Los desafíos de un mundo dominado por la falsificación
El profesor Massimo Leone dijo que el avance tecnológico rompió el equilibrio entre realidad y ficción. Aseguró que existe una industria de lo falso que representa un peligro, por su capacidad de moldear a las sociedades. El reto de trabajar de manera interdisciplinar.
El profesional explicó que el avance de las tecnologías rompió el equilibrio entre realidad y ficción. Foto: Gerd Altmann/Pixabay
El equilibrio se alteró, se volvió difuso el delicado umbral entre la realidad y las representaciones de la realidad, entre la verdad y la ficción. Los avances de las tecnologías de la información y la comunicación rompieron el equilibrio y ampliaron el dominio de la falsificación; un escenario propicio para moldear una sociedad crédula e impresionable, o una escéptica y cínica, o una donde reine la extrema polarización.
Esa fue la visión que compartió Massimo Leone, filósofo y profesor de Semiótica Visual de la Universidad de Turín, Italia, durante el Congreso Internacional de Filosofía “Pensar el Presente”, que organizó y realizó en forma virtual la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO.
El filósofo advirtió el peligro que implica la ruptura del equilibrio entre realidad y ficción. “Hoy la falsificación está causando mucho daño en todos los sectores de la vida social, política y económica. La falsedad se convierte en un actor social central que desempeña su papel de manera no controlada, alterando las relaciones sociales y las tendencias con base en representaciones falsificadas de la realidad. Al mismo tiempo, se está convirtiendo en una industria maligna para quienes desean beneficiarse de su difusión en la sociedad".
De límites y umbrales
El profesor explicó que el presente está relacionado de múltiples formas con lo falso, un tema central para la filosofía del lenguaje y la semiótica. Por esto, dijo que percibir el presente e interpretarlo significa cultivar sus fronteras, que no son simples líneas de demarcación, sino umbrales. Se trata –expresó– de defender el presente de los traumas y las nostalgias del pasado y del optimismo o el pesimismo excesivo a futuro; de utilizar lo pasado como experiencia y aprendizaje y de visualizar lo que está por venir como proyecto.
A modo de ejemplo, Leone comentó que desde que comenzó la pandemia de la COVID-19, los grandes diarios internacionales no defendieron el presente ni la percepción de este frente a los y las lectoras. Por el contrario, consideró, especularon sobre su invasión desde el pasado, evocando escenarios catastróficos de épocas remotas; o desde el futuro, dibujando un porvenir horroroso con la amenaza imaginaria de virus invencibles y variantes letales.
El filósofo subrayó que la nula defensa del presente por parte de los grandes medios de comunicación no es inocua sino que conduce a reacciones opuestas pero igualmente irracionales: un terror paralizante o, por lo contrario, un optimismo irresponsable que lleva a comportarse como si el virus no existiera.
Una condición humana
El filósofo comentó que el pensamiento occidental desde el inicio busca la verdad, atesora lo auténtico y estigmatiza la falsificación. Sin embargo, expresó que un rasgo sustancial de la condición humana es la habilidad de representar lo que es, pero también lo que no es: la capacidad de crear mundos ficticios, incluido el mundo interior e invisible de las emociones, que durante siglos practicaron las comunidades y sobre todo llevaron a las artes.
El profesor propuso comprender “lo falso” como un equivalente cultural del virus de la COVID-19, en el sentido de que es tan irreal soñar con un mundo sin virus como con uno sin representaciones falsas. O, lo que es igual, soñar con que sean milagrosamente prohibidas por una ética superior del lenguaje, por un control político o por dispositivos tecnológicos.
“Los seres humanos son capaces de fingir porque son capaces de producir sentido. Entonces, solo una sociedad sin sentido eliminaría cualquier rastro de falsificación en el mundo”, comentó.
Leone expuso en el Congreso Internacional de Filosofía "Pensar el Presente", que organizó la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO.
La ruptura del equilibrio
Si a lo largo de su historia el ser humano creó bellas representaciones artísticas de la realidad, aunque ficticias, ¿qué cambió ahora para que esos mundos imaginarios se transformen en un peligro? Leone respondió: los rápidos avances de las tecnologías de la información y la comunicación ampliaron el dominio de la falsificación y alteraron el equilibrio con las áreas de sentido controlables y confiables.
Otra vez, el profesor recurrió a una analogía para explicar su idea. Dijo que durante la pandemia se instaló el concepto de infodemia, es decir, la difusión descontrolada de una representación de la pandemia que no es confiable, que es imposible de determinar o directamente falsa. Del mismo modo, señaló, la carrera entre falsificadores y cazadores de lo falso hoy es extremadamente rápida y superó las habilidades de casi cualquier usuario para determinar si es real o no, no solo por la velocidad sin precedentes con la que se replican sino porque las tecnologías permiten que lo falso sea cada vez más realista.
