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Estudios revelan la permanencia y profundización de asimetrías relacionales en el campo de las nuevas tecnologías. El techo de cristal y sus redefiniciones. Cómo romperlo
Patricia K. N. Schwarz, INCIHUSA, CONICET Mendoza.
Publicado el 21 DE NOVIEMBRE DE 2018
A nivel planetario, las lógicas de construcción de sentido y de las experiencias significativas progresivamente son atravesadas por las nuevas tecnologías de información y comunicación (TICs). Internet se gesta en la segunda mitad del siglo pasado en países centrales occidentales, a partir de iniciativas bélicas.
Coherente con la modernidad tardía, contexto sociohistórico en el que se desarrolla, la red de redes se caracteriza por el cambio permanente, la lógica de experiencia en la superficie (en contraste con la experiencia en profundidad) y la “experiencia per se” (en contraste con la hasta entonces “experiencia para”), la hegemonía del valor de la información, de la interconexión, la casi inmediata globalidad de los procesos sociales, la hegemonía del lenguaje de las computadoras y de los países centrales. Estas características se han convertido en modelos de inteligibilidad que se imponen de modo global.
Así, las culturas y sus mitos pueden entrar en contacto modificándose mutuamente, aportándose nuevas miradas y cuestionando las previas. Aún en el marco de la estandarización identitaria y de estilos de vida que plantean estas tecnologías de modo articulado con las lógicas y los mercados de consumo, se gestan nuevas configuraciones simbólicas y normativas a partir del contacto y confluencia de diferentes culturas en el ciberespacio. Las TICs re/configuran cuerpos y subjetividades a partir de relaciones de poder online y offline.
Una de las expectativas depositadas en estas tecnologías desde sus comienzos fue que pudieran morigerar o eliminar brechas sociales, asimetrías de poder de índole racializada, idiomática, étnica, geográfica, generacional, socioeconómica, sexo-genérica, entre otras. Lamentablemente, las observaciones en este campo nos muestran que, lejos de reducir, las tecnologías profundizan las desigualdades. Tomemos como ejemplo la brecha digital de género. La división sexual del trabajo patriarcal asigna normativamente a los varones el mundo de la técnica y tecnología, entre otras cosas, y a las mujeres el mundo de los cuidados de los otros, los sentimientos, entre otras cosas.
El acceso a las TICs define posiciones relacionales dentro de la estructura jerárquica social. El hecho de que existan accesos diferenciales de acuerdo al género determina y refuerza las jerarquías en otros campos de la vida social. Así, el espacio virtual reproduce las brechas de género offline.
Según los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Usos de Tecnologías de Información y Comunicación (2013), se observa una diferencia de alrededor de 4 puntos porcentuales de los varones por encima de las mujeres en lo que respecta al uso de computadora y de Internet. Resultados semejantes obtuvimos en nuestros propios relevamientos en Córdoba, Mendoza, Ciudad de Buenos Aires y Junín. En cuanto al aprendizaje acerca de TICs, resultados de investigación dan cuenta de un mayor porcentaje de varones autodidactas, mientras que las mujeres los superan en el aprendizaje formal.
La Encuesta Nacional de Grupos de Investigación en TIC, realizada en 2014 por la Dirección Nacional de Información Científica (MINCyT), indicó que cerca del 70% de los recursos humanos en investigación en TICs está conformado por varones, respecto de un 30% de mujeres. En Mendoza, el 78% del personal científico en TICs son varones y el 22% mujeres. Los grupos de investigación en TICs dirigidos por mujeres, los cuales constituyen la minoría, muestran equidad de género respecto de sus integrantes. Sin embargo, no se observan diferencias entre proyectos dirigidos por mujeres y por varones respecto de los desarrollos tecnológicos y la vinculación con el sector productivo (empresas), ni de la cantidad promedio de proyectos, presupuesto y fuentes de financiamiento, ni tipo y cantidad de actividades de transferencia y vinculación. Es decir, cuando las mujeres se ven habilitadas para integrar acciones de investigación y desarrollo en esta área producen en igual cantidad y calidad que los varones.
Existen iniciativas en cuanto a eliminar las brechas digitales de género. En este sentido, desde los organismos supranacionales se alienta a que las mujeres puedan integrarse en cuanto usuarias del espacio online; mientras que desde movimientos ciberfeministas se promueve su inclusión no sólo como usuarias sino también como creadoras/diseñadoras .
Existe evidencia suficiente para concluir que las tecnologías por sí mismas no son las que lograrán equidad en las relaciones de poder; son las instituciones públicas y privadas y las personas, en el marco de las relaciones sociales en general, quienes tienen esa potestad y esa obligación.
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