Mendoza antes del hombre y gigantes de carne y hueso
La Brújula es la cara visible y amable de la ciencia y la tecnología realizadas en Mendoza. Más de 240 mil personas ya visitaron la exposición organizada por el Ministerio de Agroindustria y Tecnología de la provincia.
Espacio Cultural Julio Le Parc. A contramano de la idea de que hay una ciencia subida al pedestal del conocimiento y una perspectiva tecnológica basada en las supuestas bondades intrínsecas de la economía de mercado, la Brújula señala otro norte: un futuro de desarrollo para la región con posibilidad cierta de concretarse, basado fundamentalmente en la convicción de que si los muchos proyectos innovadores en materia científico-tecnológica que hay en la provincia, quedaran exclusivamente al arbitrio de la iniciativa privada, o bien demandarían siglos para ejecutarse, o bien jamás se concluirían.
La organización corre a cargo del Ministerio de Agroindustria y Tecnología y se inscribe en la estrategia política que enunció el gobernador Francisco Pérez en su discurso ante la Asamblea Legislativa el pasado 1º de Mayo. Allí Pérez habló del futuro Parque Tecnológico –Mendoza TIC– y el Programa Mendoza Tecnológica, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, que permitirá el traslado del puerto seco de Godoy Cruz a Luján, así como la ampliación del Parque TIC en Godoy Cruz y la creación de un parque biotecnológico, entre otras actividades.
Como si de una operación de pinzas se tratara, mientras salen a la palestra las nuevas tecnologías como las computadoras, los satélites y los dinosaurios animatronics que hacen furor entre los jardines del Le Parc, con La Brújula el Estado pone el desarrollo científico local en el centro de atención del gran público.
Allí están, codo a codo con los estudiantes que ofician de guías, los referentes más destacados de la ciencia en Mendoza, como es el caso del paleontólogo Bernardo González Riga y la astrónoma Beatriz García. Quién si no Bernardo para hablar del hallazgo del Mendozasaurus neguyelap, es decir, el primer dinosaurio que recibe nombre científico en la provincia de Mendoza (fue su tema de tesis doctoral) y quien si no él para hablar en general de la paleontología. González Riga fue quien descubrió el segundo dinosaurio saurópodo de Mendoza: el Marguesaurus florenciae, además de ser uno de los más fervientes impulsores del Parque Paleontológico Cretácico Huellas de Dinosaurios por concretarse en Malargüe. Lo mismo cabe decir de Beatriz García, del Observatorio "Pierre Auger". Es una activa difusora de la observación astronómica con proyectos inclusivos como el “Observatorio para ciegos” que atrajo a miles de personas en Tecnópolis y sigue cosechando aplausos ahora en La Brújula. Y también es una de las indispensables de la “astrofísica” desde el Instituto de Tecnologías y Detección de Astropartículas (ITeDA) cuya sede está en la Comisión de Energía Atómica de Mendoza.
Uno y otro revelan el buen pulso de la investigación en Mendoza; podríamos decir, un desarrollo científico que se ubica en las primera líneas. Basta apuntar que el hallazgo en 2006 de los 200 rastros de dinosaurios en Malargüe –el Parque de Huellas– que es uno de los más importantes de la paleontología argentina, y por otro lado, la sinergia por la investigación del cielo y el cosmos en el mismo departamento sureño, es un punto de interés de la comunidad científica internacional. Como dato esencial, hay que decir que allí está funcionando la antena de la Agencia Espacial Europea, en conexión con misiones satélites que orbitan a Marte y en el futuro lo harán a Venus.
Para Bernardo González Riga, este es un momento vital para su especialidad, ya que por primera vez la investigación paleontológica está abierta al público: “El Observatorio paleontológico es la primera institución de puertas abiertas a la sociedad; de hecho, funciona dentro de un espacio totalmente vidriado y en el edificio que lo contiene –el ex Parque Eureka– hay restos de dinosaurios que pueden ser visitados por cualquier interesado”, dice. El paleontólogo es docente del Instituto de Ciencias Básicas de la Universidad Nacional de Cuyo. Allí, González Riga forma equipos de investigación con estudiantes que deben saber manejar todos los hilos adentro de un laboratorio dedicado al estudio de restos fósiles.
