México primitivo resurge y maravilla
La información sobre la cultura de los mexicas y otras civilizaciones aún más antiguas, sigue acrecentándose día a día. A las investigaciones, excavaciones y publicaciones de trascendencia se suma el hallazgo de una enorme escultura en la cúspide de la Pirámide del Sol de Teotihuacán.
La diosa Coyolxauhqui, hecha de piedra volcánica
Se palpita el 35º aniversario, este 21 de febrero, del hallazgo de la diosa lunar Coyolxauhqui, en el corazón del Centro Histórico de México D.F. Para la ocasión está previsto un ciclo de conferencias y exposiciones de los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuya mayor apuesta es impactar al más amplio público desde la divulgación con apoyo de fotografías y material complementario sobre el “inframundo” mexica.
El encuentro fortuito con la diosa mexica de la Luna, decapitada y desmembrada por su hermano Sol, Huitzilopochtli, fue el origen del Proyecto del Templo Mayor, la creación de un equipo de especialistas encabezados por Eduardo Matos Moctezuma y la progresión de excavaciones que siguen develando las incógnitas del pasado prehispánico que yace bajo la ciudad.
El monolito de piedra volcánica, con diámetro de 3,25 metros y ocho toneladas de peso, emergió de la tierra el 21 de febrero de 1978, cuando trabajadores de Luz y Fuerza instalaban cables subterráneos en la esquina que forman las calles de Guatemala y Argentina.
El hallazgo de la Coyolxauhqui fue un parteaguas, porque a partir de ella se constituyeron las grandes excavaciones e investigaciones profundas del Templo Mayor. Luego se construyó el museo y se abrió la zona arqueológica, dando inicio a la tarea del equipo multidisciplinario del INAH dirigido por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
Cuando la deidad fue asesinada por el dios Sol al nacer, no sólo su cabeza decapitada se convirtió en la Luna, como narraron los cronistas Bernardino de Sahagún y Diego Durán, sino que fue el origen de un caudal de descubrimientos que siguen surgiendo. Por ejemplo, la confirmación de la existencia de restos de sangre en navajillas de obsidiana y cajetes que forman parte de la ofrenda de Cuauhxicalco, descubierta en 2011 en la Plaza Manuel Gamio, podría confirmar que los mexicas realizaban rituales de autosacrificio, como se vislumbró en códices y crónicas, sostiene la arqueóloga Lorena Vázquez.
El proceso de identificación todavía no termina y es que, según explican los expertos, descubrir y excavar es la parte más fácil del trabajo del arqueólogo. La verdadera labor comienza después, cuando todo un mundo de indicios son analizados minuciosamente con diversas pruebas científicas.
Un tema central en el ciclo de conferencias son las ofrendas que fueron ubicadas en Cuauhxicalco, plataforma circular de más de 500 años de antigüedad en el predio de la Plaza Manuel Gamio, frente al Templo Mayor. Todos estos descubrimientos se han anunciado en su momento, como fue el caso de los cráneos con perforación del tzompantli, otra ofrenda con múltiples restos óseos, y los cajetes o platos con navajillas. No sucede así con la difusión de las indagaciones posteriores, como los tratamientos al material arqueológico, su restauración y conservación, además de las hipótesis que han generado, los cuales en esta ocasión sí serán expuestos en detalle por los especialistas del INAH.
Un promedio de medio millón de personas al año visita en la actualidad el Templo Mayor, en el Centro Histórico del D.F. mexicano.
Tesoro en la cúspide de la pirámide gigante
La cúspide de la Pirámide del Sol, una fosa a 66 metros de altura, fue el escenario de otro impactante hallazgo arqueológico. Se trata de la escultura de Huehuetéotl, dios del fuego, la más grande encontrada hasta ahora en la zona de Teotihuacán, además de dos estelas completas y el fragmento de otra, las cuales debieron decorar esa estructura hace 1.500 años.
Así lo informaron los arqueólogos Alejandro Sarabia y su colega, Saburo Sugiyama, de la Universidad Provincial de Aichi (Japón), quienes desarrollan desde 2005 el Proyecto Pirámide del Sol del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Explicaron que las piezas fueron halladas dentro de una fosa –de cuatro metros de ancho, 17 metros de largo y cinco metros de profundidad–, la cual probablemente data de finales del siglo V o principios del VI de nuestra era.
Los expertos manifestaron que el templo que existió en la parte alta de la pirámide fue destruido por los propios teotihuacanos, pero algunos elementos arquitectónicos, como las estelas descubiertas, se dejaron en ese lugar.
Este espectacular descubrimiento, aunado al hallazgo en 1906 de un brasero y varios símbolos escultóricos de la ceremonia sagrada del Fuego Nuevo sobre la plataforma adosada, podría indicar que la Pirámide del Sol fue escenario de cultos de carácter ígneo (dedicados al fuego) y de finales de ciclos calendáricos. Alejandro Sarabia y su equipo consideran que la fosa fue excavada en tiempos prehispánicos para recuperar la ofrenda principal de la construcción, en un acto de desacralización, y para repartir su contenido en otros edificios de la antigua ciudad.
