Guillermo Folguera: “Necesitamos una ciencia que explique menos y escuche más”
Guillermo Folguera es biólogo, filósofo, investigador de Conicet, militante socioambiental y autor del libro "La ciencia sin freno", en el que cuestiona cómo el poder económico subordina el conocimiento.
Foto publicada en lavanguardiadigital.com.ar
Biólogo, filósofo, investigador de Conicet, militante socioambiental y autor del reciente libro La ciencia sin freno", Guillermo Folguera sostuvo que "necesitamos una ciencia menos soberbia" y "más sensible respecto al dolor de las comunidades y las desigualdades sociales", en las vísperas del Día del Investigador Científico. Tras la publicación de su libro, en el que cuestiona cómo el poder económico subordina el conocimiento, Folguera –que también es docente de la Universidad de Buenos Aires– dialogó con Télam sobre el rol del investigador científico, la necesaria pluralidad de las ciencias y de sus objetivos.
El 10 de abril se conmemora en la Argentina el Día del Investigador Científico por el nacimiento de Bernardo Houssay, primer Premio Nobel de América Latina en ciencias y creador de Conicet.
¿Cuál es el rol del investigador científico?
Creo que hay una conexión directa entre pensar el rol del investigador científico y la pregunta del para qué, es decir, los objetivos. Es una pregunta que queda oculta porque parece obvia, se naturaliza, y en realidad lo que sucede es que no está discutida.
Pienso que la respuesta a ese para qué es plural. Si uno analiza la historia de la ciencia, esa pluralidad de objetivos va apareciendo en diferentes sectores y con diferente intensidad según el momento. Históricamente, la ciencia tiene una pretendida función explicativa-descriptiva del universo. Newton, Darwin, lo que buscaban era poder explicar y describir el mundo; junto a eso, hay una pretensión cada vez que se describe de poder predecir o anticipar. Sin embargo, hay áreas enteras de la ciencia que no pueden cumplir esta función; por ejemplo, la historia o inclusive gran parte de la biología evolutiva.
Hay otras funcionalidades que se toman de manera genérica, como la "intervención", que pueden tener subobjetivos. Por ejemplo, uno puede intervenir para ayudar a una comunidad o intervenir para aumentar la renta del capital.
Todos estos objetivos están en disputa y quedan tapados detrás del enunciado de "la ciencia" como si tuviera un único objetivo o rol.
¿Qué limitaciones aparecen para cumplir esos roles?
Las limitaciones aparecen en juego en función de cuáles de estos objetivos están sobrerrepresentados y cuáles subrepresentados. Lino Barañao (exministro de Ciencia, Tecnología e Innovación), por ejemplo, entendía que la ciencia debía servir para generar dinero. Entonces, en la medida que se considere que esa es la función de la ciencia y no cubrir derechos o abordar necesidades, aparecen representados objetivos en los cuales la ciencia coquetea directamente con el negocio empresarial y de algunos sectores.
Ahora, en la historia, y en la actualidad incluso, la ciencia argentina no está principalmente representada con esta intención empresarial. Sí tenemos toda una línea de investigaciones de, por ejemplo, trigo resistente, que están al servicio de un sector, pero no es lo que predomina.
Aunque el feminismo va de a poco tirando este modelo, creo que todavía, en el imaginario, el "investigador científico" es un varón en un laboratorio. ¿Coincidís con esta percepción?
Sí, por supuesto. Sigue estando la imagen del investigador científico como varón, hetero, cis. En efecto, hay investigaciones que muestran las dificultades que atraviesan las mujeres para ascender en la carrera científica y la poca representación que tienen en las categorías más altas.
En términos históricos, lo que algunos autores llaman el "sujeto histórico mundial" tiene todas estas coordenadas: hombre, cis, hetero, pero también otras, como laico, blanco y europeo; todo esto se vincula a la idea de la racionalidad porque este modelo es el que mejor expresa el pensamiento racional, frente a la mujer, que es supuestamente poseedora de menor racionalidad, o el latinoamericano frente al europeo, o el negro frente al blanco. En esa idea, la racionalidad es planteada como una condición para lograr esa descripción aséptica del mundo.
¿Cómo describirías la ciencia actual?
Creo que es una ciencia en disputa, como sucede con otros campos, como la educación y la salud. Muchas de las instituciones están puestas en discusión y hay una visibilización de muchos temas que estaban ocultos. Por otro lado, hay mucho dinero puesto para las farmacéuticas, para el mejoramiento genético humano o para la producción de drogas que generan lucro.
Pero no es cierto que los científicos están solo en la big pharma o solo del lado del extractivismo: tenés científicos en cualquier asamblea ambiental del país. Creo que hay un terreno de disputa muy interesante y muy difícil, pero también que están quedando más visibles banderas históricas que han levantado, por ejemplo, en Estados Unidos, el movimiento Science for the People ("Ciencia para el Pueblo"), y en Argentina, Iván Illich, Oscar Varsavsky o Rolando García. Es decir, creo que se está armando una discusión colectiva sobre ese "para qué" que es interesante.
¿Qué ciencia es la que se necesita?
La respuesta va a depender de dónde está parado el investigador que responda. En mi caso, creo que necesitamos una menor representación de esta ciencia para los negocios, pero no estoy diciendo que no exista; entiendo que hay sectores que hacen negocios y encuentran una oportunidad en el mundo científico, pero sí que esté menos representado.
Necesitamos una ciencia que explique menos y escuche más; necesitamos aprender a "trabajar con2; comprender y aceptar los límites de nuestro discurso, de nuestro saber; una ciencia que admita la contradicción hacia adentro, el plural; que sea más consciente del conjunto de presupuestos que pone en juego y que no siga sosteniendo la idea de un científico racional; que sea consciente de que se apropió de saberes que no estaban en su origen, como la agricultura. Necesitamos una ciencia menos soberbia, que acepte que es difícil aprehender al mundo, y que sea más sensible respecto del dolor de las comunidades y las desigualdades sociales.
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