Luz de la historia

Los investigadores Adriana Spahr y Hugo De Marinis presentaron "Madre de Mendoza, Vida de Isabel De Marinis", historia basada en testimonios de y alrededor de una de las madres coraje más representativas, incansable en la búsqueda de su hija Lila, secuestrada y desaparecida durante la última dictadura cívico-militar. Su hijo Hugo abre la historia familiar, el devenir público tras la represión y la importancia de los relatos que reconstruyen lo social a partir de las historias de vida.

Luz de la historia

"Madre de Mendoza, Vida de Isabel De Marinis"

Sociedad

Unidiversidad

Sebastián Moro

Publicado el 04 DE JUNIO DE 2013

“El objetivo de este libro es sencillo: mostrar una madre que era del llano, dar su experiencia de vida, darle su valor estético y su valor político, los dos al mismo tiempo, y tratar de agradar la lectura si es posible, sin banalizar y sin dejar de lado los aspectos políticos y culturales. El libro es una idea de Adriana Spahr, mi compañera. No soy el primero que hace un libro sobre su madre, pero nunca se me hubiera ocurrido. Es una situación rara, te genera contradicción porque la historia de mi madre es un poco la representación de lo que ocurrió con muchas madres que perdieron a sus hijos en la represión. Una mujer común a la que de pronto se le da vuelta la vida y, de ser un ama de casa de clase media burguesa, pasa a ser una militante en búsqueda de su hija. Fue adquiriendo conciencia y llegó a lo que es, una verdadera luchadora, completamente consciente de la cuestión ideológica. Con los pocos elementos conceptuales que tenía llegó a ser una fiera como militante.”

 

Diálogo sobre mi madre

Desde La historia empuja, su primera publicación, en torno a la obra narrativa del escritor desaparecido Haroldo Conti, De Marinis, entre cruces sobre literatura, periodismo e historia, se ha dedicado a abordar las luchas de la generación de los setenta y su represión en Mendoza. Le sucedieron libros en colaboración con Ramón Abalo, Entre viñas y guitarreadas y Mendoza Montonera, en base a trabajos sobre testimonios. Esta nueva iniciativa personal la emprendió con Adriana Spahr, su compañera, de gran trayectoria académica en Canadá. El autor nos reveló ese escudriñamiento, el plan de trabajo, el lugar de la protagonista y la reconstrucción de toda una familia:

“El trabajo sobre testimonios fue una idea novedosa, pensé que íbamos a poner el grabador frente a mi madre y la íbamos a dejar hablar. Adriana propuso que hiciéramos entrevistas a personas cercanas. Trabajamos parte del libro como un montaje, como si se tratara de una conversación donde participan varios, que aparecen repentinamente. Vos ves que habla alguien y se mete una nieta o una bisnieta o (María) la mamá de Walter Domínguez (también desaparecido) con quien nos conocíamos de chiquitos. Armar todo eso, llegar a una coherencia, era lo más difícil, lo hizo Adriana. Mi mamá planteaba los temas, las situaciones, y el que la había vivido contaba. Discutían mucho con mi hermana Lita: ´¡Mamá, esto no es así!´, le decía. Dos días antes de su cumpleaños 94 (Isabel falleció a la madrugada siguiente de ese día, 10 de julio de 2012) repasó los manuscritos del libro. ¡Y nos censuraba! Agarró la lapicera y nos dijo: ´Esto no es importante, lo sacan. Si no lo sabemos (con certeza, el origen de la militancia de Lila), ¿para qué ponen una hoja y media? Yo me niego a que esto siga así´. Y paraba, daba la pauta”.

“También surgió como novedad lo que ella genera a toda la familia, a los más jóvenes, el recuerdo, el contacto. Han contribuido todos a lo que ella es. Todas fueron cuestiones que nosotros aprendimos y fuimos insertando en este diálogo que yo pienso que es el libro, no solamente su voz. Es una composición”.

