La fundadora de la organización Coloba, Viviana Sotelo, habla sobre los prejuicios de la clase media sobre la pobreza y sobre las enseñanzas que le dieron los vecinos en veinticinco años de trabajo conjunto. Trabajan junto con los vecinos de Cipolletti, Campo Papa y Los Barrancos, en Godoy Cruz. El impacto de la Asignación Universal y de las políticas locales.
Hace veinticinco años Viviana Sotelo fue con sus prejuicios a cuestas y
con la idea de caridad que le enseñaron sus padres al asentamiento Los
Barrancos, en Godoy Cruz. Confiesa que ese día su vida se dividió, que
entendió lo que significa el concepto falta de oportunidades y que conoció
a una comunidad valiente, solidaria y con una gran capacidad de
divertirse, pese a las condiciones en las que vivía.
Desde ese día, ya nadie la nombró con su apellido, sino que para todos se
transformó en Viviana Coloba, las siglas de la entidad que formó con un
grupo de mujeres: Cooperativa Los Barrancos.
Viviana repite que cometieron infinidad de errores, que actuaron en base a
prejuicios, pero que se dieron cuenta de su ignorancia y pudieron repensar
sus proyectos, que ya no tenían que ser por la comunidad sino con la
comunidad, una diferencia que parece mínima, pero es sustancial.
“La realidad es que nadie es pobre porque quiere, nadie quiere ser pobre.
Lo peor que le pasa al pobre es la falta de oportunidades, porque la única
forma en que la persona pueda crecer es tener las condiciones óptimas de
alimentación, de contención, de afecto. Empezamos a funcionar como
comedor, con muchos errores, pero fuimos creciendo, aprendiendo de la
gente”, comentó.
Viviana aseguró que los vecinos se organizaron y viven mejor, que el
impacto de la Asignación Universal por Hijo es positivo, pero que falta
diseñar líneas de acción con las comunidades y no ofrecerles proyectos
idénticos, cuando las realidades y las necesidades son tan distintas. Está
en contra del asistencialismo, porque no resuelve el problema de fondo y
aseguró que la única forma de superar la pobreza es que se genere un
cambio social.
Viviana habla sin eufemismos. No victimiza a las personas, ni idolatra el
trabajo de las organizaciones sociales. Asegura que hay algunas buenas y
otras que son una especie de fantasma, que se van transformando según les
convenga para lograr recursos.
La entidad trabaja con los vecinos de Los Barrancos, Los Cerrillos y el
campo Papa que en el 89 tenían características comunes: serios
inconvenientes de infraestructura y acceso a los servicios, vivían de la
selección de residuos y la cría de chanchos.
Primero buscaron resolver el problema de alimentación, después se
organizaron para construir las viviendas y lograr el acceso a los
servicios -todo con el programa Manos a la obra- y comenzaron a trabajar
en distintos emprendimientos y a incluirse en el sistema educativo, ya que
cuentan con 22 maestras en los tres centros. El gran desafío –asegura- es
que superen el desempleo o la precariedad laboral.
Viviana asegura que la erradicación de la pobreza es impensable si no hay
un cambio social. “Somos nosotros los culpables con los prejuicios que
tenemos. Además no puede haber gente que tenga tanta plata, eso es
terrible, la falta equidad”.