“Las nuevas tecnologías digitales para la producción de lo falso, desde las máscaras impresas en 3D y los hologramas dotados de inteligencia artificial, hasta los trolls algorítmicos y otros seudousuarios, junto con las nuevas tecnologías digitales para la circulación de lo falso, como todo tipo de redes sociales, están empujando peligrosamente al mundo hacia un caos epistémico-social, que el pensamiento occidental durante siglos ha visto como una amenazante consecuencia de la falsificación y la mentira”, afirmó.
¿Cuál es el peligro social de la proliferación de representaciones falsas, sin que las personas se den cuenta de que lo son? El profesor respondió: “Estas nuevas tecnologías de la falsificación se pueden utilizar para promover la formación de comunidades cuyos pensamientos, emociones y acciones son manipuladas a través de la rápida creación y difusión frenética de representaciones del mundo muy creíbles pero a la vez falsas. Eso puede conducir al peligro de una sociedad crédula e impresionable, así como al peligro opuesto de una comunidad hiper escéptica y cínica o a la polarización social extrema”.
Leone agregó que las ciencias sociales y humanas tienen una nueva área de preocupación en relación a la propagación de lo falso digital: las noticias falsas y la posverdad. Dijo que existe un uso ideológico en distintos contextos políticos, una industria de las noticias falsas que se difunden a través de las redes sociales con una intencionalidad y que llevan ese dominio de la falsificación a temáticas sensibles como la educación, la comida, la historia, la medicina, las ciencias.
Saber para equilibrar
Frente a este escenario un tanto sombrío, que incluye no solo la imposibilidad de diferenciar lo real de lo falso, sino también la idea de que un mundo sin falsificación es imposible, el filósofo abrió una ventana: el saber. Dijo que la única forma de crear mecanismos eficaces para diferenciar lo real de lo falso, es emprender un trabajo colaborativo entre la academia y profesionales de las artes, la comunicación, la ingeniería y las tecnologías para comprender el proceso de creación, de producción y las formas de replicación de las representaciones falaces del mundo.
Leone propuso emprender esta labor desde su especialidad, la Semiótica, ya que expresó que, tal como la definió Umberto Eco, es la disciplina que estudia todo lo que se puede utilizar para mentir. Incluso, destacó que el pensador italiano propuso una equivalencia teórica entre el reino del sentido y de lo falso, es decir, donde existe la posibilidad del primero, existe la del segundo.
El profesor explicó que existe abundante material teórico sobre el tema de lo falso, aunque aclaró que es necesario avanzar. Enumeró los desafíos, lo que hoy no está: trabajar en forma interdisciplinaria, definir y categorizar con claridad los conceptos, impulsar la cooperación entre distintas ramas científicas y tecnológicas, con actores sociales y políticos tanto de ámbitos públicos como privados, y emprender un diálogo fecundo con el mundo artístico.
El aporte esencial de las artes
El filósofo consideró esencial el intercambio entre académicos y artistas, y explicó la razón. Dijo que, mientras el primer grupo abordó la falsificación como un problema, como una fuerza negativa que enturbia las aguas del tratamiento racional de distintos aspectos de la vida social, para el segundo grupo, la falsificación fue –y es– el principal recurso de la creación artística, ya que existe una estrecha relación entre la falsificación y la ficción.
“Los artistas pueden jugar un rol clave en la exploración de las estrategias de significación y comunicación a través de las cuales se puede otorgar un efecto de realidad a una falsificación ocultando su contenido de falsedad. Los artistas han practicado el arte sutil del simulacro, han creado durante siglos ficciones creíbles, dignas de confianza; entonces, hay que poner este arte de lo falso en diálogo con la ciencia”, expresó.
Leone aseguró que los retos están relacionados con la necesidad de entender y colmar las lagunas que existen, con analizar los cambios de las sociedades y de las tecnologías de la falsificación que puedan manifestarse en los próximos años. Señaló que el objetivo central es brindar herramientas a las comunidades, que permitan diferenciar entre la realidad y una representación de esa realidad que es creíble pero al mismo tiempo falsa.
“Pensar el presente en relación con el tema de lo falso conlleva llenar estos vacíos y generar una nueva conciencia social, académica, profesional y artística sobre la falsificación, sobre su naturaleza, sus cambios y sus riesgos, pero también sobre sus oportunidades. Es decir, sobre lo que es menester que los ciudadanos del siglo XXI aprendan para poder navegar a través de las complejas representaciones digitales de las sociedades tecnológicamente avanzadas”.
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