En las páginas introductorias, los autores refieren “la metáfora de los hijos en su martirio, que permitieron el nacimiento de sus madres a otra vida en esta tierra”. A décadas de ese brotar, Hugo De Marinis lo vive distinto: “Es un proceso de anagnórisis, yo aprendo en el camino de la construcción del libro, aprendo esa situación. Hace tiempo participé en una conferencia sobre las Madres en la que una chica vino con ese concepto, vino con un cuadro en el que los hijos estaban pariendo a las madres. La idea no me convenció, me pareció una enormidad. Después me puse a ver el caso de mi madre, que es el de tantas madres y es eso, que los hijos paren a las madres, porque tuvieron que cambiar su modus vivendi, no se podían quedar ya en la casa y confiar en el Estado, sino que salieron a enfrentar situaciones terribles a las que no estaban acostumbradas. Es un renacimiento, me doy cuenta en la práctica de que es así, volvieron a nacer por este suceso trágico. Es poner dulzura a esto porque nada de esto es dulce. El dolor de la pérdida de la hija no se compara con nada. Entonces nosotros hablamos un poco poéticamente, pero hay algo de razón en ese círculo. Mi escepticismo no puede obnubilar esa parte, es real, la cuestión del renacimiento es real y concreta. Lo pude comprobar escudriñando la vida de mi madre en un libro, quizás no en la relación madre-hijo pero sí en el repaso de la suya. Entonces, en todo ese proceso me doy cuenta, el resultado es el renacimiento al revés, la hija que da luz a la madre”.

Respecto al trabajo de reconstrucción destaca: “Aquí surge el plano humano, las memorias falsas. Somos conscientes de que la memoria humana es algo muy frágil. Por un lado puede ser el esqueleto fundamental de la historia y por el otro, algo muy fugaz, todos recordamos distinto. Yo decía sobre tal punto ´¿Cómo puede ser que mi hermano Gustavo diga una cosa y mi mamá otra? Hay que decidirse por uno´. Y Adriana decía: ´Hay que poner a los dos`. Eso es la memoria, esa abstracción de la verdad. Los que leen a Foucault lo malinterpretan sobre esa imposibilidad del decir: ´No se puede decir´ dicen. Al contrario, tiene que haber, son muchas las posibilidades de decir. Hay que luchar contra las posiciones muy escépticas, caen en nihilismos jodidos que no arriban a conclusiones válidas. Hay interpretaciones; interpretemos, reinterpretemos, construyamos de nuevo, tenemos algo que decir.”

 

Decir es posible

La historia personal de Hugo De Marinis está estrechamente ligada a sus años de militancia, el secuestro de su hermana, la búsqueda de la familia, el exilio que lo convirtió en periodista, profesor, intelectual. Desde ese vértice de condicionamientos y elecciones refiere los sustentos teóricos sobre el testimonio, el estilo, el interés concreto por reconstruir la época, las dificultades que implica trabajar  y sentir a la distancia:

“Nuestra formación subyace al texto. Nosotros referimos a modelos que no se han estudiado mucho teóricamente; particularmente, La voluntad de Anguita y Caparrós. Bien lograda, dialogada como pretendo hacer, aunque con el testimonio menos crudo. Tratando de sustraer lo más que se pudieran nuestras voces, salvo en mi caso por supuesto, como testimoniante, hijo. Sin embargo, mis intervenciones no son largas. Por otro lado, Adriana me censuraba cuando yo me largaba a hablar: ´Haciendo como los pastores, no´”.

“Hay mucho de nuestro conocimiento en los distintos campos, sobre los estudios de memoria y testimonio, pero no quisimos darle ninguna introducción teórica, no la quiero para ninguno de mis libros. Sobre memoria, todo el mundo tiene que hablar de Heidegger, Agamben, Ricoeur o Primo Levi. Otra cuestión son los estudios sobre el Holocausto, es muy subyacente. Nuestro afán es la escritura por sobre el andamiaje teórico.”

“El género testimonial en América Latina es muy rico. Hay trabajos que son ficción, como algunos de Elena Poniatowska, una gran testimoniadora, levanta testimonios muy válidos. Como periodista montó en su novela Hasta no verte Jesús mío un personaje que nadie sabe si existió, Jesusa Palancares. Fascina porque su voz no está, solamente al final de la novela la supuesta testimoniante aclara algo. Las preguntas están omitidas. Ese modelo sirve al libro y a futuros trabajos.”

