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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
Martín Hopenhayn -graduado en Máster en Filosofía de la Universidad de París VIII e investigador desde 1989 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); disertó hoy en la UNCUYO acerca del informe del organismo “La hora de la igualdad. Brechas por cerrar, caminos por abrir”. Aquí sus palabras en su paso por la Universidad.
Foto: Axel Lloret
Presentado en el marco del Trigésimo Tercer Periodo de Sesiones Ordinarias de la CEPAL en Brasilia, “La hora de la igualdad. Brechas por cerrar, caminos por abrir” propone posibles caminos para el desarrollo en América Latina y el Caribe, valorizando el papel del Estado y la importancia de la política en un marco de revitalización y recreación de la democracia en tiempos de globalización. El Estado es así el principal actor en la conciliación de políticas de estabilidad y crecimiento económico, de desarrollo productivo con convergencia, armonización territorial, promoción de empleo de calidad y mayor igualdad social. Lo cual presupone una mayor profundización de la democracia, como orden colectivo y como imaginario global compartido. Esto supone ampliar la participación y la deliberación pública a amplios sectores de la sociedad que se han visto secularmente marginados, pero también avanzar en la efectiva titularidad de derechos económicos, sociales y culturales.
Antes de la presentación en Mendoza, NU Digital habló con Martín Hopenhayn.
¿Cuáles son las conclusiones principales del informe y cómo han llegado a ellas?
A las conclusiones llegamos a través de un diagnóstico, de larga data, en América Latina sobre los grandes núcleos que reproducen las desigualdades, ya que vivimos en el continente más desigual del mundo medido por distribución del ingreso. Detrás de esa mala distribución de ingresos tratamos de indagar en cuáles son las fábricas de esas desigualdades, dónde se está reproduciendo todo el tiempo. Una de las fábricas de la desigualdad es en las capacidades de las personas, que se desarrollan a través del acceso a la educación, no de manera exclusiva pero sí en gran medida. Cuando vamos al ámbito de la educación lo que vemos es que los logros educativos de los chicos y jóvenes están muy determinados por sus condiciones socio-económicas de origen. Eso significa que la educación en lugar de igualar las capacidades, reproduce las desigualdades de una generación a la siguiente. Otra fábrica muy importante de desigualdad, tiene que ver con la estructura productiva de los países; las estructuras productivas de los países tienen, por un lado sectores de punta de altos niveles de productividad incorporado a los mercados globales con mucho acceso a crédito y financiamiento e incorporación de tecnología y conocimiento. Incluso a través de la producción de recursos naturales tales como la soja y cereales, en Argentina, el caso del cobre en Chile, por ejemplo. Pero en estos mismos países tenemos a la mayoría de las personas trabajando en sectores de muy baja productividad, sin acceso a créditos, sin acceso al mercado, sin acceso al conocimiento, en trabajos muy básico ya sea en zonas rurales o en el mundo marginal urbano. La pregunta que se hace la CEPAL es cómo reducir la brecha en el mundo laboral, en la estructura productiva. Y el tercer gran ámbito de donde se producen las disparidades tiene que ver con cómo se socializan, en la sociedad, los riesgos. La gente tiene vulnerabilidades asociadas a la falta de trabajo, a la enfermedad, a la vejez, a la invalidez, a tener muchos chicos, etc. Esa serie de vulnerabilidades, ¿se corrigen o se protegen de manera igual en lo ancho de la sociedad o de manera desigual? Claramente desigual.
