Último programa de "Apuntes": recorrido por sus tres años
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20 DE DICIEMBRE DE 2024
El autor es licenciado en Ciencia Política y Administración Pública.
Foto tomada de mexico.embajada.gob.ve
Es imposible hacer futurología. Pensar y llegar a alguna conclusión del orden de lo "real" sobre lo que hubiese sucedido con la "izquierda latinoamericana" si la Revolución Cubana no hubiese triunfado en la conquista del poder del Estado aquel 1.º de enero de 1959. Imposible saber cómo hubiera sido nuestro mundo, ayer y hoy, si suprimiéramos del orden de lo histórico y actual aquel suceso que pudo construir un horizonte posible para la izquierda latinoamericana.
En pleno auge de una "izquierda" pujante en el mundo por la presencia central de la URSS y otras experiencias de peso, la Revolución Cubana marca un quiebre y una posibilidad política allí donde, según los cánones del (anti)marxismo, era imposible desarrollar el socialismo. En aquel país europeo se construyó el blindaje del marxismo mecanicista y (en palabras compartida por Sartre, el Che y tantxs otrxs) economicista. El "marxismo" de las "cosas", y no de hombres y mujeres. Un marxismo que prescindió –como si fuera esto posible– de la subjetividad. Un marxismo que sólo observó en los escritos de Marx reglas matemáticas y leyes cuantitativas. Un marxismo que establecía con los países del campo socialista relaciones CO-MER-CIA-LES.
Cuba forjó su revolución en un país agrario y campesino. Al marxismo de las fórmulas y las definiciones teóricas opuso el marxismo de la voluntad de hombres y mujeres y de lo subjetivo que, partiendo de lo objetivo, lo modifica.
Cuba enseñó a los marxistas que los procesos de cambio tienen sostenes amplios y diversos y que en ningún lado están escritas las características de su posible desarrollo. Hay que dejarle esto a la dialéctica y a los múltiples factores que intervienen en ella.
Lxs revolucionarixs cubanxs entendieron que cada situación objetiva requiere una respuesta subjetiva distinta y es fundamental que esto sea comprendido por parte de las organizaciones políticas que pretenden incidir en la historia de nuestros pueblos.
Ahora se conocerá en concreto qué ha sido de aquel proceso pujante que marcó un antes y un después en la historia latinoamericana.
Tuve la suerte de estar en Cuba hace un año aproximadamente. Intenté sacarme mis ropajes de ciudadano del "mundo burgués y desarrollado" para intentar comprender aquella sociedad distinta que se abría ante mis ojos. Entre contradicciones y posibilidades objetivas, observé una sociedad expectante por la posible apertura a nuevas formas y el inicio de procesos de cambio.
Me tocó, en ocasión de tomar un "taxi colectivo", conversar con un cubano que comentó que había combatido en Mozambique como parte de la solidaridad cubana con los procesos de liberación en el mundo. Y lo comentaba con una sonrisa y con un orgullo imposible de desatender. Y manejaba un taxi con la misma alegría. No tenía condecoraciones ni uniforme. Tenía su orgullo, su taxi y su alegría por sentirse parte de la historia de su país y elemento de su solidaridad internacional.
Probablemente su situación económica haya mejorado con la Revolución. No comentó nada respecto de ello. Lo que sí me quedó claro es que su visión del mundo, de lo importante y lo accesorio, de lo central y lo secundario, era muy distinta de la que nos gobierna por estos lares. Eso también se llama revolución.
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