Cuando la desigualdad de género produce malestar psíquico

Por María Florencia Linardelli, licenciada en Trabajo Social, especialista en Salud Mental, becaria doctoral de CONICET (Grupo de Estudios de Género y Teoría Crítica-INCIHUSA) e integrante del Instituto de Estudios de Género y Mujeres (IDEGEM) de la UNCUYO.

Cuando la desigualdad de género produce malestar psíquico

Ilustración: Pablo Pavezka

Sociedad

#23 - Brotados de estrés

Edición U

María Florencia Linardelli, licenciada en Trabajo Social, especialista en Salud Mental, becaria doctoral de CONICET (Grupo de Estudios de Género y Teoría Crítica-INCIHUSA) e integrante del Instituto de Estudios de Género y Mujeres (IDEGEM) de la UNCUYO

Publicado el 24 DE SEPTIEMBRE DE 2017

En los últimos años hemos visto una multiplicación de artículos de divulgación en diarios, portales informativos y revistas referidos a los efectos que tiene en la salud de las mujeres –especialmente en la salud mental, sexual y reproductiva– su participación en el mercado de trabajo. En general, se trata de argumentaciones que advierten sobre los riesgos para la salud que comporta la compleja conciliación entre trabajo, responsabilidades domésticas y exigencias familiares-afectivas como generadora de estrés y otras patologías asociadas.

Pese a mostrarse como genuinas preocupaciones por la aparición en ellas de enfermedades consideradas como típicamente masculinas, resuena en estos discursos el eco de antiguas recomendaciones médicas que sugerían evitar los peligros que la vida pública podía ocasionar para la frágil constitución femenina.

Por un camino muy diferente, desde los años 70, estudiosas feministas comenzaron a preguntarse por la incidencia de las desigualdades sexogenéricas en la salud mental. Movilizadas por la sobrerrepresentación femenina en las estadísticas psiquiátricas y en el consumo de psicofármacos, múltiples investigaciones evidenciaron el trato discriminatorio y desigual que la medicina –particularmente la psiquiatría– ha propinado históricamente a las mujeres para patologizar y medicalizar sus cuerpos.

De manera más reciente, los estudios de género han indagado en las condiciones de vida que contribuyen a producir malestares psíquicos como la depresión, que actualmente –según datos de la Organización Mundial de la Salud– es el padecimiento psicológico y la causa de discapacidad más frecuente entre mujeres. Las investigaciones han hallado una evidente correlación entre este y otros malestares subjetivos, y situaciones habituales en las trayectorias de vida femeninas, como las experiencias de discriminación, el sometimiento a violencia física, psicológica y/o sexual, las dificultades para acceder en condiciones de igualdad al mercado de trabajo, la sobrecarga de actividades de cuidado y la imposibilidad para decidir libremente sobre el propio cuerpo.

También de la mano de críticas feministas, desde el campo de la salud ha crecido el interés por analizar las consecuencias emocionales, físicas y sociales que comporta la asignación desigual de las responsabilidades domésticas y de cuidados entre varones y mujeres. Responsabilidades que se combinan de manera tensa con las labores remuneradas y que producen una doble o triple jornada de trabajo, que desgasta física y mentalmente a la mayoría de las mujeres, pero especialmente a aquellas cuyos empleos son precarios y que cuentan con menos recursos materiales para aliviar esta excesiva carga.

En ese contexto, como señalara la psicóloga feminista Mabel Burín, las recomendaciones que recetan "tranquilidad" a las mujeres deben ser analizadas críticamente, contraponiendo una mirada de la salud mental como un producto sociohistórico, posible de ser alcanzado sólo mediante el goce efectivo de nuestros derechos, en el marco de relaciones sociales más igualitarias, libres de violencia y que favorezcan una distribución más justa de las cargas de trabajo.

 

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