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Un informe reveló que las profesionales de la salud son, en su mayoría, mujeres. No obstante, eso no ha significado una mejora en sus condiciones laborales, ámbito en el cual permanece la discriminación y violencia hacia ellas.
En las ultimas décadas hubo una notable feminización de la profesión de la Medicina, aunque siguen las diferentes formas de violencia en el ámbito. Foto ilustrativa publicada en tribunalfeminista.elplural.com.
Milagros Martín Varela
Publicado el 09 DE MAYO DE 2018
Política, una de las palabras más defenestradas en los últimos tiempos. La Real Academia Española la concibe, en una de sus doce acepciones, como la “actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”. Es bajo ese concepto que, pese a la desacreditación y el descreimiento en la política, resulta necesaria su práctica, principalmente para las mujeres de la medicina en su ámbito.
Recientemente, un informe del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) reveló que, en los últimos 30 años, se ha dado un proceso de feminización en la profesión de la salud. Dicho documento establece que ese área experimentó en las últimas décadas un cambio significativo en su naturaleza: una creciente presencia de mujeres entre los técnicos, operativos y también entre los profesionales.
Además, el estudio determinó que la feminización profesionalizada fue impulsada por el aumento de mujeres médicas y también entre las carreras de medicina de todo el país. Sin embargo, persisten en el ámbito múltiples formas de misoginia y de violencia hacia las mujeres.
Para Gabriela Maure, médica clínica e investigadora del CCT-Conicet Mendoza, la medicina “es un espacio feminizado, pero es un espacio en el que las voces de las mujeres no son escuchadas y no tienen el mismo peso; en el que –muchas veces– las mujeres mismas reproducimos esa jerarquización”. Es por ello que la especialista aseguró, en diálogo con Unidiversidad, que esta creciente cantidad de mujeres en el ámbito de la salud debe ir acompañada por la politización, tanto en la fase de formación como de ejercicio de la profesión.
Maure contó que, en su experiencia personal, vivió dos etapas diferentes en cuanto al trato hacia las mujeres en la medicina: en la formación universitaria vio una facultad en la que había poco o nulo cuestionamiento sobre los conocimientos médicos y sobre la práctica médica, principalmente en lo que tiene que ver con los temas de género, de clase social, de racialización y de violencia, entre otros aspectos. En tanto, en la experiencia como médica de hospital, observó que –pese a haber más mujeres entre el personal e incluso con mejores calificaciones y rendimientos– los puestos jerárquicos seguían y siguen siendo ocupados por varones.
“En los hospitales, las mujeres rendimos concursos en los que aprobamos un examen para poder acceder a una residencia o a un puesto de trabajo, luego eso desaparece y se establecen jerarquías en función de si sos varón o mujer”, aseguró la profesional. Además, a las mujeres se les encargan las tareas administrativas, mientras que los hombres son los designados para ocupar los puestos de poder y de toma de decisión. También a ellas se les insiste para que no queden embarazadas, al menos durante el período de residencia, que dura cuatro años y generalmente coincide con la edad reproductiva.
A todos estos factores se les suman otros prejuicios basados en los estereotipos de género. La investigadora señaló que, en el ámbito de la salud, están instaladas ideas como que las mujeres no tienen tanta capacidad como los varones, o que las primeras no pueden dedicarse a la profesión porque están a cargo de tareas de cuidado de niños, niñas y personas ancianas, y de las labores domésticas. Por lo tanto, no pueden cumplir –por ejemplo– con las horas de guardia.
A esto, Gabriela Maure respondió que es cierto que a las mujeres les asignan roles por su género, que las instituciones médicas no se amoldan a esas realidades que viven y no reconocen que por esas mismas condiciones deben realizar más esfuerzo y trabajo. “Hay muy poco reconocimiento al desempeño por el sólo hecho de ser mujeres y por la potencialidad reproductiva, algo que no es real, porque si valoramos el desempeño en términos concretos, las mujeres tenemos mejor desempeño que los varones”, manifestó la profesional, respaldada tanto por su experiencia como por el informe de la PNUD.
Un ejemplo claro en el que se manifiestan las declaraciones de Maure es la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la UNCUYO, en la que –al menos en los últimos 11 años– ha habido una amplia mayoría de mujeres egresadas en la carrera de Medicina en comparación con la cantidad de varones. Además, una estudiante avanzada de esta facultad e integrante de la colectiva feminista La Simona de esa unidad académica, Chiara Panelli, aseguró que al menos dos tercios de los y las estudiantes de la carrera son mujeres.
En concordancia con Maure, Panelli también afirmó que es en los hospitales donde más se evidencian la misoginia y el machismo. Otro ejemplo se ve cuando los médicos varones les sugieren a las mujeres a qué especialidad dedicarse, tema también tratado en profundidad en el informe de Naciones Unidas.
En definitiva, si se tienen en cuenta los testimonios y el estudio del PNUD, hay más mujeres y con mejor desempeño estudiantil y laboral en la medicina, pero eso no ha significado una mejora en sus condiciones de trabajo. Aun tienen menos posibilidades de acceder a un puesto fijo y estable, se las destina a tareas administrativas para que las científicas puedan ser desempeñadas por los varones, a veces se les paga menos por igual o más horas de trabajo y por la misma labor que sus compañeros hombres, se las silencia, se las acosa y se las violenta.
A militarla
Por esa contradicción en el sistema, Gabriela Maure milita la politización de la medicina feminizada, para cuestionar los conocimientos que se presentan como neutrales y objetivos, para romper los estereotipos y con la tradición de división sexual del trabajo en la medicina. “Está bueno que podamos acceder, pero además hace falta, sobre ese acceso, politizar lo que está pasando y esas desigualdades. Es necesario empezar a dialogar entre nosotras, ver el lugar que ocupamos, valorizarlo, disputarlo al interior de las instituciones con los varones. Para eso hace falta que las mujeres nos encontremos entre nosotras”, argumentó la especialista.
Maure también recordó que estas condiciones tienen su raíz en los orígenes de la formación médica en la Argentina, dado que había una prohibición para que las mujeres estudiaran medicina. La pionera fue, tal como recordó la entrevistada, Cecilia Grierson, primera médica mujer en el país. Además, su tesis doctoral fue acerca de las dificultades que ella atravesó para poder estudiar y ejercer la profesión. “Fue como una herramienta pensada para que les sirviera a otras mujeres, como para entender contra qué estamos disputando, cuáles eran esas jerarquías y cómo hizo ella para abrirse camino”, cerró la investigadora.
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