A la hora de proponer una idea de exposición en La Brújula, el paleontológo no dudó y montó un laboratorio con un set aledaño relativo a la excavación de huesos originarios separados por un esqueleto completo de dinosaurio. O sea, todo lo que hace falta saber o es indispensable para entender qué es lo que hace un paleontólogo. “Se trata de un laboratorio dedicado tanto a la investigación como a la conservación de restos fósiles que está abierto tanto a estudiantes universitarios del país como del extranjero, procedentes de cualquier carrera, además de dedicarse también a ofrecer charlas y conferencias para todo público, donde se explica cómo se estudia al dinosaurio, para qué sirve dicho estudio, y de qué forma sirve a la comunidad”. El pulso de las estrellas
La investigación de la tierra y el cosmos ya es como una gran nave despegando. Con Beatriz García como divulgadora, todo ese bagaje de conocimiento y avance deja un sabor dulce en el público que se interna en él. Allí en La Brújula puede verse a esta profesora e investigadora al mando del Observatorio para Ciegos, donde cada sesión termina con un cerrado aplauso. Enfrente de ese magnífico artefacto hay grandes y llamativas instalaciones donde la gente puede ir probando bocados. Es el caso de los paneles que observan florescencia. Adultos, adolescentes y niños no paran de hacer fila para probarse delante de éstos.
¿Cuál es la idea? Beatriz orienta: “Hay un flash de luz que el ojo no ve. Como esos detectores pueden ser concentrados en un foco, la idea es que cada uno haga como que pone una cámara y en el foco se coloca uno mismo. Y entonces lo que se ve que pasa es el paso de un lado al otro del foco, el paso de una imagen real y dada vuelta a virtual y derecha”, dice la astrónoma, quien agrega que esta misma estructura de detectores es la que está en los cuatro edificios (hay seis en cada edificio) para observar la fluorescencia que se produce en la atmósfera cuando el rayo cósmico genera una lluvia de partículas secundarias y estas interactúan con el nitrógeno”.
La experiencia no concluye ahí, ya que afuera del Espacio Le Parc está el stand de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) donde nuevamente el visitante se topa con el más alto nivel de ciencia y desarrollo tecnológico en la Argentina. La CNEA, junto al CONICET y la Universidad de San Martín, impulsó la creación de Instituto de Tecnologías en Detección de Astropartículas (ITeDa). La misión básica tiene que ver con el desarrollo de detectores de muones, una de las partículas que se generan como consecuencia de la llegada del rayo cósmico a la tierra.
Según Beatriz García, si se consigue contar el número de muones se puede determinar la masa del rayo cósmico, qué partícula original era. No se trata solo de un trabajo en equipo enfocado en la ciencia básica sino que también es ciencia aplicada. A mano del visitante de La Brújula están esos famosos tanques en tamaño natural, tal como se alzan los 1600 que hay en el campo, cada uno con sus respectivos "detectores de superficie".
El sol y las moscas
Entre los diversos stands de La Brújula está el del Laboratorio de Ambiente Humano y Vivienda (CONICET CCT-Mendoza) cuyo coordinador es el Arq. Jorge Mitchell, un continuador de las ideas de Enrico Tedeschi, pionero de la arquitectura bioclimática en la región. Son dos las estrategias de este laboratorio: una es la ganancia directa que consiste en ganar radiación directamente desde el sol y la otra es la de conservación, es decir, concebir un edifico con una cierta capacidad aislante que permita que el calor que se genere adentro –o bien el frío-, se quede y no se desperdicie.
