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27 DE NOVIEMBRE DE 2024
Fue autor de más de 20 libros, tallerista de larga trayectoria y creador de un género literario conocido como "realismo delirante".
Laiseca escritó más de 20 libros. Foto: Clarín
El escritor Alberto Laiseca, una de las voces más originales de la literatura argentina, murió a los 75 años en la ciudad de Buenos Aires. Fue autor de más de 20 libros –entre los que se destaca la mítica novela Los Sorias–, tallerista de larga trayectoria y creador de un género literario conocido como "realismo delirante", con el que generó una importante influencia en generaciones de escritores.
Un artículo de la agencia Télam firmado por Juan Rapacioli recuerda que Laiseca nació en Rosario el 11 de febrero de 1941 y pasó su infancia en Camilo Aldao, un pueblo ubicado entre las provincias de Córdoba y Santa Fe que lo declaró Ciudadano Ilustre en 2010.
Ese lugar lo marcó profundamente por dos hechos fundamentales: fue la zona donde comenzó a imaginar historias y donde experimentó una tormentosa relación con su padre. "La cabeza de mi padre", uno de sus relatos de terror, da cuenta de esa experiencia.
En un homenaje realizado en el Centro Cultural Rojas en 2014, Laiseca recordó "estar en el patio de la casa de papá, en un día de verano, sentado en la tierra, imaginando cosas y, también, esperando a mi pandilla, que eran seis chicos con los que salíamos a hacer aventuras. Sus madres me odiaban porque decían que mandaba más yo que ellas, y era verdad. Esas eran las cosas que me ayudaban a no volverme loco", relató el escritor sobre el pueblo que lo acompañó en su memoria hasta el último día de su vida.
Menospreciado por su padre y abandonado a su suerte, Laiseca viajó a Buenos Aires y tuvo que rebuscárselas para sobrevivir: fue cosechero, empleado telefónico, corrector de pruebas de galera, durmió en la calle, pasó hambre, vivió en muchas pensiones, pero nunca dejó de escribir.
"La pasé muy mal en una época de mi vida. Pensaba mucho en el suicidio, fueron décadas así, hasta que un día unos amigos me prestaron un grabador a cinta. Ahí empecé a hacer relatos, discursos, puteadas. Eso me salvó", contó alguna vez.
Gracias a su voluntad desmedida y su imaginación desbordada, fue creando con el tiempo un estilo tan extraño como personal: el llamado "realismo delirante", un género literario personal que trabaja con la realidad a partir de la exageración y donde las cosas cambian su dimensión para ser miradas, pensadas y narradas desde una nueva concepción espacio-temporal.
Una de las obras que mejor representa ese género es Los Sorias –considerada por Ricardo Piglia como "la mejor novela que se ha escrito en la Argentina desde Los siete locos"–, donde Laiseca narra la historia de una civilización durante el reinado mundial de tres dictaduras: Soria, Unión Soviética y Tecnocracia. Esta monumental obra de más de 1300 páginas –la más extensa de la literatura argentina– le llevó diez años de escritura y otros quince para poder publicarla.
Según sus propias palabras, esa novela representa "la búsqueda de la totalidad" a partir de una exploración de la naturaleza del poder. En una entrevista concedida a Télam, el escritor sostuvo que "junto con el amor, el poder es una de las cosas más importantes del mundo: la pregunta es qué vas a hacer con él, cómo te vas mover. Mientras estás trabajando para conseguirlo tenés que saber para qué mierda lo querés".
Experto en la obra de Edgar Allan Poe y admirador de Stephen King, Laiseca trazó en su literatura una mitología de la magia negra, las ciencias ocultas, la paranoia técnica, las formas de la conciencia, las religiones y la guerra, tema que lo fascinó a lo largo de toda su producción. "La guerra es una cosa muy importante para el ser humano, está adentro nuestro", dijo en otra entrevista para esta agencia.
Además de consagrar su vida a la escritura de cuentos, poemas y novelas inclasificables como La mujer en la muralla, Matando enanos a garrotazos, Aventuras de un novelista atonal, La hija de Kheops o El gusano máximo de la vida misma, Laiseca realizó talleres literarios durante más de veinte años, marcados por un trabajo con la imaginación que difiere del método de otros espacios de escritura.
De la marginalidad a la tele
A pesar de haber sido reconocido en su momento por escritores como Fogwill, Piglia y César Aira, Laiseca pasó muchos años en la marginalidad, sin obtener traducciones ni premios, hasta que en 2002 realizó el programa televisivo Cuentos de terror, emitido por el canal de cable I-Sat. Ese ciclo televisivo, donde se lo puede ver en un cuarto oscuro fumando un cigarrillo y narrando cuentos de Poe, Lovecraft, King, John Collier, Horacio Quiroga y Manuel Mujica Láinez, entre muchos otros, le permitió mostrar sus dotes actorales y hacerse más visible para el gran público.
Esa primera aparición televisiva lo llevó a trabajar en cine en varias oportunidades: el documental Deliciosas perversiones polimorfas (2004), de Eduardo Montes-Bradley; ylas películas El artista (2009) y Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011), de Mariano Cohn y Gastón Duprat.
"Hay que tener una fe absoluta en la victoria final. Hay que trabajar y trabajar, y también vivir más. Si no vivís más, no vas a escribir mejor", dijo el escritor en más de una oportunidad.
Una de sus últimas apariciones en público fue en Dain Usina Cultural, donde presentó "La madre y la muerte", versión libre del cuento de Hans Christian Andersen "Historia de una madre", con ilustraciones de Nicolás Arispe. En esa ocasión, emocionado, Laiseca habló sobre el miedo, tema latente en toda su obra: "El miedo te ayuda a crecer no solamente en la literatura, sino en la vida. Lo que pasa es que a veces el miedo puede ser superior a tu destino. Si vas a la guerra seguro te quitás el miedo, pero podés salir muerto".
El "Conde Lai", como le llamaban sus conocidos, configuró una obra fuera de serie atravesada por todos los elementos que lo fascinaban: la literatura de terror, los fantasmas, el esoterismo, la guerra, todas las formas del poder, el humor implacable y, ante todo, el delirio que vive en el fondo de cosas aparentemente normales. Su obra, como su vida, fue única. Ahora solo queda leerlo.
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