Con el paso del tiempo, dijeron, las piezas arquitectónicas que habían quedado, cayeron dentro de la oquedad y ahí permanecieron durante siglos. Luego de las recientes exploraciones en la cima de la pirámide, de hecho, las primeras en realizarse en esa estructura, la principal de Teotihuacán, representaron una oportunidad única al dejar expuestos elementos inéditos de lo que fue su templo.
La arqueóloga Nelly Zoé Núñez Rendón, también investigadora del Proyecto Pirámide del Sol y responsable de las excavaciones en la cúspide de la edificación, precisó que el objetivo inicial era ubicar el desplante del último cuerpo, mediante una cala de tres por cinco metros, en sentido norte-sur.
A escasos 50 centímetros fueron apareciendo los elementos señalados, la escultura del dios viejo o del fuego (la más grande de su tipo en Teotihuacán) y el fragmento de una estela de 80 kilos, más otros objetos de piedra verde o pizarra, como cuentas y placas, así como concentraciones de conchas marinas. La poca profundidad en la que se detectaron las piezas, indica que cuando Leopoldo Batres consolidó la Pirámide del Sol, hace poco más de un siglo, únicamente cubrió la cima, sin antes haber excavado esta área.
Para Nelly Núñez, los hallazgos en la cúspide de la pirámide destacan por su gran formato, puesto que la escultura de Huehuetéotl (que se halló en 75 por ciento, y fue realizada en andesita gris) tiene 58 centímetros de altura y pesa unos 190 kilos.
Esta representación conserva, en un caso inédito, parte de la pigmentación original sobre los diseños geométricos en bajorrelieve, e iconográficamente dista de otras representaciones de la deidad. Sus brazos aparecen entrecruzados, las arrugas del rostro son poco profundas, la decoración de su brasero es atípica, porta un antifaz, además de moños, tanto en la cabeza como en el cuello.
Asimismo, las estelas completas de piedra verde son lisas. La primera –de 2,56 metros de largo y 955 kilos (el monolito de piedra verde más grande de los 20 registrados en Teotihuacán)–, se encontró a 4,30 metros de profundidad; la segunda, de 1,40 de alto y 300 kilos, fue descubierta en la primera semana de diciembre pasado, poco antes de terminar la temporada de exploración de 2012.
Para el traslado de las piezas a las oficinas administrativas se requirió personal de las áreas de restauración y museografía, el cual supervisó su embalaje y descenso desde los 66 metros de altura, mediante un sistema de cuerdas y anclajes en los diferentes cuerpos de la Pirámide del Sol.
El encuentro fortuito con la diosa mexica de la Luna, decapitada y desmembrada por su hermano Sol, Huitzilopochtli, fue el origen del Proyecto del Templo Mayor, la creación de un equipo de especialistas encabezados por Eduardo Matos Moctezuma y la progresión de excavaciones que siguen develando las incógnitas del pasado prehispánico que yace bajo la ciudad.
El monolito de piedra volcánica, con diámetro de 3,25 metros y ocho toneladas de peso, emergió de la tierra el 21 de febrero de 1978, cuando trabajadores de Luz y Fuerza instalaban cables subterráneos en la esquina que forman las calles de Guatemala y Argentina.
El hallazgo de la Coyolxauhqui fue un parteaguas, porque a partir de ella se constituyeron las grandes excavaciones e investigaciones profundas del Templo Mayor. Luego se construyó el museo y se abrió la zona arqueológica, dando inicio a la tarea del equipo multidisciplinario del INAH dirigido por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
Cuando la deidad fue asesinada por el dios Sol al nacer, no sólo su cabeza decapitada se convirtió en la Luna, como narraron los cronistas Bernardino de Sahagún y Diego Durán, sino que fue el origen de un caudal de descubrimientos que siguen surgiendo. Por ejemplo, la confirmación de la existencia de restos de sangre en navajillas de obsidiana y cajetes que forman parte de la ofrenda de Cuauhxicalco, descubierta en 2011 en la Plaza Manuel Gamio, podría confirmar que los mexicas realizaban rituales de autosacrificio, como se vislumbró en códices y crónicas, sostiene la arqueóloga Lorena Vázquez.
El proceso de identificación todavía no termina y es que, según explican los expertos, descubrir y excavar es la parte más fácil del trabajo del arqueólogo. La verdadera labor comienza después, cuando todo un mundo de indicios son analizados minuciosamente con diversas pruebas científicas.
