Jugar en la niñez refuerza la salud mental a lo largo de la vida
La psicóloga Paola Laspada dijo que jugar es central para el desarrollo psíquico, para el aprendizaje y la comprensión del mundo. Recomendó a quien cuida a las infancias que observe sin interrumpir.
"Cuando juegan con los pares, están en el mismo mundo: pueden crear, destruir y construir desde ese mundo de fantasía", explicó Laspada. Foto: Pixabay
Jugar en la niñez no es lo mismo que no ejercer ese derecho. Paola Laspada, licenciada en Psicología, dijo que el juego libre y autónomo en los primeros tres años de vida tiene incidencia directa en la salud mental de una persona a lo largo de toda su vida.
Laspada, que tiene formación en atención temprana del desarrollo infantil y acompaña a las familias desde el Espacio interdisciplinario para la Crianza (UTU), reflexionó sobre la importancia de las actividades lúdicas a partir del Día Internacional del Juego, que se conmemora cada 28 de mayo. La profesional destacó la importancia de que las familias y los Estados acompañen a la niñez para impulsar el juego porque este tendrá repercusión en su desarrollo y en su salud integral.
La profesional sostuvo que jugar es esencial para el desarrollo integral. Foto: Télam
Un día y un derecho
Desde 1999, cada 28 de mayo se conmemora el Día Internacional del Juego, una iniciativa de la Asociación Internacional de Ludotecas (ITLA) que se replica en 40 países alrededor del mundo. En la página de la Asociación, plantean que jugar es una actividad fundamental en la vida de los seres humanos sin importar la edad, dado que colabora con el desarrollo y el crecimiento equilibrado.
Jugar en la niñez también es un derecho contemplado en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño. Allí se plantea que los Estados deben promover y propiciar la actividad lúdica en condiciones de igualdad para que pequeños y pequeñas participen en la vida cultural, artística, recreativa y de esparcimiento de la sociedad.
Las leyes nacionales de Educación (26206) y de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (26061) también ratifican la necesidad de garantizar que participen en juegos deportivos, recreativos y de esparcimiento.
“Es necesario el movimiento para el aprendizaje", explicó la profesional. Foto: Pixabay
Nacer y jugar
Laspada explicó que jugar es inherente a la condición humana y que implica múltiples beneficios. Nombró algunos: es parte central del desarrollo psíquico, colabora en la comprensión del mundo, en la vinculación con pares, en la elaboración de situaciones difíciles y es divertido, que es la mejor forma de aprender.
Si bien jugar siempre fue importante en la vida del ser humano, la profesional advirtió que hoy es necesario recuperar su centralidad, ya que hay dos cambios generacionales y de época que funcionan como interruptores. El primero, comentó, es que existen entornos que no propician la actividad lúdica, como lugares céntricos sin espacios verdes, o que no permiten conectarse con la tierra, con el agua, con el barro, con la posibilidad de trepar a un árbol. El segundo, la aparición de las pantallas a temprana edad, donde no existe movimiento físico, corporal, que es central para el desarrollo y el aprendizaje, especialmente en la primera infancia.
“Es importantísimo que las niñeces puedan jugar para construir, desarrollarse y crecer, no mirar una pantalla. Creo que hoy es importante recordarles a las personas adultas que deben acompañar, porque el juego es fundamental para el desarrollo”, explicó la profesional.
Cuidar el juego sin interrumpir
Con base en su experiencia, Laspada compartió sugerencias destinadas a las personas adultas. Afirmó que es importante que no interrumpan ese momento lúdico, aun cuando la intención sea enseñar, porque los pequeños y las pequeñas están en su mundo.
“Veo mucho en el consultorio que un niño agarra una pelota y la mamá le pregunta de qué color es, y el niño está jugando, está explorando la pelota, necesita tocarla, tirarla, patearla. Cuando juegan con los pares, están en el mismo mundo: pueden crear, destruir y construir desde ese mundo de fantasía. Entonces, es maravilloso poder acompañar como personas adultas facilitando estos encuentros, interrumpiendo lo menos posible, salvo que no puedan resolver un conflicto, algo que es fácil que aparezca cuando tienen dos o tres años. Es importante que las personas adultas podamos observar para acompañar, sin interrumpir y sin enseñar tanto”, comentó.
Laspada explicó que el juego no se limita a la infancia, sino que las personas adultas pueden tener esa vivencia, que no solo les provocará bienestar, sino que será un puente con la niñez. “La forma de vinculación va a ser mucho más genuina, simple, sencilla en lo cotidiano, porque vamos a hablar el mismo idioma. A veces quieren que miremos, nada más, y ese observar puede ser desde un estado lúdico, sin juicio; entonces, cuando podemos desarrollar ese estado lúdico, podemos acompañar de otra manera, presentando elementos, pudiendo jugar incluso activamente”, comentó.