Poder y desaparición de Pilar Calveiro es otra fuente muy interesante. Así como Poniatowska sustrajo su voz como entrevistadora, Calveiro sustrajo su vivencia pero la refleja en lo que dice. Me quedó el prólogo de Juan Gelman y que ella fuera una sobreviviente de campos de concentración que no menciona casi su experiencia, un ejemplo de objetividad. Lo más cercano a los desaparecidos que tenemos son ellos, los sobrevivientes, es un aporte fundamental”.

“Agrego La pasión y la excepción de Beatriz Sarlo, obra muy discutible pero que invita al diálogo, a que haya una discusión sobre sus posiciones. Y por otro lado hay que considerar la perspectiva del pensamiento nacional, sobre todo el trabajo que viene haciendo Horacio González”.

“Hay muchas formas de abordar el tema de la memoria en la Argentina. Aunque haya cierto snobismo, respeto más que nunca el interés por decir las cosas. Está también el interés académico, interés que tiene muchas puntas. El gran defecto a nivel académico en ciertos trabajos es que modelan la situación argentina al Holocausto. Suelen llegar a cuestiones teóricas como compararlo, incluso, con el atentado a las Torres Gemelas, una banalización. Los que hemos sido testigos no podemos hablar del testimonio y de la memoria sin que se nos erice la piel. No podemos escribir sin pasión, no podemos hablar sin pasión de esto”.

En cuanto al trabajo a distancia y los procesos de edición y publicación, De Marinis puntualizó: “Es el camino más difícil para nosotros. El interés de la Universidad en Canadá pasa por la publicación, pero el interés público está acá, en Buenos Aires y Mendoza. Eso tiene un precio: el aislamiento, la subestimación académica, el desinterés. Nuestro objetivo al editar era conseguir una distribución como la de Mendoza Montonera, que nos generó reconocimiento y ser citados en análisis. En el aspecto formal es muy logrado, estoy conforme. El sentido es aportar, lo que me importa es eso, para la memoria de aquella época y para las nuevas generaciones. Esto surgió como una cuestión secundaria, que me ha desviado. Yo estaba con otros proyectos; ahora voy a retomar una novela sobre los setenta. La novela es lo que mejor puede expresar ese período de la historia, porque la referencialidad a la que estamos acostumbrados los académicos muchas veces mata el placer de la lectura. Con una novela uno está más libre, libre de poner más pasión, significación, forma. La novela es posible”.

Días antes de su regreso a Canadá y a la espera de la publicación nacional de Madre de Mendoza, Hugo nos dejó pistas sobre sus emprendimientos, para continuar reescribiendo la historia: “Vamos a hacer microhistorias de Mendoza. Tengo que convencer a Ramón de pasar de lo panfletario a lo anecdótico, que no hable tanto de imperialismo. Trabajamos autores viejos, como el profesor Dionisio Chaca, todos conservadores del Partido Demócrata, con cierta formación humanística. Por ejemplo, a pesar de ser hispanista, Chaca es totalmente crítico de la Conquista. Preparamos una reivindicación del fraile Aldao y las contradicciones en la época de Civit y Lencinas, contra las lecturas que hicieron Sarmiento y los autores mitristas. Eso pretendemos con este libro de historia, extraer de los escritores mitristas lo que es valioso y ellos han demonizado. Y hacerlo fabulado, no tenemos ningún compromiso con la verdad, queremos crear una historia que contradiga eso que yo me creí hasta hace muy poco, que Mendoza es conservadora. El Negro dice que no. Ahora leyendo, más o menos me han convencido. Lo que pasa es que ellos han escrito la historia. Espero no darle mucha bola a los setenta, me siento identificado con un personaje de Caparrós. Decía: ´Fueron dos años de mi vida. Los más intensos. Yo no puedo dejar de escribir sobre eso`.

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