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Colombia volvió a estar bajo las miradas internacionales por el mundo de Pablo Escobar, representado en una serie de trama criminal transmitida por Netflix.
Pablo Emilio Escobar Gaviria fue un reconocido narcotraficante colombiano, fundador y máximo líder del Cartel de Medellín. Foto: caracolinternacional.com.
Unidiversidad / Fuente: The New York Times
Publicado el 02 DE NOVIEMBRE DE 2016
La ficción estadounidense Narcos reabrió una herida que todavía no sana completamente. Con el contrabando, las drogas y la violencia, puso de manifiesto la realidad social que vivió Medellín hace décadas con "el patrón del mal".
Según se explicó en un informe publicado en uno de los principales diarios de EE.UU., The New York Times, el narcotráfico empezó en Medellín a finales de los años setenta. En esa ciudad colombiana, donde muchos jóvenes crecían sin oportunidades ni esperanzas, surgió la primera generación de narcotraficantes, cuando descubrieron que la cocaína era un mercado a explotar en Estados Unidos y quisieron conquistarlo.
Eran hijos de familias campesinas que llegaron a la ciudad huyendo de la confrontación violenta entre conservadores y liberales que dejó miles de víctimas y mucho resentimiento. La sociedad no tuvo respuestas para la realidad socioeconómica que se registró en sus barrios. La desigualdad no fue entendida y mucho menos atendida.
Al comienzo, Pablo Emilio Escobar Gaviria, reconocido narcotraficante colombiano, fundador y máximo líder del Cartel de Medellín, principal organización delictiva que se dedicaba al narcotráfico de cocaína, se convirtió en el “Robin Hood Paisa”, ya que repartió dinero a diestra y siniestra, entró a la política y soñó con ser presidente de Colombia. De su mano, muchos jóvenes buscaron en el tráfico de drogas y la criminalidad las oportunidades que no tenían, pero en cambio resultaron muertos. Después de corromper y estremecer los cimientos de la sociedad, Escobar terminó solo, pistola en mano, asesinado en el techo de una casa en Medellín. Sin duda, alteró el rumbo de la historia colombiana y se ganó un capítulo estelar en la historia universal de la infamia.
Sergio Fajardo, alcalde de Medellín entre 2004 y 2007 y gobernador de Antioquia de 2012 a 2015, expresó que le duele que dicha localidad colombiana, luego de décadas, vuelva a estar en el centro de atención por estar representada a través de Escobar y su violencia demencial en la serie Narcos. “Preferiríamos que nos reconocieran por el arte de Botero, la música de Juanes o la bicicleta de Mariana Pajón. Y mucho más aún por la historia de cómo Medellín ha ido recuperándose del período que retrata Narcos”, dijo el exfuncionario.
Fajardo declaró que “Narcos es una versión light de una realidad profundamente compleja”. Aseveró que la serie presenta la historia de Escobar desde la perspectiva de la Administración para el Control de Drogas (DEA, su sigla en inglés) en la llamada Guerra contra el Narcotráfico, sin el más mínimo conocimiento ni interés por la condición que atraviesa la sociedad, y señaló que es un thriller con héroes americanos que termina por dibujar y reforzar una caricatura de país. “La confusión entre hechos reales y ficción da como resultado una versión desfigurada de lo que realmente ocurrió”, agregó.
Los guionistas de Narcos no hacen ni el más mínimo esfuerzo por mostrar hasta qué punto el miedo y el desasosiego permearon todos los rincones de Medellín y Colombia, dijo el exgobernador de Antioquia, porque en los momentos culminantes en la batalla contra Escobar, en lugar de reconocer la realidad social que se vivía, presentan a César Gaviria, entonces presidente de Colombia, como un hombre mediocre y pusilánime e ignoran olímpicamente el valor de los colombianos, que en esa época tomaron decisiones y acciones que no permitieron que el país sucumbiera ante el narcotráfico.
Sin duda, la ayuda internacional fue muy importante para vencer a Escobar. “Pero en Colombia muchos piensan que los verdaderos enemigos son los consumidores en el exterior y que los mártires han sido los miles de colombianos que han muerto atrapados en esta guerra”, agregó el exdirigente colombiano. La ruptura de la política tradicional, asociada con la corrupción, fue el pacto de confianza que se hizo en Medellín y significó un punto de quiebre: se optó por la transparencia y se confió en las capacidades de las personas y las comunidades.
De esta forma se comenzó a recorrer el camino hacia una profunda transformación de la ciudad a través de una combinación de ética, política y estética. Las comunidades fueron los actores principales de los programas sociales, basados en el criterio “lo más bello para los más humildes”, añadió el exalcalde de Medellín.
Pablo Escobar, conocido como "el patrón del mal", murió en 1993, pero su herencia sigue presente en las principales discusiones de Colombia. Narcos ignora los profundos males culturales que introdujo la búsqueda de la riqueza fácil, que aún perduran, y también los nuevos marcadores sociales de poder corruptor con el que Escobar infectó la política que aún sigue presente. Así pues, el camino es largo, las heridas, muy profundas y muchos los obstáculos por superar.
“En Medellín ya vimos el rostro de la esperanza y sabemos que mejores series están por escribirse”, concluyó Sergio Fajardo.
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