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23 DE OCTUBRE DE 2024
Sus inclinaciones estéticas la ubican en el arte popular y el neo-surrealismo pop aunque sus trabajos suelen ser definidos como parte del arte lowbrow.
Entre las preferencias literarias de Marta Vicente se destaca la pluma de Hans Cristian Andersen.
“Una noche de otoño, cuando las hojas amarillas eran arrastradas por una brisa helada, y volaban los periódicos viejos como fantasmas por las calles vacías, el patito atravesó la ciudad, hundido en oscuros pensamientos, solo y cabizbajo”. Así está escrita la página 22. Y lo que hay para ver a continuación es a toda página una escena como de cámara fija: bajo un repertorio de colores que ilumina el azul profundo del cielo, se hace foco al pie de una calle, en una intimidad densa que proyecta su sombra. Entre tanta oscuridad, toda la carga romántica recae sobre el perfil de ese patito que con las manos en los bolsillos mira de frente a una ratita viajera, ocasional compañera de soledad.
El libro, editado por Océano Travesía, no es cualquier cuento infantil. Integra la serie de proyectos de edición de la artista e ilustradora mendocina Marta Vicente. Las ediciones han surgido de una búsqueda plástica cuyos contornos pintan atmósferas psicológicas, partiendo del mismo mecanismo expresivo que se aplica a las películas de cine o las distintas escenografías de una ópera. A excepción de Niñas, todos los libros vienen escritos por textos personales de esta artista nacida en Mendoza y radicada en Buenos Aires o bien son adaptaciones de otros autores.
El puntapié inicial para este tipo de arte hecho libro fue La Cajita, ganador del Premio A la Orilla del Viento otorgado por el Fondo de Cultura Económica de México en el 2003. A partir de ese momento, Marta Vicente no paró. En el 2005 participó de una muestra en homenaje a Hans Cristian Andersen en Munich, en el marco del bicentenario de su natalicio. En el 2006 apareció Adelaida y Din y Don, libros publicados en España por las editoriales Brosquil y Libros del Zorro Rojo. En el 2007, Pulgarcita, editado por el Fondo de Cultura Económica de México, es postulado por el Banco del Libro de Venezuela para integrar la selección de Los mejores libros para niños y jóvenes 2007.
En el 2010, la editorial Adriana Hidalgo publicó Niñas. Se trata de un proyecto inusual porque expande el concepto que se tiene de “libro infantil o juvenil”. A partir de una combinación de textos de Jimena Néspolo, Marta Vicente realiza una suerte de álbum de estampas donde no falta lo siniestro ni el dolor expresado en las escenas de las niñas retratadas que integran el libro.
El último trabajo de la artista se basa en un relato propio, pleno de pinturas en las que juega con las imágenes de los cuadros góticos, con camas, ámbitos con vírgenes y animales dentro de la casa. El título lo anticipa todo: El Misterio de la Casa Grande, que va ha ser editado por el Fondo de Cultura Económica. Son imágenes fuertes, muy consustanciadas con el despliegue del mundo interno de una artista que dice no tener en mente el “destinatario infantil”: “Nunca pienso en los niños, los libros me los hago para mí, porque uno también es un niño adentro. No hay más que ver cómo los niños absorben cosas, todo lo que ven, en un tiempo donde somos varios los que devoramos vorazmente imágenes”.
Entre las preferencias literarias de Marta Vicente se destaca la pluma de Hans Cristian Andersen. “Es muy poético, tiene esa cosa romántica que me encanta y algo muy psicológico también, no como los otros cuentos que son más moralistas y todo lo llevan a lo que no se debe hacer, o a los errores que se cometen y entonces hay que enmendar. Él va para el otro lado”, señala.
La historia de la autora y sus libros se remonta a su infancia vivida en Mendoza. Así es como lo cuenta: “Mi padre, siendo que era artista, no nos compraba libros para niños, tampoco existía esa costumbre que sí hay ahora de bibliotecas con libros. Sencillamente ese consumo de libros era muy escaso. Yo recuerdo que enfrente de mi casa tenía una amiga con la que siempre estábamos peleando, pero tenía una cajita con libros infantiles divinos, todos encuadernados en celeste, y yo la soportaba con tal que me prestara esos libros. Y siempre dije, ´cuando yo sea grande me voy a hacer mis propios libros”.
La autora estudió artes plásticas en la Universidad Nacional de Cuyo. Al calor de la gran experiencia movilizadora de las juventudes políticas conoció al artista Luis Scafati; ambos integraron las listas negras de expulsados confeccionadas en 1977 por la intervención de la Facultad de Artes de la UNCuyo. En cuanto pudo volvió a Mendoza a terminar la carrera. Ya casada con Scafati e instalada en Buenos Aires trabajó como ilustradora en Billiken. Dado que esos primeros ensayos no resultaron propicios para desarrollarse en el mundo de la pintura, dio el gran salto al impulsar sus propios proyectos editoriales y los alternó con exposiciones en galerías de arte. Sus inclinaciones estéticas la ubican en el arte popular y el neo-surrealismo pop aunque sus trabajos suelen ser definidos como parte del arte lowbrow.
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