Libros a domicilio, una experiencia humanizante
Dos estudiantes crearon una página en Facebook para ofrecer libros usados y nuevos. Realizan las entregas en forma personalizada.
Es mediodía en Peatonal y San Martín. Es el punto de encuentro entre Cristian Arenas y Nadya Llanos con sus clientes, a los que les entregan los libros que acordaron comprar por Internet a través de la página Mendoza Lee, que los estudiantes crearon en 2012.
La idea de vender libros nuevos y usados por Internet salió de la cabeza de Cristian, que estudia Historia y ya terminó de cursar Abogacía en la UNCUYO, aunque le faltan materias para recibirse. Su objetivo fue encontrar un modo de ganarse la vida con la venta de libros, pero a la vez compartir su pasión por lectura; no ofrecer cualquier cosa ni poner un local, porque eso sería imposible de sostener por los costos.
Con esas premisas dando vueltas en su cabeza y con la ayuda de su novia Nadya Llanos, licencia en Relaciones Humanas, crearon la página de Facebook Mendoza Lee, donde ofrecen libros nuevos y usados a precios bajos. Para seleccionar qué libros vender, se guiaron por sus propios gustos e intereses: literatura, filosofía, sociología, psicología y los clásicos. Nada de autoayuda ni de best sellers.
El trato con sus clientes es personalizado. Tienen muchos seguidores y la mayoría son asiduos compradores, que les piden obras de un autor en especial o eligen el texto que quieren entre los que se publican en la página junto con una pequeña sinopsis.
La entrega también es personalizada. Peatonal y San Martín suele ser el lugar donde realizan las entregas y, en muchos casos, van a las casas de sus clientes, a los que ya conocen y con quienes comparten la pasión por leer.
Desde el 2012, la cantidad de clientes que tienen aumentó y hoy venden entre 600 y 700 libros por mes. Son más baratos que los que se comercializan en el mercado porque no deben enfrentar los costos de tener un local, algo que les gustaría, pero que está muy lejos de sus posibilidades.
La búsqueda del tesoro
Cristian y Nadya se convirtieron en expertos buscadores de libros. Compran títulos en Buenos Aires, bucean en medio de bibliotecas del abuelo o del tatarabuelo de quienes los contactan, para vender textos que nadie quiere o que necesitan canjear para pagar alguna deuda.
En esas búsquedas interminables, los estudiantes se adentraron en muchas casas. Ahí, escarbando cajas de libros tapadas de tierra, descubrieron verdaderos tesoros: un ejemplar de Las mil y una noches argentinas, de Juan Draghi Lucero, autobiagrafiado por el autor, y 27 tomos de las Leyes de Indias, antes del Virreynato. Su amor por la lectura les impidió desprenderse del libro, un ejemplar único e irrepetible, que engalana su biblioteca.
Los proyectos
Para Cristian y Nadia, este es un trabajo de tiempo completo. Pero no les preocupa, están muy conformes, porque les permite pagar el alquiler y poder estudiar. Las horas de más trabajo son desde las 21 hasta la 1 de la mañana, porque es el momento en que los clientes ingresan a la página, consultan, hacen los pedidos y acuerdan el lugar de entrega.
Después de años de trabajo, ya conocen a sus clientes, saben cuáles son sus autores preferidos y las temáticas que les pueden interesar. En eso se enfocan cuando compran libros en Buenos Aires o cuando se pasan horas escarbando en bibliotecas que alguien quiere vender.
Ahora, la apuesta es abrir el living de su casa, donde tienen más de 4 mil libros, para que sus clientes más asiduos puedan descubrir textos que les interesen, o simplemente disfruten de un rato leyendo. Cristian comentó que la idea de abrir su casa no busca incrementa las ventas ni convertir el momento en una reunión masiva, sino simplemente un encuentro entre personas a los que une la pasión por la lectura y que en general comparten el interés por los mismos temas.
Otro de sus proyectos es abrir un centro cultural en la casa de una amiga, en calle Tiburcio Benegas de Godoy Cruz, aunque ese es un sueño a largo plazo. Cristian se lamenta de que la Ciudad de Mendoza obligue a trasladarse a las zonas periféricas a los artistas callejeros, a las actividades comunitarias y a los centros culturales. Para él, esa es una forma de “sacarse de encima” a la gente que no encaja con la idea que la comuna tiene de la Ciudad. Frente a esta realidad es que apuesta a generar otros polos culturales y a seguir viviendo de su pasión: la lectura.