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La placa dental de un individuo hallado en la cueva de El Sidrón, en Asturias, España, sugiere que masticaba corteza de álamo, rica en ácido salicílico, para calmar el dolor de una infección.
Mandíbula del neandertal de El Sidrón con restos de corteza de álamo. Foto publicada por El País.
Si los neandertales no se hubieran extinguido hace 40 mil años en su último reducto del sur de la península ibérica, los humanos modernos –los Homo sapiens– no seríamos excepcionales en el reino animal. “Quizás no hubiéramos necesitado inventar dioses para explicarnos a nosotros mismos. Quizás incluso podríamos haber hablado y razonado con ellos. Quizás no los habríamos encerrado en jaulas y les hubiéramos concedido derechos humanos y habrían podido votar en las elecciones”, reflexionaba el genetista Carles Lalueza-Fox en su libro Palabras en el tiempo (editorial Crítica), publicado en 2013.
Hoy, el científico presenta una investigación que avala la inteligencia de aquella especie humana desaparecida de la faz de la Tierra. Los neandertales tenían su propio botiquín de plantas medicinales, según indica el análisis de la placa dental calcificada de dos individuos de la cueva asturiana de El Sidrón, de otros dos del yacimiento belga de Spy y de un quinto procedente de la gruta italiana de Breuil.
La cueva de El Sidrón, en Piloña, Asturias, se descubrió en 1994. Desde entonces ha ofrecido una colección de 2500 restos óseos de al menos 13 individuos neandertales de ambos sexos.
El ADN rescatado de la placa dental de uno de ellos sugiere que, hace 49 mil años, masticaba corteza de álamo, una fuente natural de ácido salicílico, el ingrediente analgésico de la aspirina. El individuo sufría un absceso dental, una infección con pus, según revelan sus restos fósiles. “La corteza no tiene valor nutritivo, ¿para qué iba a masticarla si no era para calmar el dolor?”, se pregunta Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva, en Barcelona. El neandertal, además, consumía Penicillium, un hongo con propiedades antibióticas.
Los resultados, publicados en la revista Nature, respaldan los de otro estudio de 2012, que concluyó que los neandertales de El Sidrón empleaban plantas como la camomila, que mejora la digestión, y la aquilea, con propiedades antiinflamatorias. La prehistoriadora británica Karen Hardy, de la Universidad Autónoma de Barcelona, es coautora de ambos trabajos. “Todos los animales del mundo se automedican. Los perros, por ejemplo, comen hierba para vomitar. Para mí, lo sorprendente sería que los neandertales no se automedicaran”, reflexiona.
Las investigaciones de los últimos años han derribado el mito de seres infrahumanos que perseguía a los neandertales. Los miembros de la especie se adornaban con plumas vistosas, poseían una tecnología digna, cocinaban con fuego, enterraban a sus muertos y practicaban sexo con humanos modernos hace más de 100 mil años. “Los neandertales eran inteligentes y tenían un conocimiento ecológico que nosotros hemos perdido”, concluye Hardy.
El análisis de la placa dental muestra que la dieta de los neandertales belgas se basaba en la carne. Ingerían animales como el rinoceronte lanudo y el muflón, característicos de la estepa fría que habitaban. Los individuos de El Sidrón, sin embargo, presentaban una alimentación más vegetariana. Sus dientes guardan restos de piñones, musgo y setas de su zona boscosa. “Esa diversidad de dieta retrata a los neandertales como una especie flexible, capaz de explotar diferentes recursos según las circunstancias y la disponibilidad”, sostiene Martinón Torres, del University College de Londres.
El nuevo trabajo ha obtenido el genoma microbiano más antiguo hasta la fecha, perteneciente a una arquea de la especie Methanobrevibacter oralis, presente en la boca. Su análisis apunta que neandertales y humanos modernos compartieron patógenos orales hasta hace 180 mil años como mínimo, tras haberse separado como especies hace 600 mil años. “El sexo es la mejor manera de pasarse patógenos”, explica Lalueza-Fox.
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