Milei contra el "wokismo": un discurso desenfrenado con más eco internacional que nacional

Tras más de un año de gestión, el Presidente ha ido elevando el tono de la llamada "batalla cultural". Sin embargo, la beligerancia varía según los destinatarios del discurso. Por eso, volvimos a hablar con una investigadora del Conicet y con un sociólogo de la UNCUYO para saber cómo ha ido evolucionado la llamada campaña “anti-woke”.

Milei contra el "wokismo": un discurso desenfrenado con más eco internacional que nacional

Milei durante su polémico discurso en Davos 2025. Foto de AFP publicada por La Nación

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Ezequiel Derhun

Publicado el 05 DE MARZO DE 2025

Antes de asumir como presidente, cada vez que Javier Milei hablaba, eventualmente aparecían referencias al wokismo, palabra de origen inglés que se utiliza para englobar políticas progresistas. A lo largo de más de un año como jefe de Estado, fue combinando su discurso anticasta con el combate al wokismo, con particular acento en la llamada "batalla cultural". El pico de esta disputa se dio durante su discurso en el Foro de Davos de 2025, donde dedicó casi media hora de exposición ante referentes del establishment mundial al afirmar que la ideología woke “es el cáncer que hay que extirpar”. Este pleito tiene diversos impactos, que dependen de si el escenario es nacional o internacional. Entonces, vale la pena preguntarse qué hay detrás de este modo de provocación constante.

Unos días antes de la elección general de 2023 en Argentina, publicamos una nota titulada “Qué es la ideología woke y por qué es atacada por Trump, Musk y Milei”. En ese momento, consultamos a la docente de la UBA e investigadora de Conicet Verónica Giordano y al sociólogo y director de la carrera de Sociología en la UNCUYO Gabriel Liceaga. Más de un año después, con Trump, Musk y Milei sosteniendo el estandarte antiwoke, volvimos a las mismas fuentes para saber qué están observando.

En su último discurso en Davos, Suiza, Milei incrementó el tono de sus palabras y se sostuvo en frases como las siguientes:

  • “Es nuestro deber moral y nuestra responsabilidad histórica desmantelar el edificio ideológico del wokismo enfermizo”;
  • “La agenda siniestra del wokismo que tanto daño le está haciendo a Occidente”;
  • “El virus mental de la ideología woke. Esta es la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar”.

Giordano subrayó algo con respecto al tono y al lugar: “Milei tiene un doble filo en sus intervenciones públicas. Hay momentos en los que, claramente, está hablando hacia los argentinos y argentinas; y hay momentos en los que está hablando para el foro internacional. Creo que cuando apunta contra el wokismo, está hablándoles a sus congraciados del norte global. Cuando habla para Argentina, aparecen frases como ‘zurdos hijos de puta’. Entonces, no me parece que con el término woke establezca una complicidad con los interlocutores argentinos”.

Liceaga, por su parte, coincidió en la ganancia por fuera de la frontera nacional que le genera la polémica por el wokismo: “Forma parte de la discusión política estadounidense desde hace cuatro o cinco años, y me parece que lo que hace Milei es inscribir su política particular en una esfera internacional. Él forma parte de grupos conservadores, de una cierta internacional de derechas o ultraderechas que se han venido configurando en los últimos años. Esta especie de internacional, que tiene sus propios debates e internas, encuentra sus puntos de unidad en el rechazo al feminismo, al ambientalismo o al antirracismo”.

Para el sociólogo, este discurso que amalgama a Meoni (Italia), Orban (Hungría) y Bukele (El Salvador) se desarma cuando el debate va hacia las políticas económicas, donde no hay tantas coincidencias. “En materia económica, tienen divergencias enormes, porque tienen que ver con el lugar geopolítico que ocupa cada país, porque hay gobiernos o figuras como Trump que son proteccionistas o son nacionalistas en términos económicos; y otros, todo lo contrario, como Milei, y esto tiene cierta lógica en función del lugar geopolítico de cada país. Creo que buscar un enemigo común y bautizarlo bajo un término, en este caso woke, es útil a la configuración y a la unidad de esos sectores políticos que, en otros términos, pueden llegar a tener posiciones bastante diferentes”, describió.

