Mujeres sobrevivientes de las dictaduras transforman el horror en estrategia de resistencia
Más allá de la diversidad en sus viejas militancias, comparten ideales comunes relacionados con la defensa de los derechos humanos y las luchas feministas. Hoy se unen en una organización que nuclea a ex-presas políticas y a las que recurrieron al exilio dentro y fuera del país para salvar sus vidas.
Imagen: Logo de presentación de Mujeres Sobrevivientes de las Dictaduras por la Memoria
Militaron en los 60 y los 70 en agrupaciones del campo popular. Las dictaduras buscaron aniquilarlas: fueron detenidas, secuestradas, exiliadas dentro y fuera del país. Desde hace un tiempo, vienen organizándose, y en marzo de 2021 se presentaron públicamente. Mujeres Sobrevivientes de las Dictaduras por la Memoria sintetiza dos luchas: la que desde hace décadas defiende la vigencia de los derechos humanos y la que, con ímpetu en los últimos años, reivindica la lucha feminista. Desde Unidiversidad, dialogamos con Angélica Escayola, una de sus integrantes.
En Mendoza, exiliadas y ex-presas políticas de la última dictadura se nuclearon en una organización. Entre sus objetivos, no solo se cuenta el de acompañar las luchas por memoria, verdad y justicia, sino también incorporar la perspectiva de género al movimiento de derechos humanos. Además, apuntan a desarrollar trabajo conceptual e investigar temas relacionados con el exilio interno y externo, cuyo desarrollo ha sido postergado en comparación con detenciones, secuestros y desapariciones por causas políticas.
“Somos mujeres que, en los años de dictaduras de los sesenta y setenta, sufrimos persecución y variadas formas del horror que instaló el genocidio, en Mendoza o en otros lugares del país, y pudimos salvar la vida y reinsertarnos en la sociedad desde la llegada de la democracia”, introdujo la reconocida abogada de derechos humanos Angélica Escayola. Resistieron dos golpes de Estado: el de 1966, que puso al mando a Juan Carlos Onganía, y el de 1976, con Jorge Rafael Videla a la cabeza.
Angélica Escayola junto a Helga Markstein (Madres de Plaza de Mayo Mendoza) y su nieto. Foto: Maria Galdame Cortes
Son veinticinco compañeras, el doble que al principio, con diversos modos de reinserción social que lograron cuando terminó la última dictadura. Son artistas, académicas, profesionales, artesanas, periodistas, amas de casa. Algunas están jubiladas, “pero no inactivas ni indiferentes a lo que nos rodea”, aclaran. Siempre expresan su toma de posición ante los sucesos que las conmocionan.
Su lucha, entienden ahora, fue doble. Es que no solo desafiaban el orden político y económico que las dictaduras buscaban imponer, sino que también, hacia adentro, en ese mismo acto, cuestionaron los roles tradicionales asignados a las mujeres en nuestra sociedad. Eran mujeres que salían del ámbito privado y doméstico para embanderarse en luchas públicas y políticas.
“El régimen tenía claro que no éramos iguales, que, además, violentábamos el destino que nos habían asignado en la sociedad. Que se hacía sentir cuando la estigmatización como ‘subversivas’ tenía un peso especial en la vida familiar, en la crianza de les hijes, en la comunidad donde estábamos insertas”.
Sin embargo, casi ninguna hablaba de feminismo. “No eran tiempos en los que las mujeres, en general, tuviéramos conciencia clara de los mandatos del patriarcado con los que venían impregnadas las viejas pautas culturales”, puntualizó Escayola. Pero sí “fue una experiencia especial” luchar en todos los ámbitos donde había una resistencia patriarcal. “Que nos juntemos para poner en común nuestras historias de vida es un primer paso que todavía estamos transitando –manifestó la entrevistada–, y es una experiencia edificante que estemos creciendo en esa tarea”.
Así como irrumpieron la militancia desde su lugar de mujeres, la represión orquestada por los perpetradores también estuvo direccionada por su identidad de género. Hoy, desde ese lugar, construyen la memoria colectiva.
En 2021, para su presentación, leyeron un documento: “Nuestra condición de mujeres impregnó de especificidades la vida que transitamos en dictaduras. Nuestros cuerpos fueron campos de disputa de la cultura patriarcal; nuestras maternidades, mutiladas; nuestra intimidad, humillada. Esas experiencias no merecen quedar sumergidas en el olvido. Deseamos ser transmisoras de la memoria”, se escuchó de la voz de Vilma Rúpolo, otra de las integrantes de la organización.
