Una mirada sobre subsidios, clase media y asignación universal
El sociólogo Enrique Bollati hace, a partir de datos tomados de una encuesta sobre el tema, una particular mirada de la percepción que tienen los sectores medios de la Asignación Universal por Hijo. Según el profesional, "es fácil para muchos, entonces, sentir los subsidios declarados a los sectores populares como una situación de injusticia; parar mientes en la paja del ojo ajeno e ingnorar la super – extra – híper - mega viga que tenemos en el propio."
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Esto empezó el 2 de marzo pasado, en el cumpleaños de mi hermana, me acuerdo patente.
Mucha gente cree que una investigación se origina dentro de un proceso ultra ascéptico, con impecables guardapolvos blancos y esas cosas, y esto es un mito; toda la bibliografía insiste en que el comienzo del proceso de investigación es ajeno al mismo proceso científico; cualquier investigación decide sobre qué se va a tratar, cuál va a ser “su tema” por razones mucho más cotidianas, palpables y pedestres, como un interés personal en saber algo, la posibilidad de conseguir fondos para esa investigación y no para otras, y una larga lista de etcéteras.
Lo cierto es que era el cumple de la Ale y en medio de una animada sobremesa puse mi mejor cara de “yo no fui” y disparé: “¿Vieron que la presidenta extendió la asignación universal a las embarazadas? ¿Qué onda con eso?” Y no era nada inocente con la pregunta; yo sabía que en la mesa había opiniones variopintas -por decirlo elegantemente- y había decidido animar la fiestita, como quien dice.
Lo curioso es que no habían opiniones moderadas: algunos estaban totalmente a favor y otros totalmente en contra, y entre los que estaban en contra las argumentaciones eran lapidarias: el argumento central rondaba que la medida apuntaba a seguir regalándole plata a gente que no quiere trabajar (más o menos SIC). Era como en las sobremesas de mi infancia, cuando se desataban las discusiones entre peronistas y antiperonistas: faltaba que empezaran a volar los platos…
Justo ese fin de semana teníamos planeado hacer una encuesta de opinión y, habida cuenta de lo caluroso de la discusión que se había desatado, insistí en que metiéramos un par de preguntas acerca del tema. Digo, hay un montón de razones para avalar la medida, todas políticamente correctas, pero lo cierto es que hay un montón de gente que no está de acuerdo en ser políticamente correctos con esto, ¿por qué?
!Y ya tenemos un tema para investigar! Mucho más mundano de lo que uno pudiera imaginar, ¿no?
Lo cierto es que empezamos con dos preguntas simples: en qué medida los encuestados están de acuerdo con la medida y por qué, sobre todo en los casos en que no están de acuerdo.
Los datos -que, como siempre, no son la realidad, sino que tratan de reflejarla- son explícitos: 50% que dice que es muy positiva, 39% que dice que no va a tener mayores efectos y casi un 11% que dice que depende de cómo se aplique. No se detectaron, en esta muestra, encuestados que no tiene opinión formada. No es un verdadero Boca / River, pero se le parece, y esta vez hablando de si las embarazadas desocupadas tienen o no que recibir la Asignación, algo un poco menos mundano que si Riquelme se recuperó, ¿no les parece?
Los que dicen que es muy positivo esgrimen argumentos políticamente correctos: inclusión, combatir la desnutrición materno infantil, etc. Y los que dicen que no va a funcionar, ¿por qué lo dicen, en qué se basan?
Como las respuestas eran abiertas (cada uno expresaba libremente lo primero que se le venía a la cabeza), hemos tratado de sintetizarlas, ya que recibimos 103 menciones distintas:
- En primer lugar, 48 personas dicen que esta medida fomenta la vagancia
- Luego encontramos 21 que dicen que esto se hace para obtener votos, que es una típica medida proselitista, de campaña, etc.
- 18 nos dijeron que esto fomentaría el embarazo adolescente
- 13. que como es gente sin cultura, no van a saber administrarlo
- Por último, hubieron 3 que sostuvieron que la medida tendería a fomentar la pobreza.
- Quedan, todavía, 14 que no supieron expresar por qué se oponían.
Intencionalmente no lo hemos expresado como porcentaje de los encuestados (que eran 300, la cuenta es fácil) o como porcentaje de los que entienden que la medida no va a funcionar (que eran 117, otra cuenta fácil), sino como personas que sostienen una posición, y la idea de esto es encarnar las opiniones, no perder de vista que es gente, ciudadanos, comprovincianos, que tienen estas posiciones.
Mucha tinta ha corrido sobre el tema de la Asignación Universal, sus ventajas y límites, pero nos damos cuenta de que hay dos dimensiones que no han sido tan tratadas, o advertidas o jerarquizadas. Una es la medida en que este tipo de programa contribuye a la transparencia política e institucional y la segunda (por último, pero no menos importante) es que nos damos cuenta que la mayoría de nosotros desconocemos en qué medida estamos subsidiados y, por tanto, nos quejamos fácilmente de los subsidios que reciben los demás.