Milei apuntó sus cañones discursivos desde el escenario del World Economics Forum de Davos. Foto: AFP

Buscando al "wokismo" argentino

En la arena política nacional, Milei ha utilizado el agravio y los insultos como estrategia político-discursiva. Según una investigación del portal Chequeado, desde su asunción y hasta febrero de 2025, “el Presidente pronunció al menos 1051 insultos, descalificaciones o ataques en discursos, entrevistas y redes sociales, con un promedio de 2,4 por día”.

En ese listado de insultos, se destacan “kuka”, “zurdo” y “ensobrado”, aunque también, en menor medida, aparece el término “woke”, que ha utilizado de manera despectiva. En el abanico de insultos que hilvana el jefe de Estado, la palabra “woke” va asociada a términos como “sociedad”, “ideología”, “instituciones”, “virus” y “agenda”.

Giordano sostuvo que, en Argentina, la palabra woke es “de nicho” y afirmó que es “parte del vocabulario de un cierto grupo de personas vinculadas a la clase media, a los debates a nivel internacional sobre ideologías de derecha e izquierda, pero no es algo que, en general, se sepa de qué se trata". "Este debate no cala profundamente en las urgencias del conjunto de la población”, sostuvo.

El wokismo, ese despertar para estar atentos ante hechos de racismo que tuvo inicio en Estados Unidos, ha cobrado un significante polisémico a lo largo y ancho del mundo e incluye, mayormente, aquellas banderas que se les atribuyen a los progresismos. Fue el propio Milei quien intentó enumerar estas conquistas, que es donde observa el manto oscuro del también polisémico socialismo. “Feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles”, dijo el presidente en Davos.

Liceaga, en tanto, también relativizó el peso en la agenda nacional y remarcó que él prefiere hablar de “progresismo”, una palabra con sentido propio en Argentina, antes que de “wokismo”. Para el sociólogo, activar esta agenda no pareciera tener éxito, al menos por ahora, “ya que el apoyo del que goza el Gobierno no pareciera fundarse en la activación en clave reaccionaria (ir en contra del ambientalismo, por ejemplo), sino, particularmente, en el relativo control hasta aquí de la inflación”.

Qué puede pasar con el debate sobre el "wokismo" en Argentina

Tal como marcan los especialistas, la provocación sin límites que Milei parece aprovechar en escenarios internacionales, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), no se termina de traducir con la misma intensidad a nivel local, aunque sí lo hacen las usinas que buscan ampliar el pensamiento del libertario, como la Fundación Faro.

Veamos un ejemplo reciente. Poco más de un mes después del discurso en Davos, el Presidente inauguró el año legislativo en el Congreso de la Nación, donde cada año los jefes de Estado anuncian los ejes sobre los que avanzará su gobierno. Este discurso, uno de los más importantes a nivel institucional (dada la presencia de los tres poderes en un mismo lugar), no tuvo la beligerancia contra el wokismo que sí tuvo en Davos. De hecho, se refiere al wokismo una sola vez, al hablar de “wokismo judicial”, en alusión a lo que él llama ‘doctrina Zaffaroni’, entendiendo que es una persona que es referente del garantismo.

“Creo que el debate sobre wokismo no va a escalar como tal”, comentó Giordano, para acentuar qué puede suceder en la escena local, aunque remarcó que sí hay contenidos “que en ese debate” están en disputa. “Por ejemplo, la educación sexual integral (ESI); todo el cambio que hubo en los contenidos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que después tuvieron que modificarlos; las provincias que se resisten a quitar el contenido ESI; el debate en medicina acerca del aumento de enfermedades de transmisión sexual (ITS), y la necesidad de seguir atendiendo esos problemas hace que se pongan en tela de juicio decisiones del Gobierno, como, por ejemplo, la desarticulación del programa de embarazo adolescente no intencional. En fin, creo que sí escalan las tensiones, pero no con la etiqueta wokismo”, cerró la investigadora y docente de la UBA.

Sobre qué ve hacia adelante, Liceaga respondió: “Sobreactuar en política siempre tiene costos. Creo que el Gobierno corre el riesgo de creerse linealmente la narrativa que intenta imponer y de subestimar el arraigo popular de determinados temas”. Asimismo, pero visto desde la otra vereda, Liceaga advirtió: “Si no se logra construir una narrativa más o menos consistente y movilizadora que conecte dimensiones culturales, identitarias y económicas en la construcción de un proyecto común, sí se corre el riesgo de un deterioro progresivo de conquistas históricas, que, eventualmente, se expresarán en el plano legislativo”.

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