Algunas mujeres sobrevivientes en el Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos ex-D2 (ex-centro clandestino de detención).
Que las mujeres embanderen la lucha por los derechos humanos no es novedad. La ciudadanía argentina tiene el ejemplo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que, todavía en dictadura, enfrentaron al gobierno de facto en búsqueda de sus hijas, hijos, nietas y nietos. Lo novedoso, sí, es que a la perspectiva de derechos humanos le sumen la perspectiva de género, que entiende la subordinación de las mujeres y diversidades sexuales en la sociedad frente a la dominación masculina y busca herramientas para visibilizar y revertir la desigualdad.
Relatos individuales de la memoria colectiva
Los testimonios de las ex-presas políticas han sido oídos por los tribunales federales de todo el país. Sus relatos están plagados de recuerdos que ilustran cómo el genocidio se concretó, también, mediante la violencia machista. Otro lugar donde plasmaron sus memorias fue la obra colectiva Nosotras, presas políticas, un libro publicado en 2006 con relatos de 112 mujeres que poblaron la cárcel de Devoto durante la dictadura.
La organización Mujeres Sobrevivientes pone su grano de arena: tiene una comisión de testimonios cuyo objetivo es registrar sus memorias. Trabajan con el apoyo de estudiantes calificadas que se encargan también de filmar, grabar sus voces y, en ocasiones, ilustrar sus experiencias.
No somos lxs hijxs de las brujas, somos lxs hijxs de generaciones que han peleado y generaciones que han intentado ocultar a las que han peleado. Somos partícipes de nuestra contemporaneidad, somos también:
— maría ferreyra (@maria_fdr)
Entender la represión en clave de género es el gran aporte de las sobrevivientes. A los secuestros y torturas se sumaron las violaciones sistemáticas: “La disponibilidad de nuestros cuerpos fue para cruel disciplinamiento”, sostuvo Angélica Escayola. Gracias a los avances de los procesos judiciales, las violaciones dejaron de considerarse “delitos de instancia privada” para considerarse crímenes de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. Hoy se juzgan como tales.
Angélica Escayola
En el afán de aportar a la memoria colectiva desde su militancia como mujeres en ámbitos estudiantiles, sociales, sindicales y políticos, se plantearon sus objetivos fundadores. Entre ellos, uno de los principales es investigar “los efectos de la represión sobre la subjetividad de las mujeres, sus cuerpos, sus maternidades, sus relaciones vinculares, desde la perspectiva de género, proponiendo acciones reparatorias de la estigmatización social de la que fueron objeto esas generaciones”.
“El nombre mismo elegido para la asociación [Mujeres Sobrevivientes de las Dictaduras por la Memoria] podría poner en movimiento la memoria . Habrá quien pregunte: ‘¿Sobrevivientes a qué?’. Tendrá que seguir leyendo y, cuando vea ‘a las dictaduras’, suponemos que seguirá preguntando”.
Como la cigarra
Sus valores de solidaridad, igualdad, justicia, equidad, compañerismo y sororidad –aunque sea un neologismo– fueron los que sostuvieron su militancia y también con los que lograron sobrevivir. “Ser sobrevivientes no dependió solo de las circunstancias en las que afrontamos la persecución y el terror, sino también de la fuerza de nuestras convicciones”.
La finalidad del genocidio fue aniquilarlas como “agentes sociales indeseables, peligrosas, particularmente por el histórico rol productivo y reproductivo asignado. Que no les haya ido bien con ese propósito es nuestro mayor orgullo”, remarcó Escayola.
Captura de la presentación de Mujeres Sobrevivientes de las Dictaduras por la Memoria
Hoy no son las jóvenes temerarias de los sesenta y setenta. Son madres y abuelas. Todas mujeres que atravesaron la transformación cultural de las viejas militancias a las actuales. No solamente a través de lo vivido, sino también gracias a lo reflexionado –individual y colectivamente–, han sintetizado su lucha con “los dos movimientos sociales que han marcado los mejores avances de esta democracia”. El recorrido no fue corto ni sencillo, pero pueden decir con seguridad que ya no son “bichos raros”: “Ya no somos rara avis, aunque se sienta el aroma conservador que emana de viejas estructuras”.
Hoy, después de un largo camino, sus vidas se reinventaron, pero algunas cosas no cambiaron: “La lucha contra las injusticias, los mandatos del patriarcado, la prédica de la vigencia amplia de los derechos humanos, las militancias políticas, sociales, sindicales, no nos han encontrado conformistas”.
Video de la presentación de Mujeres Sobrevivientes de las Dictaduras por la Memoria
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