Corregir desigualdades no se hace de un día para el otro, hay países que tiene más posibilidades de hacerlo en un plazo más corto que otros por su nivel de desarrollo, por su capacidad fiscal, porque tiene menos nivel de pobreza y exclusión, porque tiene un empleo más formalizado, etc. Pero básicamente el corolario de esto, que es el último capítulo, tiene que ver con lo que sí es necesario y es algún tipo de pacto fiscal y pacto social. Por qué hay que hacer un pacto fiscal, porque, en primer lugar, nuestro país tiene una carga tributaria comparativamente baja, el promedio de la carga tributaria en América Latina es de 16 – 17% del PBI que es bajo, pero sobre todo el impuesto directo a las personas es un impuesto muy bajo. Si uno, por ejemplo, compara Europa con América Latina en desigualdad, tomemos la desigualdad antes de aplicar impuesto y usar esas impuesto en gastos sociales, y tomemos la desigualdad después de que hemos aplicado los impuestos y que sean usados en gastos sociales, lo que vemos en América latina es que la desigualdad se reduce mínimamente antes y después. En cambio en los países industrializados europeos la desigualdad baja a la mitad. Entonces en América se requiere a un pacto fiscal que requiere esfuerzo en cultura política, disposición a ceder, negociación, es un largo proceso pero que tiene que hacerse. Un pacto fiscal para poder financiar a las PYMES, a las microempresas, a los sectores de baja productividad, financiamiento para que la educación pública pegue un salto en cuanto a la calidad educativa, financiamiento para que las redes sociales alcancen realmente a los sectores más vulnerables. Se requiere un Estado activo, con capacidad, que sólo puede serlo tal descansando sobre un pacto colectivo.
-¿Cómo es el acceso a la educación universitaria en América Latina y el Caribe?
En América Latina, si uno observa a quienes culminan la educación secundaria chicos entre 20 y 25 años que ya han culminado la secundaria, tomás el 20% más pobre y en ese 20% más o menos 1 de cada 5 termina el secundario; si agarrás el 20% más rico a esa misma edad son 4,5 de cada 5 quienes terminan el secundario. Ya hay una diferencia brutal. Si uno va a la educación terciaria, lo que tenemos básicamente como promedio latinoamericano es que en el 5to quintín, el 20% más rico, entre 2 y 3 de cada 10 culminan el terciario, y en el 20% más pobre 1 de cada 100 termina. Entonces con esa proporción uno se pregunta, en esta transición del ciclo vital que va de desarrollo de capacidades a inserción productiva, o del mundo de la educación al mundo del trabajo, uno se pregunta ¿qué posibilidades tienen?
-¿Cuál es el aporte que pueden hacer las Universidades en esta reactivación del Estado, de los procesos de desarrollo actuales?
- Yo creo que la Universidad es un actor. El primer rol histórico que tuvo la Universidad es formar hombres públicos, o servidores públicos, que hoy día no es tan claro, es decir, servidores públicos pero que hoy tienen que tener un vínculo muy fuerte con un proyecto productivo de un país. Sin considerar que esto restrinja las opciones o el espectro de lo que la Universidad pueda ofrecer. Pero el vínculo tiene que ser no sólo formar gente que después pueda trabajar de manera productiva en el país sino que la Universidad tenga en si misma centros de investigación y producción de conocimiento funcionales a mayor desarrollo científico y tecnológico, y mayor inversión en el desarrollo de investigaciones de cada país. En ese sentido tiene que ser un actor del desarrollo además de un formador de gente para el desarrollo.
- En el informe se dice que estamos en una etapa de transición, que estamos saliendo del Estado Neoliberal, ¿cuál es ese Estado al que nos dirigimos?, si es que realmente estamos atravesando ese proceso de cambio o ¿cuáles han sido los punto de quiebre? ¿Cómo cambia el Estado?
Primero el estado se hace más activo. Pensemos que el gasto social, que es el gasto más activo que puede hacer el Estado en el bienestar de la gente aunque no lo hago porque a veces lo hace mal, pero el gasto social desde los años 90’s hasta hoy aumento de un 11% del PBI a un 17% del PBI como promedio en los países, lo cual es un síntoma. En segundo lugar ya no estamos en las viejas políticas de desregulación, de apertura y flexibilización laboral; ahora estamos mucho más en las políticas de cómo restituimos derechos en el mundo del empleo, cómo vemos el tema de seguro de desempleo, estamos mucho más en el tema de qué funciones reguladoras le cabe al Estado para evitar el caos financiero que tiene que ver por ejemplo con el control de flujos capitales, o control de tipo de cambio, etc. Es decir, los instrumentos de la macroeconomía son instrumentos de los cuales el estado se ha empoderado mucho más. Y en lo social, estamos pasando de las ideas asistencialistas meramente, a preguntarnos por mínimos universales de bienestar. Es decir, estamos reponiendo una visión más universalista en lo social que había desaparecido en la época neoliberal.
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