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La socióloga Patricia Collado dialogó con Unidiversidad sobre las realidades que evidenció la crisis de la COVID-19: tareas de cuidado no reconocidas, empleos informales y precarización mediante el "homeoffice".
Foto: Feepik
Unidiversidad / Florencia Martinez del Rio
Publicado el 02 DE JUNIO DE 2020
Los trabajos invisibilizados y precarizados son los "motores del mundo" durante la pandemia, aseguró la socióloga Patricia Collado, que puso sobre la mesa el debate sobre lo que implica el empleo y su reconocimiento en los tiempos actuales de crisis. En diálogo con Unidiversidad, planteó la necesidad de reconocer las tareas de cuidado como empleos vitales para nuestra subsistencia. Además, habló sobre la precarización que implica la modalidad de trabajo homeoffice.
“Sin fronteras, ahora todo es trabajo”, escribió la investigadora en “Voces en debate”, un espacio divulgativo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO. Para Collado, la pandemia vino a evidenciar que los verdaderos empleos que mueven el mundo no son los que el mercado prioriza para aumentar las ganancias de unos pocos, sino aquellas actividades que derivan en el sostenimiento vital de las personas.
Estos trabajos son tan importantes e indispensables como invisibilizados y precarizados. “El trabajo es una forma de subsistencia. Todos los empleos son necesarios para que sobrevivamos, pero en el sistema actual, donde rigen la ganancia y el capital, los motores del mundo parecen ser aquellos trabajos que dan mayores ganancias a un mundo que disfrutan muy pocos, el 1 % de la humanidad, y no aquellos que están hechos para sostener a la gran cantidad de la población mundial”, afirma Collado.
Esas otras actividades, explica la socióloga, son las menos reconocidas: “Los trabajos invisibilizados, informalizados y precarizados son los que nos sostienen para vivir. Esta es una pregunta que instaló la pandemia. Lo que mueve al mundo son los trabajos necesarios para que sobrevivamos”.
Así aparece otro debate: el reconocimiento de otras actividades, más allá del empleo como trabajo. Este insume una gran cantidad de tiempo, lo que devela la importancia del sostenimiento vital, es decir, la alimentación, la salud, el descanso o el sostén afectivo, señala la socióloga, que advierte: “Sin estos trabajos reproductivos, invisibilizados históricamente en el ámbito doméstico, no son posibles los ‘otros trabajos’".
“La pandemia evidenció la necesidad de reconocimiento de las tareas de cuidado y de quienes la realizan. Estas actividades estuvieron y están construidas culturalmente a cargo de las mujeres. Son absolutamente necesarias para sostenernos y poder desplegar nuestras capacidades y potencialidades. Es el trabajo más invisibilizado, anclado en las paredes del ámbito privado, pero el que más carga horaria nos lleva y el menos reconocido social, económica y políticamente”, sostiene Collado.
Derechos laborales en peligro
Por la pandemia, en distintas partes del mundo, incluida la Argentina, se aplicó el aislamiento social como medida preventiva. Esto implicó que se impusiera la modalidad de teletrabajo, también conocida como homeoffice. Para la investigadora, los aspectos negativos de esta forma de trabajar “terminarán cercenando los derechos laborales y menoscabando la salud laboral” y, a la vez, “aumentarán los riesgos que surgen de una situación laboral que fue generada por la pandemia pero aprovechada por los empleadores”.
Esta modalidad, dice Collado, tiene todos los aspectos negativos que nos podamos imaginar, tanto por la intensificación del trabajo como por la explotación de las capacidades humanas puestas al servicio del mercado. “No solo ponemos nuestro tiempo, sino también otras capacidades de nuestra fuerza de trabajo, la capacidad cognitiva, relacional, atencional y comunicacional. Luego nos queda muy poco resto para dedicarlo a nuestra vida privada”, afirma.
