Mendoza, una ciudad inclusiva, pero con falta de conciencia social y colectiva
Las personas con discapacidad encaran diariamente el reto de ser independientes en ciudades poco amigables. Desafío para las instituciones, la arquitectura y la ciudadanía para generar "empatía hacia las personas con discapacidad".
Télam
“Las ciudades del mundo son determinantes en la forma en que se implementan y garantizan los derechos humanos fundamentales”, resume un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pese a las oportunidades actuales, existen varios impedimentos para una planificación urbana inclusiva, lo que hace que la participación de los grupos vulnerables en las grandes urbes siga siendo muy baja. Si bien en los últimos cuatro años Mendoza ha avanzado sobre este terreno, aún tiene desafíos que afrontar.
Según ese organismo internacional, una ciudad inclusiva y accesible es un lugar donde todas las personas, independientemente de sus medios económicos, género, etnia, discapacidad, edad, identidad sexual, estado migratorio o religión, están habilitadas y capacitadas para participar plenamente en las oportunidades sociales, económicas, culturales y políticas que las ciudades tienen para ofrecer.
De hecho, la accesibilidad también se reconoce como un derecho humano y una condición previa para que las personas mayores y las personas con discapacidad vivan de manera independiente y participen de forma plena e igualitaria en la sociedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cerca de 1300 millones de personas -es decir, 1 de cada 6 personas en todo el mundo- sufren una discapacidad importante. En la Argentina, según el último censo nacional 2022, el Registro Nacional de Personas con Discapacidad cuenta con 1.503.779 personas con Certificado Único de Discapacidad (CUD) vigente.
“Las personas con discapacidad se enfrentan a diario a obstáculos en su entorno urbano que dificultan su movilidad y su acceso a los servicios públicos. Para que una ciudad sea inclusiva se deben eliminar ciertas barreras arquitectónicas, instalar señalización en braille y en relieve para personas con discapacidad visual, proveer transporte accesible y educar a la sociedad en la inclusión y el respeto a las personas con discapacidad”, detalló en 2019, Carlos Alonso, arquitecto, magíster en Accesibilidad y no docente de la UNCUYO, cuando fue entrevistado por Unidiversidad.
Pero, ¿qué ha cambiado desde aquel entonces en Mendoza? ¿Ha impulsado la provincia el desarrollo de la accesibilidad para las personas con discapacidad? Consultado nuevamente por este medio, el especialista sostuvo que existen avances, pero aún faltan algunos cambios para catalogar a Mendoza como una “Ciudad Inclusiva”.
“Nos están faltando varias cosas para calificarla de esa manera. Desde aquel 2019, hay varios puntos a favor y en contra que debemos destacar. Uno de los avances que más sobresalen es que en el Gran Mendoza hay distintos programas que llevan adelante los municipios sobre la refacción y remodelación de varias arterias y veredas importantes que presentan abundante circulación. La plataforma única, que es la unificación vereda-calzada, ha sido muy implementada en este último tiempo y ha permitido derribar esa barrera arquitectónica muy común hasta hace 5 años. Un ejemplo de lo que hablamos es la calle Arístides”, expresó.
En ese sentido, Nicolás Reynaga, responsable del área de Inclusión y Accesibilidad de Capital, afirmó que desde hace tiempo se viene trabajando con el área de obras del municipio en este Plan de Integración que se viene ejecutando desde hace más de 6 años.
“La intervención se hace de manera articulada, generando senderos accesibles: para las personas con visión reducida se colocan las baldosas podotáctiles con especificaciones en la obra pública y para las personas con movilidad reducida venimos implementando la reconstrucción de las esquinas con rampas accesibles. Además se está implementando lo que se denomina ciudad cero, que consiste en la eliminación de todo cordón que se extienda a espacios públicos, paseos y plazas”, detalló.
Habitar la ciudad
Daniel Pereyra (39), un joven con discapacidad moderada, contó que desde hace un tiempo ha logrado mayor grado de autonomía con el avance en materia de accesibilidad y movilidad por parte de los municipios.
“Las ciudades inclusivas necesitan tener veredas y edificios accesibles para personas con discapacidad motriz, rampas de acceso para sillas de ruedas, ascensores en los edificios, servicios sanitarios accesibles y una planificación urbana que tenga en cuenta las necesidades de todas las personas. Actualmente es lo que podemos percibir de Mendoza. Las autoridades provinciales nos están incluyendo. Falta mucho por hacer, pero vamos por buen camino”, detalló.
En tanto, Damián Martínez (32), un joven con capacidad motriz reducida, sostuvo que, en comparación con años anteriores, la ciudad está saliendo a flote por las obras y se nota mayor inclusión. “En lo que a mí respecta, creo que nos estamos sumergiendo en una ciudad inclusiva. Estamos presenciando la construcción de una ciudad adaptada y preparada para las personas con discapacidad. ¿Falta mucho? Sí, pero notamos los cambios”.
“Hoy, el inconveniente para nosotros son los medios de transporte. Hay una enorme dificultad para conseguir las herramientas necesarias para transportarnos. De 3 o 4 unidades que circulan solo una tiene la rampa para ascender o descender. Subir a un taxi también es complicado. Hay ocasiones en las que el chofer te ayuda a subir, pero muchas veces pasa que no se detiene porque te ven en silla de ruedas. No lo hacen por mala predisposición, sino porque no saben cómo hacerlo”, agregó.
