No son solo robots y cohetes: desafíos para la Argentina en la conquista del espacio
Mientras los países líderes en exploración espacial tejen una nueva red de alianzas, importantes magnates del sector privado llevan sus intereses fuera de las fronteras planetarias. En este complejo y desafiante escenario, Lucio Marinsalda Pastor, becario doctoral de Conicet, expuso en la UNCUYO sobre los desafíos que tiene el país.
La conquista del espacio exterior entró en una nueva etapa, con nuevos y poderos actores. Crédito imagen: freepik.es
Bill Nelson, administrador de la NASA, sonríe. A su lado, el presidente de la Argentina, Alberto Fernández, también sonríe. Están en Casa Rosada y sostienen un cuadro que sella simbólicamente el ingreso a una actividad extraña para las y los habitantes de esta región del planeta: la conquista del espacio exterior. La foto de Nelson y Fernández fue el corolario, en julio pasado, del ingreso de la Argentina al proyecto Artemis. La foto, también, fue el disparador para que, en los primeros días de septiembre, desde un aula de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO, el investigador Lucio Marinsalda Pastor comenzara una charla con un nombre desafiante: “Más allá del sistema-mundo: desafíos de la incursión de la humanidad en el espacio exterior”.
Marinsalda Pastor es politólogo, egresó de la UNCUYO y actualmente es becario doctoral del Conicet y docente universitario. Para el especialista, hay una pregunta clave en este proceso y es qué desafíos particulares presenta este escenario para la estrategia geopolítica argentina.
Argentina es el país número 28 que se suma a los “Acuerdos de Artemis”, que comparte el nombre con la misión que proyecta una base habitada por humanos en la Luna para luego llegar a Marte. Para Marinsalda Pastor, es importante detectar “qué países se han puesto de acuerdo, por qué han firmado y qué principios tienen estos acuerdos”. Incluso, destaca que hay que revisar qué ausencias hay, porque Rusia y China no forman parte.
Una primera sospecha sobre cuál podría ser el fin último de Artemis es que, según el politólogo, se trata de acuerdos bilaterales entre países que van por fuera de la estructura de la ONU, que es el órgano mundial que rige las normas para la exploración del espacio. “En cierta medida, estos acuerdos implican una reinterpretación de los principios que están establecidos en el acuerdo para el uso pacífico del espacio exterior de la década del 60 que estableció Naciones Unidas. Esto es muy importante, porque define lo que hay que hacer ‘allá afuera’. Define que no puede haber apropiaciones nacionales o privadas de cuerpos celestes, minería, recursos. Artemis reinterpreta esto”, dice el investigador, y da a entender que, en el fondo, es una aventura privatizadora del espacio.
Bill Nelson, administrador de la NASA, y el presidente Alberto Fernández, tras el ingreso de Argentina al proyecto Artemis. Foto: Télam
Articular políticas para coordinar acciones en el espacio exterior requiere de un esfuerzo descomunal por parte de los Estados. Un ejemplo de ello es el excepcional trabajo que tuvieron que hacer varias naciones para poner en órbita la Estación Espacial Internacional. Sin embargo, Marinslada Pastor destaca que ese esfuerzo se “desactiva” en 2030, fecha en la que será dada de baja, tras más de tres décadas en órbita.
“No es solo el cierre de de una estación espacial, sino el cierre de una serie de negociaciones, de acuerdos y de una forma de convivencia que hasta el momento había imperado”, comenta.
Entonces, para el politólogo, la NASA tiene claro el cambio de paradigma y que será el sector privado el que ocupe en las próximas décadas las funciones que se focalizan hoy en la ISS. “Esto fue el disparador de mi investigación, porque los Estados dejan de cooperar con otros Estados y los privados empiezan a ocupar esos lugares”, comenta, y despeja dudas: el fin se torna económico. La conquista del espacio requiere, como es posible imaginar, de montañas de dinero.
Nuevos jugadores
"Las utopías deben ser financiadas", dice Marinslada Pastor con ironía, al referirse a cómo el renovado espacio emprendedor mundial mira cada vez con más cariño las actividades espaciales. Hay una teoría, una de tantas, muchas veces alimentada por la ciencia ficción mainstream, que indica que los recursos del planeta se agotarán y deberemos migrar a otro planeta. Esa teoría, con anclaje en el presente, pero sin la visión de virtual extinción a la vista, empieza a tener cada vez mayores actores y Argentina no es la excepción.
