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19 DE DICIEMBRE DE 2024
Los indignados en La Puerta del Sol. Hartazgo por las condiciones socio-políticas y económicas de un país. Un pueblo que resiste, pese a los salvajes golpes de la policía. Un gobierno que abala esa represión y Stéphane Hessel, autor del libro “Indignaos”.
Foto: NA
Faltaban pocos días para las elecciones autonómicas y municipales en España, para elegir alcaldes y presidentes (gobernadores) de varias comunidades (estados), cuando la gente comenzó a salir de sus casas. Miles y miles caminan por las calles, por los pasillos, con claveles blancos en las manos, algunos van con ollas, otros tomados de las manos, hay pequeños que subidos a los hombros de sus padres miran la gente que camina a su lado. Son jóvenes en su mayoría, pero los hay adultos, personas mayores y de distintas regiones del mundo; todos van a la plaza. Gente que, munidos solamente de sus ideas, dicen a sus gobernantes ¡basta ya!, con las manos alzadas como mostrándoles las palmas al sol, ahí en “La puerta del sol”. Están “indignados” porque casi 5 millones de personas están sin trabajo, el futuro se pone cada vez más negro y la tasa de desempleo juvenil es del 43.5 por ciento –siendo éste el porcentaje más elevado de Europa-; sin dejar a un lado a esa parte de la población en edad madura que también padece los estragos de la crisis.
Tanto movimiento en las calles, preocupa a la clase política que, embelesados consigo mismos en sus campañas electorales, ven que es la gente que, con sus reclamos, pedidos e ideas, son los que copan las pantallas locales y mundiales. La Junta Electoral, entidad máxima de las elecciones, intervino inmediatamente y luego de reunirse sus miembros, determinó la prohibición de toda actividad social para que el sábado 20/5, día previo a las votaciones, todo el pueblo español realizara una “jornada de reflexión”. Efectivamente la jornada de reflexión se llevó a cabo, pero todos juntos, viéndose las caras en las plazas. La clase política, de la preocupación, pasó a ocuparse… con represión.
Sólo las manos eran los escudos de aquellos “indignados” ante la macana policial. Una y otra vez, todo un regimiento de policías y gendarmes, descargaron con una violencia perversa palos, balas, insultos, y más palos a aquellos que mostrando las palmas de las manos, arrodillados en La puerta del sol, dicen que están cansados de no poder trabajar, de no poder subsistir cada nuevo amanecer. Oídos sordos de estos policías que, enceguecidos y obedientes continúan en su tarea represiva.
La resistencia es sostenida, los más golpeados son asistidos mientras hay otros que, para “no entregar la plaza al enemigo” resisten aquellos golpes salvajes. Todo tipo de consignas se escuchan, “Aixo no es una democracia es una dictadura” “la plaza es del pueblo” “juntos podemos”, son palabras que enardecen al aparato represivo y avivan el fuego interno de los indignados.
Como una mancha de aceite, la resistencia, el hartazgo, las ganas de un verdadero cambio, se propagaron por todas las plazas de España. Como pasó en La Puerta del Sol, en Madrid; la resistencia se hizo eco en Plaza del Ayuntamiento, en Valencia y Plaza Cataluña, en Barcelona. Cada plaza es un gran campamento, donde la asamblea y la organización cada vez es más fuerte y consciente. Ya cuenta con su propia web, en la que han publicado su manifiesto, convocatorias y comunicados, entre otros temas.
Hoy los jóvenes "indignados" de Madrid, animados por el apoyo llegado del exterior, esperan seguir el mayor tiempo posible con la ocupación de la madrileña Puerta del Sol, pese al riesgo de una evacuación policial, a las dificultades logísticas y al cansancio.
El domingo por la noche, miles de manifestantes votaron a mano alzada mantener el campamento instalado desde hace dos semanas en esta plaza emblemática del centro de Madrid, convertida en el corazón de un movimiento de protesta inédito en España. Simultáneamente, otros miles de jóvenes se manifiestan en París y Atenas.
Los Indignados. "Sólo proponen a los ciudadanos (aquellos que sostienen este sistema de gobierno) el consumo de masas, el desprecio hacia los humildes y hacia la cultura, la amnesia generalizada y una competición a ultranza de todos contra todos". Ante tanta anestesia e indiferencia, “jóvenes indignaos”, dice el escritor francés Stéphane Hessel en su libro titulado “Indiganos”. Esto es lo que propone Hessel, un ciudadano, judío, nacido en Alemania y nacionalizado como ciudadano francés posteriormente, una persona que ha vivido incluso el horror de un campo de concentración y que publica este alegato de movilización destinado a la juventud, instándoles a abandonar la indiferencia en estos tiempos adversos. “En situaciones como la presente, no debe existir espacio para la resignación o la apatía” afirma. Indignado por la absoluta decadencia actual, se pregunta el autor, cómo es posible que con las circunstancias del pasado, tras la Segunda Guerra Mundial, se pudiera crear una sociedad relativamente justa a pesar de la precariedad, y hoy, con la abundancia actual, tengamos que tolerar cambios que reducen y tiran por tierra el bienestar obtenido en tiempos mucho más adversos. Pero la reflexión no termina acá, Hessel dice además que la situación actual es causa de la dictadura de los mercados, la ausencia de regulación de los sistemas de financiación ha convertido al mundo en un lugar muy injusto, con el consentimiento de los políticos u la omisión de cumplir su obligación convirtiéndose en unas marionetas a voluntad de los mercados en vez de luchar por conseguir una sociedad basada en valores.
El prólogo del libro, en su versión en español, es de José Luis Sampedro quien dice que “Indignaos es un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia. Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos (…) En cambio ahora, la culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos. Como dice Hessel, “el poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos, y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general. ¡Indignaos!, sin violencia”.
El autor, de 93 años de edad, se ha convertido en la conciencia social de Francia con este libro de apenas 30 páginas, que ya se ha convertido en un best seller. En pocas semanas, este repertorio de las injusticias más indignantes, ya ha vendido más de 650.000 ejemplares.
El autor. Stéphane Hessel nació en 1917 en Berlín (Alemania), cuando tenía siete años su familia se estableció en París. Con nacionalidad francesa desde 1937 fue uno de los primeros seguidores de De Gaulle.
Activo luchador de la resistencia francesa, fue capturado y torturado por la Gestapo en 1944, después deportado a Buchenwald en donde dos días antes de ser ejecutado puedo escapar al destino cambiado su identidad por la de otra persona fallecida. Escapó, fue capturado, volvió a escapar... Ha tenido una vida de película y una frase como lema:"Sólo es hombre quien se compromete". Ingresó en Naciones Unidas siendo uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Fue un milagro. Creíamos que no habría más guerras. Se conocían los crímenes de los campos; la vida retomaba sus derechos. Poco después, Corea, las guerras de descolonización, el telón de acero, devolvían beligerancia”.
Stéphane Hessel ha trasladado al papel esa sensación generalizada de indignación que está presente en el ambiente. No da palmadas en la espalda, no se conforma con un "es lo que hay" y anima a involucrarse. Su libro es un ejemplo de coherencia y dignidad a la vida de sus lectores, anima a pensar, sin caer en paranoicas conspiraciones pero con desconfianza hacia los poderosos. Se declara partidario de la insurrección pacífica. En especial contra los medios de comunicación dominantes en manos del capital o del poder, y que sólo empujan a los ciudadanos hacia el consumo, el desprecio a la humildad y la cultura, el olvido generalizado y una competición despiadada de unos contra otros.
Edición periodística: Analía Martín
Fuentes:
AFP-NA
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