Además, sostuvo que es posible el cambio de mentalidad. “Si nos remontamos un par de años atrás, no se hablaba tanto de discapacidad. Hoy la mentalidad y la cultura son otra cosa”, señaló.
Entre el listado negativo para lograr una verdadera ciudad inclusiva, Alonso manifestó que a los medios de transporte también se le suman los viejos o antiguos edificios gubernamentales.
“No son funcionales para las personas con discapacidad. Tenemos edificios construidos en los '80 bajo el modelo médico-asistencialista-arquitectónico, en el cual las escaleras, que representaban jerarquía, son un obstáculo. Estamos en 2023 y continuamos viendo escaleras, como pasa en la Legislatura, Casa de Gobierno, Poder Judicial y demás delegaciones municipales, y a su costado rampas asistenciales adicionales hechas en metal. Ahí, la accesibilidad está cubierta, pero la discapacidad se sigue viendo como una enfermedad a asistir y no como algo a derribar”, explicó Alonso.
Con él coincidió el locutor y astrólogo Ricardo Correnti, quien remarcó que la accesibilidad en transporte y arquitectura urbanística es una deuda pendiente tanto de este Gobierno como de los que vendrán.
“Si bien hay algunos avances en Capital y otros departamentos, lo cierto es que las condiciones no son tan accesibles como se ven. Todavía hay esquinas donde una persona con discapacidad se encuentra con rampas a 45º, algo imposible de utilizar. Ni hablar de su mantenimiento, algunas esquinas parecen abandonadas. Ya conocemos el caso del artista mendocino 'El Mocho' Perez que falleció por un accidente en la vía pública. El transporte es otro tema, seguimos con una flota en la que solo el 30% tiene pisos bajos y cuenta con rampas para descender. No hay información en braille para las personas ciegas en las paradas de colectivos y la app MendoTran, claramente, no funciona para ellos. Hay cambios, pero falta y mucho”, sostuvo.
“Otro tema -siguió- son las construcciones edilicias nuevas. Para que tengas una idea, de las construidas en el Gran Mendoza solo el 4% tiene las dimensiones requeridas para una persona con movilidad reducida o con alguna otra discapacidad. En construcciones como las de Procrear no hay una sola ideada para las personas con discapacidad. Incluso, las plantas bajas no poseen las dimensiones requeridas ni cuentan con estacionamientos exclusivos. Ni hablar de los ascensores. A eso le sumamos la poca empatía del mendocino para con las personas con discapacidad”.
Una currícula poco inclusiva
Tiempo atrás, afirmó Alonso, la función del profesional en arquitectura era la de servir a la sociedad y contribuir al bien común a través de los espacios, tanto públicos como privados. Sin embargo, hoy el arquitecto cree que este desafío va más allá y consiste en pensar las ciudades y sociedades más sostenibles e inclusivas.
“El mayor punto aquí es la concientización. Si bien todos los proyectistas y arquitectos tienen su manera de resolver, muchas veces no está incorporado en su conciencia el hecho de resolver estructuras con diseño inclusivo. Esta es otra falencia o atraso en la incorporación de la accesibilidad en las currículas de estudio de las carreras de Arquitectura. En la actualidad, tenemos muy pocas facultades en el país con la materia de accesibilidad o diseño inclusivo y en la mayoría está de manera opcional. Son temas que hay que seguir inculcando y profundizando en las distintas facultades”, dijo Alonso.
“En varias ocasiones -continuó- he sido testigo de que en varios proyectos de espacios verdes y públicos la inclusión y accesibilidad han sido incluidas, pero muy sobre el final de los trabajos. Hoy son dos conceptos que deberían estar muy presentes y con mayor protagonismo. Falta incorporarlas dentro de la resolución para que tengan mucho más peso en la concepción”.
Falta de conciencia social y colectiva
Por su parte, Juan Carlos González, defensor de las Personas con Discapacidad de la provincia, manifestó estar contento con la iniciativa de Capital y de las demás comunas por la intención de dar inclusión, aunque advirtió que es un primer avance. “Falta mucho para llegar a imitar a las grandes ciudades del mundo, sobre todo en lo que concierne a la accesibilidad”, dijo.
El defensor de las Personas con Discapacidad también recalcó que no solo Capital está avanzando en materia de inclusión, sino que hay otros municipios, como Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras y Luján de Cuyo, que también han puesto rampas en esquinas y colocado baldosas podotáctiles. Aunque remarcó que muchos otros cercanos a la Capital se han quedado en el tiempo y son difíciles de transitar.
“Celebramos la accesibilidad, la inclusión, pero en la provincia aún falta una arquitectura más inclusiva, falta conciencia social y colectiva. En departamentos de la periferia, e incluso los mencionados, si nos adentramos en ellos solo vemos la inclusión en cercanías de plazas o municipalidades, fuera de eso faltan años de inversión en accesibilidad. Hay avances interesantes, pero esperamos más", expresó González.
Y completó: “Al hablar de conciencia colectiva es meritorio destacar la importancia de que todos se unan a este sistema inclusivo y accesible. En la calle Arístides, luego de las obras que se realizaron, por ejemplo, ya es posible ver cómo varios (no todos) los bares y restaurantes acomodan sus mesas y sillas encima de las baldosas guías sin siquiera percatarse de la importancia que estas tienen para las personas con discapacidad visual. En este tipo de situaciones y actitudes es donde me apoyo al hablar de falta de conciencia colectiva. Ojalá todo cambie”.
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