Memorias de una joven formal, de Simone de Beauvoir, puede ser tentadora para quienes tengan interés por lo autobiográfico porque cuenta la infancia y adolescencia de la gran feminista francesa. Y entre los contemporáneos, tal vez para más grandes, Chicas muertas, de Selva Almada, un libro en el registro de la crónica y la no ficción que se mete de lleno en el tema de los femicidios".
"Es interesante detenerse en la protagonista de Las mil y una noches porque Scheherezade es una mujer que cuenta historias al Sultán como estrategia para no ser asesinada, como había hecho hasta el momento con miles de mujeres –sopesa Santoro–, y entre las contemporáneas, se me ocurre Lindo día para volar, de Verónica Sukaczer, porque habla de la autonomía, el valor de la libertad y de la no violencia, con humor e inteligencia, a través de la vida de un grupo de pájaros".
Por su parte, Carreras recomendó Rafaela y su continuación Rafaela Intermitente, de Mariana Furiasse. Si la Biblioteca fuera infantil, optaría por Yo soy la Reina, de Maricel Santín y Marina Zan; Ideas claras de Julito enamorado, de Istvancich, y El libro de todas las cosas, de Guus Kuijer.
La escritora Lydia Carreras. Foto: Télam
Fuente: Dolores Pruneda Paz para Télam
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