No, no ha pasado de moda hablar de transición energética
Por momentos, pareciera que la agenda ambiental hubiera quedado fuera del radar y, si bien hay hechos que así lo demuestran, también hay datos que indican que las políticas de sostenibilidad no han pasado al olvido. ¿Estamos en una etapa de transición intermedia?

Imagen: freepik.es
El avance global de las políticas medioambientales para frenar el calentamiento global se ha moderado. El impulso para financiar la transición energética hacia fuentes más limpias ha ingresado en una meseta y viene perdiendo presencia en la agenda mediática internacional y nacional. Que el ritmo de este empuje en clave de sostenibilidad se haya reducido tiene algunos datos que lo explican y vamos a examinarlos.
Elizabeth Mohle, reconocida periodista e investigadora medioambiental, se preguntó en uno de sus últimos informes si la transición energética pasó de moda. La primera respuesta rápida es que no, pero parece que ya no está en el top uno en las tendencias.
Vamos primero con un poco de contexto. Según publica ArgenData en su especial sobre transición energética, queda claro que Argentina tiene una matriz con menores emisiones que la media mundial; sin embargo, no escapa a la dependencia de los hidrocarburos. “En 2023, el 84 % de la energía consumida en Argentina provino de fuentes fósiles, con una participación del 44 % del gas natural, seguida por el petróleo con el 38 % y el carbón con el 1 %. Si bien esta composición genera una matriz energética relativamente más limpia que la media mundial (por prevalencia del gas), el peso de los combustibles fósiles sobre el total es mayor que en numerosos países de la región que han avanzado mucho más en las energías limpias. En 2023, la matriz energética de Argentina tuvo apenas el 16 % de participación de energías limpias (eólica, solar, biomasa, biodiésel, din hidro), lo que muestra que aún hay mucho por avanzar".
Según Mohle, el mundo transita entre dos procesos —la reducción de la economía fósil y el crecimiento de la economía verde—, pero, hasta el momento, “no se dan de manera ordenada y planificada por un dios omnisciente o una coordinación internacional clara, sino que es un desarrollo competitivo, caótico y contradictorio donde, casi siempre, los mismos actores aún se encuentran habitando y promoviendo ambos mundos a la vez”.
Asimismo, hay un dato geopolítico determinante: Donald Trump volvió al poder en Estados Unidos, lo que ha profundizado que sus aliados estratégicos alrededor del mundo, Javier Milei entre ellos, sostengan una mirada anti agenda ambiental, particularmente contra la promovida por la ONU y los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS). Este cambio en la mirada del poder global condiciona, de alguna manera, el horizonte verde al que muchas empresas e instituciones aspiraban a llegar.
Un informe reciente del FMI da cuenta de este panorama. Molhe lo rescató para mostrar cómo la humanidad, en esta etapa del siglo XXI, está en un período de “transición intermedia”, donde los flujos de inversión no terminan de inclinarse hacia fuentes de energía más limpias.
La periodista e investigadora compartió una interesante investigación de la consultora Bloomberg, que analizó informes internos de las principales empresas de Estados Unidos (las del S&P 500) “para rastrear menciones de términos vinculados a lo ambiental, como cambio climático, calentamiento global, ESG, energía limpia, Acuerdo de París y desarrollo sostenible”. El resultado fue sorprendente: desde 2023, se habla cada vez menos de estos temas, indicando que, en promedio, las empresas hablan sobre estos temas el 76 % menos que hace tres años.
“Los hallazgos de Bloomberg reflejan una tendencia más amplia en el sector privado estadounidense: varias entidades financieras se retiraron de un pacto global para reducir su huella de carbono, las petroleras que habían asumido compromisos para alejarse de los combustibles fósiles están reconsiderando sus planes y, en general, muchas empresas están moderando la ambición de sus metas ambientales”, remarcó Molhe.
Está mal, pero no tan mal
Más allá de que la agenda ambiental no pareciera acaparar todas las portadas, su seguimiento sigue en la brújula de las corporaciones alrededor del mundo. Según Molhe, esto queda en evidencia con el informe State of Decarbonization 2025 de la consultora PwC, que mengua la mirada más apocalíptica sobre el futuro de las acciones para proteger el medio ambiente. El relevamiento de PwC mostró “que sigue habiendo un fuerte compromiso con la sostenibilidad como fuente de valor empresarial. Aunque las empresas hablan menos sobre sus compromisos climáticos, siguen abocadas a la temática”.
Un dato concreto: el 83 % de las empresas informa inversiones en I+D para productos y servicios de bajas emisiones de carbono. Esto da resultados: los productos con atributos de sostenibilidad pueden aumentar sus ingresos entre el 6 % y más del 25 % en comparación con aquellos que no los tienen.
Entonces, como dice la autora del newsletter “Antropoceno”, las iniciativas corporativas de sostenibilidad no se están desacelerando, sino que “ahora avanzan con menos show”.
Un Estado nacional que desinvierte
La Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) publicó en abril una nueva entrega del Monitor Ambiental del Presupuesto, donde surge que el Presupuesto nacional 2024 (que fue reconducido) tuvo una reducción real del 26,3 %, con recortes en partidas ambientales que oscilaron entre el 34 % y el 81 %. Si bien Milei había dejado claro en campaña que la agenda ambiental no estaba entre sus prioridades, el ajuste fue mayor al esperado y puso en riesgo importantes avances del campo científico nacional para facilitar la transición energética.
Entre los principales hallazgos, destacó que la Subsecretaría de Ambiente sufrió un recorte presupuestario del 79,4 % en términos reales, que la hace operar con menos de una cuarta parte de los fondos utilizados en 2023. En tanto, los fondos para las partidas para la promoción de energías renovables y la eficiencia energética cayeron el 66,4 % en términos reales. Esto se vio acompañado con el cierre del Fondo para la Generación Distribuida de Energías Renovables (Fodis) y la ejecución de apenas el 0,5 % de los recursos del Fondo para el Desarrollo de Energías Renovables (Foder).
Según la FARN, “el desfinanciamiento de programas esenciales, como el manejo del fuego, la protección de los bosques nativos y el fomento de energías renovables, evidencia la falta de una planificación ambiental a largo plazo, en un contexto en el que los impactos de la crisis climática son cada vez más evidentes”. En este contexto, tomamos las palabras de Elizabeth Molhe, que destacó: “Este momento de transición intermedia es muy desafiante para todos los que, de alguna manera, participamos de la agenda ambiental. Veníamos de una tendencia en ascenso sostenida durante años, que ni siquiera la primera administración de Donald Trump logró frenar. Pero ahora, una combinación de factores —el avance de la ultraderecha, el efecto disruptivo de Trump y un último coletazo del mundo fósil que se resiste a aceptar que está en declino— parece haber cambiado el panorama. Aun así, no hay alternativa a la transición, y confiar en su inevitabilidad es clave”.
Fuente: Antropoceno - FARN
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