Un tema central en el ciclo de conferencias son las ofrendas que fueron ubicadas en Cuauhxicalco, plataforma circular de más de 500 años de antigüedad en el predio de la Plaza Manuel Gamio, frente al Templo Mayor. Todos estos descubrimientos se han anunciado en su momento, como fue el caso de los cráneos con perforación del tzompantli, otra ofrenda con múltiples restos óseos, y los cajetes o platos con navajillas. No sucede así con la difusión de las indagaciones posteriores, como los tratamientos al material arqueológico, su restauración y conservación, además de las hipótesis que han generado, los cuales en esta ocasión sí serán expuestos en detalle por los especialistas del INAH.
Un promedio de medio millón de personas al año visita en la actualidad el Templo Mayor, en el Centro Histórico del D.F. mexicano.
Tesoro en la cúspide de la pirámide gigante
La cúspide de la Pirámide del Sol, una fosa a 66 metros de altura, fue el escenario de otro impactante hallazgo arqueológico. Se trata de la escultura de Huehuetéotl, dios del fuego, la más grande encontrada hasta ahora en la zona de Teotihuacán, además de dos estelas completas y el fragmento de otra, las cuales debieron decorar esa estructura hace 1.500 años.
Así lo informaron los arqueólogos Alejandro Sarabia y su colega, Saburo Sugiyama, de la Universidad Provincial de Aichi (Japón), quienes desarrollan desde 2005 el Proyecto Pirámide del Sol del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Explicaron que las piezas fueron halladas dentro de una fosa –de cuatro metros de ancho, 17 metros de largo y cinco metros de profundidad–, la cual probablemente data de finales del siglo V o principios del VI de nuestra era.
Los expertos manifestaron que el templo que existió en la parte alta de la pirámide fue destruido por los propios teotihuacanos, pero algunos elementos arquitectónicos, como las estelas descubiertas, se dejaron en ese lugar.
Este espectacular descubrimiento, aunado al hallazgo en 1906 de un brasero y varios símbolos escultóricos de la ceremonia sagrada del Fuego Nuevo sobre la plataforma adosada, podría indicar que la Pirámide del Sol fue escenario de cultos de carácter ígneo (dedicados al fuego) y de finales de ciclos calendáricos. Alejandro Sarabia y su equipo consideran que la fosa fue excavada en tiempos prehispánicos para recuperar la ofrenda principal de la construcción, en un acto de desacralización, y para repartir su contenido en otros edificios de la antigua ciudad.
Con el paso del tiempo, dijeron, las piezas arquitectónicas que habían quedado, cayeron dentro de la oquedad y ahí permanecieron durante siglos. Luego de las recientes exploraciones en la cima de la pirámide, de hecho, las primeras en realizarse en esa estructura, la principal de Teotihuacán, representaron una oportunidad única al dejar expuestos elementos inéditos de lo que fue su templo.
La arqueóloga Nelly Zoé Núñez Rendón, también investigadora del Proyecto Pirámide del Sol y responsable de las excavaciones en la cúspide de la edificación, precisó que el objetivo inicial era ubicar el desplante del último cuerpo, mediante una cala de tres por cinco metros, en sentido norte-sur.
A escasos 50 centímetros fueron apareciendo los elementos señalados, la escultura del dios viejo o del fuego (la más grande de su tipo en Teotihuacán) y el fragmento de una estela de 80 kilos, más otros objetos de piedra verde o pizarra, como cuentas y placas, así como concentraciones de conchas marinas. La poca profundidad en la que se detectaron las piezas, indica que cuando Leopoldo Batres consolidó la Pirámide del Sol, hace poco más de un siglo, únicamente cubrió la cima, sin antes haber excavado esta área.
Para Nelly Núñez, los hallazgos en la cúspide de la pirámide destacan por su gran formato, puesto que la escultura de Huehuetéotl (que se halló en 75 por ciento, y fue realizada en andesita gris) tiene 58 centímetros de altura y pesa unos 190 kilos.
Esta representación conserva, en un caso inédito, parte de la pigmentación original sobre los diseños geométricos en bajorrelieve, e iconográficamente dista de otras representaciones de la deidad. Sus brazos aparecen entrecruzados, las arrugas del rostro son poco profundas, la decoración de su brasero es atípica, porta un antifaz, además de moños, tanto en la cabeza como en el cuello.
Asimismo, las estelas completas de piedra verde son lisas. La primera –de 2,56 metros de largo y 955 kilos (el monolito de piedra verde más grande de los 20 registrados en Teotihuacán)–, se encontró a 4,30 metros de profundidad; la segunda, de 1,40 de alto y 300 kilos, fue descubierta en la primera semana de diciembre pasado, poco antes de terminar la temporada de exploración de 2012.
Para el traslado de las piezas a las oficinas administrativas se requirió personal de las áreas de restauración y museografía, el cual supervisó su embalaje y descenso desde los 66 metros de altura, mediante un sistema de cuerdas y anclajes en los diferentes cuerpos de la Pirámide del Sol.
arqueología, hallazgos, divulgación científica,