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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Lo aseguró el ingeniero agrónomo Jorge Silva Colomer. Dijo que es necesario interpretar los cambios en el territorio para evitar que siga creciendo la zona urbana, el atropello hacia la zona rural sin control, sin integración ni protección del ecosistema.
El ingeniero explicó que no se toman en cuenta los servicios ambientales que presta el campo. Foto: Axel Lloret.
Mendoza no tiene proyecto de desarrollo, o lo tiene pero es el mismo que en 1884 ideó, para una provincia de 70 mil habitantes, el ingeniero italiano César Cipolletti, que no conocía los conceptos de globalización ni de cambio climático. Esa es la visión del ingeniero agrónomo Jorge Silva Colomer, quien aseguró que es necesario interpretar los cambios del territorio, hacer nuevas preguntas, buscar nuevas respuestas y delinear políticas que impidan que el casco urbano siga creciendo, que continúe el atropello sin control sobre la zona rural, la contaminación, y que entendamos que la Provincia es una sola e incluye la zona irrigada y la no irrigada.
Silva Colomer es consciente de que su visión sobre Mendoza no es precisamente optimista. Sin embargo, cree que es necesaria para encontrar respuestas, que él tampoco tiene pero que está dispuesto a buscar.
El ingeniero nació en Buenos Aires, se recibió, se doctoró en España en producción animal, fue funcionario durante la gestión del radical Roberto Iglesias, investigador del Conicet, director de las agencias del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de La Pampa, San Luis y la región Cuyo. Ya se jubiló pero fue contratado para continuar con su trabajo en el equipo de ordenamiento territorial y socio economía de la entidad nacional en Mendoza.
El profesor universitario enumeró los problemas que aquejan a Mendoza: un proyecto de desarrollo de 1884, con influencia de la globalización, crecimiento poblacional, una cultura del oasis sin integrar al resto del territorio, tierras abandonadas, turismo internacional que implica servicios, escasez de agua, contaminación, atropello urbano sobre la zona rural y sin protección de la riqueza ambiental.
¿Cuáles son las razones por las que no se delineó un nuevo proyecto? A esa pregunta Silva Colomer responde rápidamente: los dirigentes no tuvieron la visión necesaria para hacerlo, el grupo de poder no quiere perder su lugar y los mendocinos y mendocinas no quieren cambiar; creen que Mendoza sólo es el pequeño oasis en el que se amontona el 90 % de la población, pero que es sólo el 4 % de la superficie total. Sabe que esa visión sobre la personalidad de los habitantes le traerá críticas pero aseguró que ese es un punto fundamental, porque no vio lo mismo cuando dirigió las agencias del INTA de La Pampa, de San Luis o cuando trabajó en San Juan.
Pese a su visión crítica, dijo que aún se puede reaccionar, que hay muchos profesionales que hacen la diferencia en las instituciones públicas y privadas y que producen pequeñas modificaciones. Pero aseguró que es necesario delinear un proyecto de desarrollo claro de la provincia, porque resaltó que hoy sólo se desarrollan algunas cadenas productivas, específicamente la vitivinícola, la olivícola y la hortícola, pero cree que en estos sectores nadie quiere perder ni ceder espacios.
Todos en la ciudad
El ingeniero explicó que el proyecto de desarrollo es el mismo de 1884, pero comentó que la diferencia es que hoy Mendoza tiene casi 2 millones de habitantes, la mayoría quiere vivir en la ciudad y existen las mismas 500 mil hectáreas con derecho a riego, pero con las modificaciones que producen el cambio climático y la globalización.
"Para mí no hay un proyecto de desarrollo sustentable o sostenible, que es una palabra gastada pero significa que las próximas generaciones puedan seguir usando las mismas tierras. Si me decís hay un proyecto por cadena de valor, te digo que en algunos casos sí y en otros no. En vivitivinicultura hay un proyecto, que es que el grupo de poder de 7 u 8 bodegas es el que manda", subrayó.
Para el ingeniero agrónomo no hubo ordenamiento territorial, sino que fuimos creciendo sin demasiada claridad, lo que llevó a que hoy existan 100 mil hectáreas de tierras abandonadas y que entre ocho y diez productores por día salgan del sistema.
"A la vivitvinicultura le faltan alta tecnología, integración y la voluntad de que ciertos productores se queden en el sistema. Porque si vos tenés una finca, te la vienen a comprar, tenés más de 60 años, la vendés, es tu jubilación, tenés todas las razones; o dale una posibilidad de que gente joven trabaje la finca. Pero todo está unido: el trabajo de los jóvenes en la ciudad se paga más y no estás al sol. Hasta que la finca no se tecnifique, que el joven –que es un tipo absolutamente tecnificado– diga: 'Puedo manejar con drones la finca', no va a funcionar, pero esa tecnología que se llama disruptiva no está porque se mantuvieron las tradiciones y el buen vivir de un grupo de gente que no pensó que se le podía desarmar el tablero", comentó.
Los bienes ambientales
Silva Colomer aseguró que es necesario repensar el avance urbano en la zona rural, no sólo por los problemas y cambios sociales y económicos que genera, sino porque se pierden bienes ambientales como el aire, el verde, el paisaje. Y dijo que estos aspectos no son importantes sólo para los vecinos sino también para los turistas, que buscan sitios no degregadados, porque que no vienen a Mendoza a ver barrios privados sino un viñedo, un olivar o un río sin contaminar.
El ingeniero explicó que los especialistas del Departamento General de Irrigacion (DGI) están trabajando en la zonificación del territorio y en una ecuación que permita cobrar a los privados obras que hicieron y ya no pueden utilizar porque se instaló un barrio donde había una finca. Con los técnicos de la agencia del INTA trabajan en el concepto de servicios ecosistémicos (el óxígeno, el aire puro, el verde, el paisaje).
El ingeniero agrónomo está convencido de que muchos de los vecinos mendocinos no comprenden la importancia de esos servicios ecosistémicos, quieren vivir en la ciudad y olvidan que de esas fincas salen los alimentos que consumen. "La gente quiere vivir en la ciudad, después se da cuenta de que hay mucho cemento, se va a Guaymalén, pero de ninguna manera piensa en el prójimo, sino en tener una casa con pileta donde pueda tener aire, y si hay un productor, que se corra. No entendió el servicio que presta, no está bien vendido que el alimento que sale de ahí es el que usa la gente. Venís a la ciudad y se te va de la cabeza la finca. Cuando ves cosechar al productor, ahí decís: 'Este tomate lo cosechó alguien'. Y los que tienen que tomar eso en cuenta son los intendentes y los municipios, que son los que mandan en el territorio".
El ingeniero propuso volver a pensar y buscar nuevas respuestas, porque entiende que de lo contrario Mendoza es inviable y se seguirá adelante con un proyecto no explicitado. "Es más de lo mismo: un oasis grande, usar más el agua para la ciudad, para las bodegas, para este 82 % que vive en la zona irrigada, y que vengan los turistas internacionales a enamorarse de Mendoza".
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