Con estas dos hipótesis volvimos a la carga en la próxima encuesta, y desglosemos. Por qué decimos que contribuye a la transparencia institucional? Por la misma lógica del programa. Un plan Jefe de Hogar, trabajar, etc, debe ser tramitado ante la autoridad municipal, implica cierto conocimiento de los canales de solicitud y cierta discrecionalidad en la decisión de entregarlo o no a una persona determinada.
En otras palabras, una oportunidad de lujo para fomentar el clientelismo político, ya que el solicitante pasa a depender, en buena medida, de la buena voluntad y, en el mejor de los casos, de la habilidad técnica del receptor y de la capacidad de tramitar solicitudes que se tenga en el municipio. Es fácil hacerse la película de terror: “Te consigo el Plan, pero a cambio necesito que vos…” y llenen los puntos suspensivos con lo que mejor les parezca.
La Asignación Universal tiene otra lógica: te presentás a la Anses, hay un formulario con solicitudes específicas, las completas y cobrás. No hay que pedirle favores a nadie, con lo cual el clientelismo político recibe un duro uppercut que, sin noquearlo, lo debilita. Vamos de nuevo; el que recibe la Asignación no le queda debiendo favores a nadie, sólo tiene que cumplir con los requisitos y la adjudicación y mantenimiento son inmediatos y continuos, en la medida en que los requisitos se sigan cumpliendo (control médico, escolaridad, etc.).
Muchas veces, cuando legítimamente reclamamos mayor transparencia institucional, olvidamos que esta se logra, en la práctica, evitando las posibilidades de actos de corrupción. Maquiavelo –que de esto sabía mucho- decía algo así como que uno puede partir de la premisa de que los hombres son ángeles, pero que debe legislar asumiendo que pueden ser demonios. Más cerca, Perón decía, en su estilo campechano, que “los muchachos son buenos, pero si se los controla son mejores”. De nuevo: la posibilidad de transparencia institucional está en relación directamente inversa a la discresionalidad de un procedimiento y, por tanto, a la posibilidad de que exista corrupción en éste.
Y si no, pregúntenle al muchacho de Neuquén que se filmaba a sí mismo “negociando” la entrega de casas en su oficina, ¿de acuerdo?
El otro punto es aún más complejo, y está relacionado con la invisibilidad -por llamarla de algún modo- de los subsidios que recibimos los sectores medios.
Yo mismo, ciudadano de sectores medios, me levanto a la mañana e inmediatamente prendo la luz (tarifa subsidiada), me higienizo (con agua y cloacas que tienen tarifas subsidiadas), doy un beso a mis tres hijos que salen para la universidad (que nos cuesta cerca de $1.000 por mes por pibe, de modo que el estado me está subsidiando 3 lucas mensuales nada más que en eso), me tomo un micro (con tarifa subsidiada) o subo a mi auto (que usa nafta subsidiada), voy a cobrar mi sueldo y, dentro de él, cobro las asignaciones familiares (subsidiadas por el Estado). Luego puedo pasar por el supermercado y compro con mi tarjeta de débito del Banco Piripí que hoy me hace un 15% de descuento en mi compra, más el 5% de devolución de IVA (todo subsidiado). Etcétera.
Claro, como ninguno de nosotros saca la cuenta de en cuánta plata nos subsidia el estado mensualmente, llegamos a creer que no estamos subsidiados. “Lo mío me lo gano trabajando, nadie me regala nada”. ¿Nadie me regala nada, en serio?
Ok, los subsidios que mencionaba forman parte de una estrategia de redistribución, de acuerdo, los podemos considerar como salario social, pero lo cierto es que cuando yo soy consciente de que sólo en Universidad el Estado se gasta en mi familia casi 3 lucas por mes, como que no me queda cara para protestar si le dieron $150 a una embarazada que está desocupada, sobre todo si pienso que yo, al estar trabajando, cobraría del mismo Estado, y no de mi empleador, un subsidio como salario familiar en caso de un embarazo. Pero no lo sabemos.
Cosas de sociólogos: Max Weber discutía con Carlos Marx (es piola esto de discutir con los muertos, porque no te pueden contestar…) y decía que lo importante no es la brecha, sino la percepción de justicia o injusticia de esta brecha. Dicho en términos coloquiales, si alguien me roba $100, pero no me entero, está todo bien, pero si me chorean $10 y me doy cuenta… ¡ya van a ver la que se arma!
Miren los cuadros, miren los datos que forman parte de la nota: no tenemos idea, en general, de lo subsidiados que estamos. Es fácil para muchos, entonces, sentir los subsidios declarados a los sectores populares como una situación de injusticia; parar mientes en la paja del ojo ajeno e ingnorar la super – extra – híper - mega viga que tenemos en el propio.
Y esto nos lleva a una conclusión práctica: si queremos disminuir la conflictividad social, si queremos una sociedad que se mueva por los criterios más razonables posibles, no podemos seguir engañándonos sobre este tema; necesitamos transparentarlo.
¿No les parece?
Enrique Bollati
Sociólogo
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