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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Tras las elecciones, el pueblo mejicano eligió al neoliberal Peña Nieto. El candidato del PRI asumió el mandato que según él le otorgó el pueblo mexicano y agradeció al presidente Calderón por su "vocación" democrática.
El pueblo mejicano enfrentará una nueva etapa tras la elección presidencial. Fotos fotos.lainformacion.com
El 1 de julio se celebraron elecciones en México. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) retornó al control del Estado luego de 12 años fuera del poder, suplantando a un gobierno que abandona la jefatura con un saldo de 50 mil asesinados en torno a la guerra contra y entre los carteles de drogas desatada en aquel país. A primera vista se deduce que existió un fuerte castigo contra el Partido de Acción Nacional (PAN) por parte del electorado mejicano, sin embargo esta elección posee varias aristas por analizar.
Entre el PRI y el PAN desde hace mucho que no existe una diferencia ideológica en cuanto a sus plataformas y propuestas. El PRI estuvo más de 70 años en el poder y fue el encargado de aplicar las políticas neoliberales en México, el PAN fue el encargado de continuarlas durante la primera década del siglo. Ambas, fueron administraciones que empobrecieron al pueblo volviéndolo más dependiente de su vecino del norte.
Cinco mil kilómetros de frontera comparte México con Estados Unidos. Existe un complejo entramado social y cultural que hace imposible una lectura unívoca. Hay allí una influencia cultural mutua entre los países. Ser vecino de Estados Unidos es como habitar bajo el ala de un dragón. Es una proximidad que ha promovido de Sur a Norte una producción casi industrial de droga, su exportación y el surgimiento de un sinnúmero de carteles de narcotráfico, corrupción de jefaturas políticas y militares y también el éxodo constante de mano de obra de México hacia EEUU.
Además la sistemática intervención de EEUU en la política de Méjico ha promovido durante décadas candidatos y partidos favorables a sus intereses. El saldo, indudablemente ha perjudicado a Méjico, que más allá de la proximidad con EEUU debería estar, a razón de su historia, orígenes y posición económica más emparentado con el Sur que con el Norte.
Lo ocurrido en las elecciones en México no representa un avance, sino la continuidad de políticas de corte antipopular. México, la tierra de Emiliano Zapata, Pancho Villa, la Revolución Agraria, un país que ha sido para la historia un modelo de demandas y luchas sociales, hoy se enfrenta al dilema que se da entre abrazar un pasado reciente nefasto o transformarse a futuro en una sociedad que sea coherente con sus bases sociales y materiales. La elección del PRI no fue contundente, la centro izquierdo quedó segunda teniendo que enfrentarse no sólo contra los partidos hegemónicos sino también con los mediáticos.
De “Telecracia” fue certeramente calificado el sistema electoral mejicano por varios analistas. Es que el multimedio Televisa, al igual que la mayoría de medios privados que operan en Latinoamérica, apostó fuerte por propuestas conservadoras. Dada su concentración, México se adeuda el desarrollo de un sistema democrático de medios que garantice el derecho a la información y la comunicación. En base a esta contradicción, las redes sociales fueron insuficientes para cambiar el equilibrio de fuerzas y contrarrestar la propaganda mediática.
El trabajo del movimiento Yo soy 132, no alcanzó su cometido más allá que estuviera fuertemente impulsado por los jóvenes de ese país que demandan un cambio de política. En torno a estos hechos, sin embargo, lo que debe ocurrir en México es un planteo que supere el estricto marco de campaña y que a partir de este momento se proponga un trabajo sistemático para cambiar la realidad política de aquí a los próximos seis años.
La historia no retrocede y sigue siendo una deuda para Latinoamérica poder sumar a México a la idea de Patria Grande que se está desarrollando, postergada –de seguro- con el acceso al poder del PRI, identificado más con los intereses del Norte que con los proyectos de unidad del Sur.
Se cierra una puerta, se abre una ventana
El golpe de Estado y el consecuente rechazo internacional al gobierno de facto en Paraguay, despejó, sin embargo, el ingreso de Venezuela al Mercosur. Este es un momento que abre dos procesos que se producirán en simultáneo y que deben ser seguidos de cerca.
El ingreso de Venezuela al Mercosur implica un fortalecimiento de la comunidad latinoamericana y abre un arco promisorio de solidaridad y acciones en conjunto con los países de la región. Se da por descontado que el gobierno venezolano a través de las acciones de Hugo Chávez durante los últimos diez años, ha sido un actor de suma importancia para la consolidación de la región, el rechazo de las políticas neoliberales y sostenimiento mutuo frente a la crisis internacional.
Su afiliación fue impedida hasta ahora por la puja de los sectores conservadores paraguayos que estaban amarrados al gobierno, tanto colorados como radicales liberales, y que ahora se frotan las manos frente a las próximas elecciones de su país, luego de haber logrado armar el contubernio que destituyó al presidente democrático Fernando Lugo.
De esta forma, el ingreso de Venezuela tiene el sabor agridulce de haber logrado un avance histórico a expensas de haber perdido, una vez más, luego de Honduras, el equilibrio democrático en otro país de la región.
Las cumbres social y de presidentes del Mercosur realizadas del 26 al 29 de junio en Mendoza resultaron un marco que permitió una respuesta inmediata y oportuna frente a la crisis de Paraguay. El rechazo unánime, la solidaridad con Lugo, el deber democrático y el ingreso de Venezuela fueron los ejes centrales del debate que tuvo como saldo el efectivo rechazo generalizado a los golpistas de Paraguay, su suspensión en el Mercosur y la sabia decisión de no tomar represalias económicas contra el pueblo paraguayo.
El acuerdo de no adoptar medidas económicas contra el Paraguay se enmarcó en un debate complejo. De hacerlo, es cierto, se habría abierto la posibilidad de generar la presión necesaria para promover la salida del gobierno de facto, sin embargo una medida de ese tenor en el que el miles de paraguayos –por más buena intensión que tuvieran estas medidas- se verían afectados, trae consigo el gusto amargo de lo que significa un bloqueo económico a un pueblo por parte de otros países. El ejemplo más próximo – salvada las diferencias- es el bloqueo de Estados Unidos sobre Cuba.
La decisión de dar una respuesta política y no económica por parte de los distintos países en torno a la crisis democrática de Paraguay, no rompe el sentido progresista de los procesos que están avanzando en la región. Es más, sirve como un ejemplo a nivel internacional del profundo humanismo que se respira en Latinoamérica por estos días.
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