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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Estudió y se recibió de ingeniero químico en la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria de la UNCUYO. Ninago investiga para hacer más sustentable la producción industrial en un sector como los plásticos.
Foto: Prensa UNCUYO
Leonardo Oliva
Publicado el 15 DE DICIEMBRE DE 2021
Mario Ninago es un sanrafaelino de pura cepa. Estudió y se recibió de ingeniero químico en la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria de la UNCUYO. Después, emigró a Bahía Blanca, donde completó su doctorado para el Conicet, pero, apenas pudo, volvió a su tierra y a la misma facultad para crear el Laboratorio de Polímeros y Compuestos Nanoestructurados.
Rodeado de equipos tecnológicos, incluida una impresora 3D, y junto a otros profesionales y estudiantes, Ninago investiga para hacer más sustentable la producción industrial en un sector como los plásticos, señalado como uno de los grandes contaminantes del planeta.
Este año, el equipo que él dirige logró un avance fundamental que puede marcar una tendencia irreversible: producir un plástico a base de almidón de maíz y mandioca que puede usarse en la cobertura de suelos para la producción hortícola. Esto, a partir de su amplia experiencia con una disciplina fundamental para el hombre: la química.
¿Para qué sirve la química?
La química es la herramienta que utilizan los ingenieros para poder trasformar reactivos en productos, es decir, para transformar materiales en realidades. Básicamente, es el corazón de esta facultad.
¿Era usted el típico niño al que le gustaba experimentar con materiales y sustancias? ¿Se imaginaba trabajando en un laboratorio como este?
Para serte honesto, no. Mi intención, cuando comencé a estudiar, fue abocarme a la ingeniería y trabajar en una industria, pero, cuando estaba terminando la carrera de grado, surge la posibilidad de hacer una capacitación en otra provincia, específicamente en Bahía Blanca, para hacer un doctorado, lo que para mí era algo nuevo y desconocido. Argentina es un país muy inestable laboralmente, así que uno va eligiendo las oportunidades que se van brindando. Una vez que ingresé al doctorado en la Planta Piloto de Ingeniería Química en Bahía Blanca, fui descubriendo esto de la investigación y me fue apasionando. Sí es cierto que, mirando un poco en retrospectiva, de estudiante trabajé como ayudante en los laboratorios, así que algo en ese área me llamaba la atención y me resultaba grato.
Para muchos, la química es algo difícil y complejo. ¿Cuál fue su primer contacto con la química?
Fue en el colegio secundario. Yo fui a una escuela técnica acá en San Rafael con una orientación en electromecánica. Tuve muy poca química en esa época, pero realmente me apasionó. Confieso que el docente que dictó la materia hizo que me gustara mucho y, cuando terminé el secundario, dentro de las opciones que estaban en San Rafael, elegí la ingeniería química por ese primer encuentro que había tenido con ella cuando era un estudiante secundario.
¿Cuánto influye el componente ecológico y ambiental en el trabajo que hacen en el Laboratorio de Polímeros?
Todos los materiales con los que trabajamos tienen que tener ese componente, materiales cuyo origen sea renovable, como pueden ser los biopolímeros obtenidos a partir del almidón. Siempre la premisa es utilizar materiales que puedan ser biodegradados, sean de origen sintético o de origen natural. En el caso de los que nosotros sintetizamos en el laboratorio, son plásticos de origen sintético, pero tienen la particularidad de poder ser biodegradados.
¿Hay una tendencia hacia una mayor sustentabilidad en la producción industrial?
Sí. Esto se debe a que, además de que hay una mayor conciencia social acerca del uso racional de los recursos naturales, es una realidad que es necesario cuidar la tierra en la que habitamos y optimizar al máximo los recursos que ella nos ofrece. Al emplear este tipo de tecnologías o materiales más verdes o menos invasivos con nuestra tierra, además de ayudar a mejorar la calidad de los productos que obtenemos, también estamos cuidando el medio ambiente.