La idea es que exista un uso eficiente y racional de la energía. A la vista del público de La Brújula hay expuestos algunos objetos que tienen que ver con una u otra vía, todos desarrollados por el Laboratorio. Es el caso del lumiducto, una solución tecnológica bastante viable en costo para todos aquellos espacios que no tienen ventana ni posibilidad de luz directa. El otro consiste en una maqueta giratoria. Según explica Mitchell “Se trata de una manzana urbana que muestra la incidencia de la sombra de un edificio sobre el otro. ¿Qué buscamos con ella? Otra vez, la eficiencia en esto de tener pleno acceso al sol. Si resulta que se construye un edifico que a algunos les quita el norte y les proyecta sombra, debemos pensar una estrategia, puede ser una legislación para que nos asegure el derecho al sol, o también la posibilidad de que distintas fachadas de los edificios puedan ser captoras de la energía solar”, dice.
Mitchell confíesa que "si bien hay una tradición de casi 40 años en este tema de la vivienda bioclimática, las repercusiones han sido bastante modestas y no hay una adopción masiva de estas estrategias, muy a pesar de la crisis energética que vivimos y la conciencia por cuidar el ambiente. Por esto mismo es muy importante que desde las instituciones se vayan incorporando medidas como por ejemplo la de incorporar soluciones bioclimáticas en la vivienda social que se haga en la Argentina. Si esas construcciones tuvieran este concepto, entonces ya el impacto sería mucho mayor”.
También en La Brújula está el stand del ISCAMEN -Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de Mendoza- de donde cuelgan unas cajas vidriadas para que revoloteen las moscas del Mediterráneo, una plaga agrícola que se combate a fuerza de tecnología. En este caso la faena didáctica de los guías pasa por informar sobre el funcionamiento de la Bioplanta ubicada en Santa Rosa. Una suerte de gran fábrica de moscas.
Dicen los guías que si uno se interna dentro de ella podrá ver múltiples lucecitas rojas. Son las moscas sometidas a la irradiación de la luz ultravioleta. El procedimiento tiene mucho que ver con el ciclo natural, por lo que la explicación de este programa que hace de fortísima barrera sanitaria para la producción de frutas, comienza con la cópula de una hembra y macho. “De ésta cópula nacen huevos, o sea, larvas que pican y se meten en los frutos. Pasado unos días, ese fruto se ablanda por dentro y se pudre todo debido a lo que come ese gusano. La idea de este programa es entonces evitar que salga ese gusano”
¿Qué cómo es esto? La respuesta no se hace esperar, paso a paso: “Desde la Bioplanta se crían esas moscas, se irradia a los machos cosa de esterilizarlos, se los expone a una radiación gama de baja intensidad. Luego, a esos machos estériles se los mete en bolsitas de papel y semanalmente se liberan desde aviones que lanzan desde la altura unas 700 bolsas por vuelo. Hay una persona que las va abriendo en el avión, cosa de que vayan cayendo por las fincas donde hay frutales. Al estar en tierra, los machos se liberan entonces la idea es que haya una parte importante de machos estériles que puedan copular con las hembras que están volando libres y que cuando las copulen no las fecunden. O sea que los huevos que vayan a salir de esta cópula estén vacíos”.
Todo el oasis norte y sur está libre de la plaga gracias a este sistema y a los cordones fitosanitarios que impiden el ingreso de fruta a la provincia. El control de la plaga es esencial y sensible a controles de prevalencia que se ajustan a estándares internacionales. Por ello, luego de ser irradiadas a esas moscas se las impregna de un polvito, cosa de que al pasar por alguno de esos controles o inspecciones, salte la diferencia con la mosca que sí ocasiona el daño.
Las guías del ISCAMEN no pierden la oportunidad de recordarle a la gente de Mendoza que el programa requiere de la colaboración de todos. Y es que cuando la bolsa cae a los patios de las casas, es la gente la que debe abrirlas bien y ponerlas a refugio de hormigas y perros. Lo idea, sugieren, es dejarlas a la sombra o en la rama de un árbol, cosa de favorecer la suerte final de todo el trabajo”.
Mendoza antes del hombre y gigantes de carne y hueso
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