“Me gustaría que mi historia incentivara a estudiantes de escuelas rurales a venir a la universidad”

Gimena Ruiz nació y creció en El Chilcal, Lavalle. Gracias al Programa de Pueblos Originarios y Escuelas Rurales de la UNCUYO, pudo ingresar a la Licenciatura en Administración y ya está en tercer año. Su familia, que se dedica a trabajar la chacra, la apoya incondicionalmente, y ella no ve la hora de recibirse.

"Me gustaría que mi historia incentivara a estudiantes de escuelas rurales a venir a la universidad"

"La universidad se veía muy lejana para mi familia", dijo la estudiante de tercer año de Administración. Foto: Unidiversidad

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Julia López

Publicado el 25 DE SEPTIEMBRE DE 2024

“La pública era lo único que teníamos a disposición, es una gran oportunidad y hay que aprovecharla”, dice Gimena Ruiz. Es una estudiante de 23 años que vivió su infancia y adolescencia en El Chilcal, Lavalle, y a la que el Programa de Pueblos Originarios y Escuelas Rurales de la UNCUYO le dio el impulso concreto para poder estudiar en la universidad. Hoy está en tercer año de la Licenciatura en Administración de la Facultad de Ciencias Económicas y recibirse es un sueño que puede palpar.

En los debates que hay en la actualidad sobre la universidad pública, hay muchas variables en juego: los costos de funcionamiento, la duración de las carreras, la producción de conocimiento científico, los porqués y los para qué de sostener estas instituciones gigantes. Y quizás la respuesta está en historias concretas, como la de Gimena Ruiz, la hija mayor –de cuatro en total– de una familia lavallina que trabaja la chacra. Para terminar la secundaria, viajaba todos los días desde El Chilcal hasta su escuela en Villa Tulumaya, la capital del departamento.

En 2019 hizo el preuniversitario para estudiar Inglés en Filosofía y Letras y, por si ingresaba, llenó todos los papeles para acceder a una beca. No lo logró y regresó a Lavalle a cursar una tecnicatura relacionada con su título de bachiller, que es Administración y Economía. Pero la llamaron desde la UNCUYO para ofrecerle las herramientas del Programa de Pueblos Originarios y Escuelas Rurales de la Secretaría de Bienestar. Además del comedor y la ayuda económica, tenía clases. Era como hacer un año más de secundaria para reforzar ciertas materias que le permitieran superar el ingreso. Eligió rendir para la Licenciatura en Administración, de la Facultad de Ciencias Económicas, y esta vez aprobó.

 

Gimena Ruiz sabe que la universidad pública es su única oportunidad de estudiar. Foto: Unidiversidad

Empezó a cursar en 2020, en plena pandemia. Fueron complicados el primero y el segundo año, sobre todo, porque “era todo videos, videos y más videos”, ríe. Sucede que tiene hipoacusia –escucha de un solo oído– y, aunque tiene un implante coclear, estar con el auricular todos los días, todo el día, le dejaba muy cansada la audición. Sin embargo, es algo con lo que también tiene que lidiar en la actualidad. Muchas veces, graba las clases porque hay cosas que no llega a oír o se abruma con el bullicio del curso, y después repasa las grabaciones en su casa para completar sus apuntes.

Desde hace un año, Gimena vive en Ciudad, detrás del Hospital Universitario, gracias a un proyecto de la Fundación Sí de residencias universitarias para jóvenes de escuelas rurales o que viven lejos de las ciudades. También la ayudan con fotocopias y pasajes. Ya no tiene que viajar todos los días desde Lavalle y aprovecha el tiempo para estudiar. Tampoco tiene que pedirles dinero a su mamá y a su papá, se las ingenia con los programas de becas y con su emprendimiento de accesorios de acero quirúrgico y bijouterie. Usa en su beneficio su interés en comercialización y marketing digital.

La vida rural y la vida universitaria

Su familia vive de la cosecha –de un porcentaje, en realidad–. Una persona le da las tierras, los insumos para plantar, las herramientas y una casa en la finca. Gimena sabe que, si no estudiaba, la opción era trabajar en la chacra, algo muy sacrificado: “Lo ves en tus padres día a día, esforzándose en el sol, en el frío…”. No es algo que simplemente le contaron. Incluso este verano, a finales de febrero, trabajó en la cosecha del melón.

“En realidad, la universidad se veía muy lejana para mi familia porque soy la primera en llegar. Es un camino difícil y, aunque mis papás jamás pensaron que iba a estar acá, también era el deseo de ellos”, reconoce la estudiante.

Aunque para su familia es un mundo desconocido, la alientan a seguir estudiando. “Vos, capaz que en un año recibida, lográs más que nosotros en veintipico de años trabajando acá”, le dice su papá. También es él quien le recuerda que no necesita depender de ningún hombre para tener sus cosas y desarrollarse. Es que hay algunos cambios en las nuevas generaciones, pero hay cosas que no son distintas a las de otros lugares. Las mujeres, después de trabajar a la par que los varones en la finca, vuelven a sus casas a encargarse de la comida, los cuidados, la limpieza; los hombres descansan. El esfuerzo físico es mucho mayor en la finca y Gimena ve una salida en el estudio.

Gimena pasa sus días en la facultad, el comedor, el club y la biblioteca. Foto: Unidiversidad

Aunque estudiar cuesta mucho –gastos en comida, pasajes, fotocopias, alojamiento–, la UNCUYO es la única opción para Gimena, que sabe que no podría afrontar, además, el precio de una universidad privada: “La pública era lo único que teníamos a disposición. Obviamente, es una gran oportunidad y hay que aprovecharla”. Y la aprovecha: usa el dinero de la beca para sus gastos diarios, almuerza todos los días en el comedor, toma clases de zumba en el club y estudia en la Biblioteca Central.

“Me gusta venir a la universidad, la rutina de caminar del comedor a la facu, después a la biblioteca, al club. Y me gusta involucrarme en proyectos. Pero, sobre todo, me gustaría incentivar a estudiantes de escuelas rurales a venir a la universidad”.

Su vida no es la misma que la de aquella adolescente que empezó en 2019 a viajar desde Lavalle todos los días, pero sigue siendo la misma joven que se las ingenia como puede para hacer su carrera. A veces le da ansiedad, siente que debería estar muy avanzada en sus estudios o ya haber terminado, pero su familia le trae tranquilidad y la alienta. Y Gimena respira hondo y confía en su esfuerzo: “Tengo el sueño de que voy a llegar a la meta, de que voy a llegar a recibirme”.

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