Tras sellar el ingreso de Argentina a Artemis, se celebró en el predio de Tecnópolis el encuentro “NewSpace en Argentina”. En ese encuentro habló Daniel Filmus, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, que dejó declaraciones como la siguiente: “Tenemos un acervo importante en materia aeroespacial: están los satélites de Arsat, los de Conae, y estamos por lanzar el Sabia-Mar, lo que representa un desafío para la articulación público-privada, para que el privado fortalezca y apuntale esta necesidad de transformar pesos en dólares”.
Entonces, Argentina abre sus brazos al NewSpace (traducido al castellano como "nuevo espacio"), el flamante ecosistema de start-ups que está mirando fuera de las fronteras planetarias. Esto no deja de ser una buena noticia para el sector de I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación), que tiene importantes empresas en el país pujando para recibir financiamiento.
Imagen: Freepik.es
Las dudas sobre el NewSpace es que, siguiendo a los protagonistas de este nuevo escenario, se presentan temores lógicos. De alguna manera, a nivel global, el NewSpace tuvo su salto a las grandes ligas mediáticas cuando, en 2020, SpaceX, la empresa del magnate Elon Musk, se convertía en la primera empresa privada en llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional. Luego, llegaron los conocidos emprendimientos de turismo espacial de Blue Origin (Jeff Bezos) o Virgin Galactic (Richard Branson), que han generado aún más titulares por sus éxitos y fracasos.
Este escenario prometedor plantea, sin embargo, algunas preguntas incómodas a la hora de pensar, hipotéticamente, en manos de quiénes pueden llegar a estar los intereses extraplanetarios.
Para dar un ejemplo, Marinsalda Pastor cita el caso reciente de Elon Musk, cuya red de satélites de baja altura, Starlink, prestaba servicios de internet a Ucrania, que está en guerra con Rusia. En un episodio que aún tiene muchos interrogantes, el ejército ucraniano no pudo conectar con el servicio de internet para una misión en el sur del país. Más allá de qué consecuencias trajo este hecho al conflicto bélico, el investigador deja una conclusión: “Nos encontramos con que estas redes de infraestructuras, en manos de actores privados, son comandadas por CEO que responden por sí mismos y por sus intereses”.
Entonces, no es para nada arriesgado preguntarse qué pasaría si futuras decisiones que puedan afectar al planeta y al futuro de la humanidad en el espacio exterior dependieran de una sola persona.
Qué puede hacer Argentina en este nuevo escenario espacial
“Argentina tomó posición al formar parte de Artemis”, dice el politólogo. Ahora bien, esto no quiere decir que el país, el Estado nacional, avala abiertamente la privatización del espacio, aunque es una respuesta abierta.
“Es muy importante el rol que pueden llegar a tener países de capacidades intermedias como Argentina, que es un país que no está en condiciones de imponer reglas en términos internacionales, pero que tiene más facilidades para acatarlas. Es más que lo pueden decir otros, que no pueden ni acatarlas, que no tienen satélites, que no pueden ni fabricarlos y que no tienen tecnología para llegar hasta ‘allá’. Entonces, el posicionamiento como potencia intermedia para las relaciones internacionales es muy importante, muy valiosa. No hay que perder la ventana de oportunidades”, remarca Marinsalda Pastor, que también dirige el Centro de Estudios en Relaciones Internacionales y Medio Ambiente (Cerima) de la UNCUYO.
En este marco, Argentina, que tiene la capacidad de montar satélites con muchas de sus piezas fabricadas en el país, genera una gran capacidad de inserción en este nuevo paradigma especial. “No somos el único país que hace esto, pero sí somos unos de los pocos que lo hacen”, subraya y remarca que no deja de ser una gran “herramienta diplomática”.
Ahora bien, mirando hacia atrás y observando la reciente firma para incorporarse al proyecto Artemis, el politólogo hace una reflexión sobre lo que viene: “Quizá valga la pena ver las reglas viejas para estas nuevas disparidades, revisitar esos consensos preexistentes que hoy parecen estar medio abandonados. Particularmente, el acuerdo para el uso del espacio exterior, revisar sus principios y ver en qué medida países como el nuestro pueden impulsar una defensa del ordenamiento del espacio exterior para tratar de detener estas nuevas disparidades, en caso de que esto resulte importante para los intereses nacionales”. Por último, Marinsalda Pastor deja claro que es vital hacerse estos cuestionamientos: “Actuar inteligentemente puede resultar en quedar adentro o afuera de ciertas dinámicas muy importantes que están sucediendo en este momento, que, de alguna manera, signan nuestra vida diaria”.
Más allá del sistema-mundo
Compartimos acá el video con la exposición completa de Marinsalda Pastor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO.
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