Y esa conciencia ambiental, ¿se practica también en la formación de los futuros profesionales de las industrias?
En algunos aspectos, sí. Por ejemplo, hay un nuevo concepto que empieza a ser conocido, que es el hecho de poder reducir la huella de carbono de los productos. Habremos notado, con el pasar de los años, que algo tan elemental o básico como las botellas de agua antes eran supergruesas y cada vez son más finitas. Eso también está asociado a esta conciencia ecológica. Además, las nuevas leyes van forzando a las instituciones, tanto privadas como públicas, a que se vaya reduciendo esa huella de carbono, es decir, la energía que se gasta desde que el material se sintetiza hasta el momento en que la persona toma agua en un vaso y descarta la botella. Entonces, en la universidad se plantea en las diferentes cátedras esto de optimizar los procesos para que sean efectivos.
¿Es rentable hacer productos industriales biodegradables?
Todo depende de hasta qué punto la legislación lo permite. Cuando la sanción de una ley impida la producción, va a tener que migrar. Lo que hasta este momento no era rentable se transformará en una actividad rentable. Hay muchos desarrollos que buscan precisamente esto, poder reducir la gran contaminación que generan los plásticos o aplicar el concepto de economía circular: qué instancias va teniendo un producto desde que se produce, de manera que, cuando termina su ciclo, yo lo pueda reciclar para que vuelva a a formar parte del proceso productivo o formar parte de otro producto. El concepto que existía antes, de fabricar algo y después descartarlo, ha desaparecido. Ahora existe este concepto de economía circular, donde hay que hacer un aprovechamiento de esto.
Usted es optimista, entonces, con que lograremos disminuir este tipo de contaminación.
Por supuesto; si no, no trabajaría en esta área. Un ejemplo es el envasado de alimentos. Uno va al supermercado y los fiambres vienen en una bandejita de telgopor, poliestireno expandido; uno consume el alimento y descarta el envase. Uno de los grupos que trabaja en la Planta Piloto de Bahía Banca, en colaboración con gente de La Plata, está trabajando en el desarrollo de materiales expandidos a base de almidón, de manera que uno podría utilizar el mismo envase, pero, en vez de ser de un plástico que no es degradable, está hecho a base de otro material. Y eso es una forma paulatina de comenzar a reemplazar o sustituir por alternativas más ecológicas, porque los plásticos no los vamos a poder sustituir: vivimos inmersos en plásticos, los tenemos en nuestra ropa, en los anteojos…
No son solo los envases PET…
No, claro. El plástico ha venido para quedarse y la ciencia está alterando esa estructura para que sea amigable con el medio ambiente.
Es decir que la ciencia está liderando este viraje hacia industrias más verdes.
Sí. Te doy el ejemplo del caso de la máquina extrusora para producir plásticos, que es como una moledora de carne que está calefaccionada. Adentro se colocan los pellets, que son como pelotitas plásticas; van circulando a través de ese tornillo calefaccionado y el plástico se va mezclando y fundiendo. Se trasforma en un filamento a la salida, que se conecta en un aro y genera una película, una bolsa, por ejemplo. Esa es una tecnología que revolucionó la industria. ¿Qué ha hecho el ingenio de la ciencia? Alterar o hacer modificaciones pequeñas en ese proceso productivo y poder procesar, en vez de pellets de polietileno o polipropileno, pellets de almidón. Después obtenés una película que se transforma en una bolsa y esa bolsa es compostable, es hidrosoluble. Depende de cómo uno altera las características internas del material es la performance final que tiene. Ese es un poco el rol que tenemos quienes trabajamos en investigación, ver de qué manera podemos alterar las condiciones del material en su estructura interna para que pueda presentar después una característica o una performance similar a la de un plástico comercial, algo muy importante porque, si no, es inviable que pueda ser competitivo.
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