La socióloga argumenta que existen muchas horas de trabajo que no son reconocidas como tales y que hay un aumento brutal de la productividad de cada persona. Además, se trasladan los riesgos empresariales a los y las trabajadores, invadiendo sus vidas privadas y la constitución relacional de la familia.
“El homeoffice difumina las fronteras entre lo laboral y lo privado, sobrecarga la vida privada al hacernos responsables de lo laboral. Descarga en las y los asalariados responsabilidades que tendrían estar a cargo del empleador. Los elementos y medios para desarrollar un trabajo pasan de la esfera de los patrones a la de las y los trabajadores. Esto disminuye muchísimo el riesgo empresario al traspasarlo al empleado. Aumenta e intensifica de forma geométrica la jornada laboral, es decir, trabajamos mucho más para poder producir lo que se nos exige”, remarca la socióloga.
El teletrabajo llegó para quedarse, pero los derechos laborales no se terminan
Trabajar desde casa no es algo nuevo. En la segunda mitad de los 90, las empresas comenzaron a implementar el teletrabajo gracias al avance de la tecnología, pero fue durante la pandemia de COVID-19 cuando el home office se impuso debido al confinamento en sus hogares de millones de personas.
La transición a una nueva manera de vivir
Desde que la enfermedad comenzó a atacar al mundo, mucho se dijo sobre qué hacer cuando la pandemia termine. Al respecto, Collado opina que es el momento de actuar y transformar el mundo tal cual lo conocemos hasta ahora. “Necesariamente debemos aprender de esto; si no, estamos en un límite como especie. Tenemos que construir otra forma de relacionarnos con la naturaleza y con el reino animal, otra manera de producir, consumir, circular y distribuir aquellos bienes que son necesarios para el sostenimiento de la vida, dejando los bienes suntuarios”.
De seguir así, “explotando los ecosistemas, difuminando las barreras naturales para que los virus y patologías generadas por la propia productividad del capital proliferen, estaremos en la primera de una serie de pandemias”, remarca la investigadora. “Con esta pandemia, se demostró que la naturaleza tiene un límite y que lo estamos franqueando. Si no somos conscientes de eso como humanidad, esta será una parte de una serie de calamidades socioambientales que van a poner en riesgo, y que ya la han puesto, a toda la especie humana”, agrega.
Otro aspecto importante es cambiar la situación laboral actual, asegura la socióloga: “Los trabajos están invisibilizados, precarizados, poco reconocidos y desfondados de derechos. Tenemos que distribuir socialmente el trabajo, pagarlo dignamente y dejar de explotar a una porción de la población para dejar a otra en la pauperidad, es decir, cambiar de una forma estructural el trabajo tal cual lo conocemos hoy”.
Para esto hay que pensar en un modelo de transición, explica. “Las respuestas históricas siempre las han dado las organizaciones y movimientos sociales, nunca un individuo aislado, sea o no un intelectual o cientista. En Argentina, hay muchos ejemplos, desde la Revolución de Mayo en adelante. Es una sociedad que en los momentos de crisis ha demostrado capacidades para encontrar alternativas. Podemos organizar otras formas de alimentarnos, de transformar los bienes necesarios, pero tenemos que dejar de depredar la naturaleza, de manipular genéticamente nuestras semillas y apostar por una forma sostenible y digna de vivir, no centrada en las urbes. Hay que hacer un nuevo desarrollo a escala de país. Los recursos los tenemos, Argentina tiene una reserva de manos, inteligencia, ciencia, oficios que es absolutamente impresionante", afirma Collado.
Este proceso consiste en un cambio estructural, que la socióloga se anima a describir como revolucionario. “Somos capaces, pero nunca nos hemos planteado esa tarea histórica. Las cartas están sobre la mesa. Qué hacer depende de todos nosotros, de la concientización del ahora que vivimos, del horizonte posible y de sus riesgos. Hay que pensarlo desde lo colectivo, desde el espacio social y político. De eso depende el destino”, finaliza.
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