Laspada dijo que jugar es inherente a la condición humana y propuso a las personas adultas no olvidar esa visión lúdica de la vida. Foto: Télam
Poner el cuerpo
En tiempos en que se imponen las pantallas, la psicóloga subrayó la importancia del juego en movimiento. Dijo que el mayor desarrollo en la niñez, incluso cognitivo, se da a través del cuerpo porque, cuando está quieto, el aprendizaje es “escaso, precario”.
“Es necesario el movimiento para el aprendizaje, sobre todo porque el niño y la niña tienen más desarrollados lugares del cerebro que tienen que ver con poner el cuerpo en acción, con explorar, con que lo sensorial esté implicado directamente en el aprendizaje. No puede ser un aprendizaje meramente visual; por ejemplo, juntar globitos rojos y sumarlos con los globitos verdes. No, necesitan tocar el globo, ver el color, tirarlo para arriba, reventarlo: esa es la vivencia del aprendizaje genuino”, explicó.
En este sentido, la profesional insistió en que, en la primera infancia y hasta los siete años, es muy importante el juego físico: correr, saltar, explorar, embarrarse, trepar árboles. Luego, en la etapa de escolarización, aparece el juego reglado, el de mesa, con aspectos más simbólicos.
Laspada advirtió que no es recomendable que las niñeces jueguen con pantallas y explicó las razones. “No es lo mismo ver un dibujito animado en la tele o la compu a que puedan intervenir, interactuar con una pantalla, porque eso genera una cascada de hormonas de placer que, cuando se termina el tiempo de pantalla, se traduce en cambios y estallidos emocionales, y esto va generando adicción, se genera un circuito de la recompensa a nivel cerebral. Por eso no se recomienda un juego en pantalla en niños y niñas en general”, comentó.
Laspada consideró esencia que existen políticas públicas que impulsen la necesidad de jugar. Foto: Télam
Jugar como una política pública
Diversas organizaciones impulsan programas y políticas de juego libre y autónomo, como es el caso de Unicef, que inclusive elaboró guías de juegos a las que se puede acceder en forma gratuita. Además, existe una iniciativa internacional que apoya esa organización de Naciones Unidas denominada Ciudades Amigas de la Infancia (CAI), que surgió en 1996, y promueve el derecho a que niños y niñas puedan caminar y jugar sin riesgos por la ciudad. En cuanto a las políticas estatales, en los últimos años se generaron algunas líneas de acción desde la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) que buscan promover el juego.
¿Se necesitan políticas públicas que impulsen el juego, teniendo en cuenta que, en el país, la mayoría están destinadas a sostener derechos básicos de la infancia, como la alimentación y la salud?
Claro que son necesarias políticas públicas que atiendan a la importancia del juego para un desarrollo saludable y que incluyan a las personas adultas que acompañan. De hecho, en otros países se comprende en tal profundidad que los primeros tres años de vida son tan importantes para el desarrollo que hay mucha inversión en acompañar a niñeces en este período, sobre todo, teniendo en cuenta el juego y el desarrollo autónomo, el movimiento libre, porque, después, la incidencia en la salud mental es muy importante. Son niños y niñas con mucha mayor salud mental y eso se replica en la adolescencia y la adultez.
¿Existen líneas de acción en este sentido en Argentina y en Mendoza?
Se van haciendo algunas cosas. Sobre todo en el nivel inicial, se están presentando proyectos que están más vinculados a los intereses que van mostrando niñes en general. También van apareciendo algunas cosas desde la demanda de las familias en torno al juego: en la educación pública, hay espacios de psicomotricidad, que es juego para el desarrollo. Se está empezando a generar ahí un movimiento en torno al juego que es necesario profundizar. Considero que las políticas públicas deberían ser muchísimo más profundas a la hora de priorizar un desarrollo infantil que tenga como eje un juego libre y respetuoso, garantizado por las personas adultas que acompañan, sean familia, docentes, porque todavía falta mucha educación en los adultos en este sentido. Los niños, las niñas, saben jugar, pero muchas veces las instituciones educativas limitan mucho; por ejemplo, no se puede correr en el patio. Esas cosas todavía pasan.
Con la intención de cuidar…
Los espacios deberían estar acondicionados para que no se lastimen; si no, terminamos limitando el juego porque los espacios no están acondicionados, y eso también es una política pública: decidir que haya espacios acondicionados para un juego libre, que no los hay. Mi hijo va a una escuela pública y no hay juegos en el jardín: es un patio pelado, no hay nada. Eso también es una decisión política.
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