Lecciones de los filósofos antiguos para vivir mejor en el 2025

El profesor de la UNCUYO Hugo Costarelli Brandi rescata las lecciones de los antiguos sobre el arte de vivir. Curar el alma, ordenar las pasiones, ejercer la libertad y tomar las decisiones correctas son los ejes centrales. Destaca a Aristóteles, porque la felicidad del ser humano es el centro de su ética. La necesidad de buscar un sentido verdadero a la existencia.

Lecciones de los filósofos antiguos para vivir mejor en el 2025

El profesor destaca entre los clásicos a Aristóteles, porque la felicidad del ser humano es el centro de su ética. Foto: creada con IA

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 28 DE ABRIL DE 2025

¿Para qué le servirían al ser humano de 2025, ese que camina estresado, teléfono inteligente en mano, por un mundo de cambios políticos, económicos y climáticos radicales, las lecciones de los filósofos antiguos acerca del arte de vivir? Para todo, responde el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO Hugo Costarelli Brandi, aunque no lo hace con esas palabras. Dice que las reflexiones de los pensadores clásicos son atemporales, universales, esenciales a la condición humana, que se preguntaron cómo vivir una buena vida teniendo en cuenta la muerte y que se respondieron que siendo felices y pensando qué implica esa felicidad. Esas ideas —asegura— cobran especial relevancia en una época en la que la existencia del ser humano carece de sentido, una falencia que intenta tapar con placer, con comida, con alcohol, con consumo, con trabajo, con aplausos, con dinero, pero que solo tapa, no resuelve.

Costarelli Brandi habla con pasión de los filósofos clásicos y cuenta que, cada vez que los relee, se asombra de la actualidad y de la belleza de sus reflexiones acerca del género humano. Es a partir de esa comprobación que acepta la invitación de Unidiversidad para encontrar en esos pensadores un faro para intentar vivir una vida plena, para no desperdiciarla en este mundo de 2025.

“Para la filosofía clásica, esa pregunta sobre el arte de vivir es eterna y es siempre la misma, es 'Tengo que ser feliz y tengo que resolver un montón de cosas para llegar a esa felicidad'. Además, esa felicidad la tengo que alcanzar en medio de la vida que me toca, y es ahí donde tomo ese principio universal y lo bajo acá. Nosotros somos 2025, yo tengo internet, tenemos smartphones, tenemos autos, vivimos en un ambiente muy particular, entonces tenemos la responsabilidad de resolver esta felicidad en este mundo. Yo puedo decir: 'Listo, no tengo internet, no tengo nada, me voy a vivir al campo'. Está bien, puede ser una decisión, pero ¿hasta qué punto no estás eludiendo el mundo que te ha tocado? Entonces, hay que resolver un montón de cosas para alcanzar esa felicidad en el aquí y el ahora”, expresa.

El titular de las cátedras de Estética e Historia de la Filosofía Antigua y director del Departamento de Filosofía elige, entre todos los clásicos, a Aristóteles. La razón es que considera que sus reflexiones son sustanciales para este 2025, justamente porque conserva a la felicidad y a su búsqueda como eje de su ética.

El profesor de la UNCUYO dice que la educación es central para que el humano tome las mejores decisiones. Foto: Unidiversidad

Sin rumbo

Costarelli Brandi es profesor y se nota. Propone comenzar la charla con un dato actual, que le da sentido a cualquier pregunta posterior. Ese dato es la conclusión de un estudio que la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó en 2017 y terminó en 2018: la depresión es la primera causa de incapacidad laboral a nivel mundial. Y sigue con su línea de pensamiento: si siempre existió la depresión, se pregunta qué factores se combinan hoy para que el género humano se encuentre en esta situación. Explica que profesionales de la filosofía y la literatura contemporáneas coincidieron en una respuesta: la falta de sentido de vida.

“¿Qué tiene nuestra época? No tiene un sentido de vida, un arte de vivir. Tu pregunta hace cuatro siglos hubiera sido totalmente sin sentido, porque era algo muy conocido; ahora no sabemos para qué vivimos”, dice. Y explica que ahí, en esa búsqueda de un faro, es donde las lecciones de los antiguos son actuales, pero también las de artistas clásicos y contemporáneos, que marcan un rumbo, que hablan de universales que importan al género humano.

¿Cuáles son los temas atemporales sobre los que reflexionaron los filósofos antiguos y que pueden servir hoy, en el 2025?

Hay un gran tema que pondría en primer lugar, que sigue existiendo y que nosotros no queremos pensar: la muerte, nuestro carácter de perentorios; es decir, pasaremos, y algunos, muy pocos, serán recordados. La preocupación de un héroe antiguo era justamente esa, quedar en la memoria para poder vivir de alguna manera por haber hecho algo. Por ejemplo, pienso en Aquiles, en sus actos heroicos, y es esa heroicidad la que ha permitido que hoy sigamos hablando de él. Para ellos, era la única forma de trascendencia, porque indefectiblemente vamos a morir y eso lleva a una segunda cuestión: ¿qué tenemos que hacer? Ellos veían que el ser humano nacía en un estado de no acabamiento o no perfeccionamiento.

¿Me lo puede explicar?

Sí. Vos me dirás entiendo que el niño después va a ser adulto, entonces hay un proceso de madurez y acabamiento, pero eso no era lo que les preocupaba a ellos, porque decían que eso se puede ver en un cachorro, en una zanahoria y en un rosal, que pongo la estaca y, si la cuido, llega a término y da flores. En cuanto al hombre, no basta que se alimente bien, que haga ejercicio, se cuide, porque tiene un elemento que ni el cachorro, ni la zanahoria ni el rosal tienen, y es que es libre. Entonces, en este acabamiento que yo debo lograr tengo que tomar decisiones, y puedo tomar buenas decisiones o malas decisiones, y ahí está en juego ni más ni menos que mi perfeccionamiento, mi plenitud; en palabras de ellos, mi felicidad, porque para Aristóteles es lo mismo, el hombre perfecto es el hombre feliz. Y aquí viene lo que me planteaste, esto del arte de vivir, que ellos lo llamaban con una palabra preciosa que es socrática: cura del alma, que es una responsabilidad de cada uno, tenemos que elegir bien. Y uno se puede preguntar cómo curar el alma, si acaso nacemos enfermos. Y no, nacemos no acabados, nacemos con un montón de decisiones a tomar.

¿Me puede dar un ejemplo?

Por ejemplo, una persona que está en estado terminal, falleciendo de un cáncer de pulmón y ha sido fumadora toda su vida, ha tomado una serie de decisiones que le han producido una enfermedad que no se da naturalmente en el hombre, sino que supone ciertos agentes externos. Por supuesto, hay casos que se dan incluso siendo no fumadores, pero estoy tratando de demostrar cómo incluso en el orden físico ciertas decisiones producen efectos que son contrarios a la felicidad o al bienestar. Esto lo podemos llevar al plano de tu propia perfección, y te doy un ejemplo zonzo, pero que sirve. Cuando tengo que pagarle a alguien por el trabajo que hizo, siempre aparece en mí esta cuestión de decir: "Me ahorro un peso, le pago menos", y esas son decisiones que, si bien se muestran en el exterior, se realizan internamente, son actos libres. Yo podría pagarle de más, de menos o lo que corresponde, y esa acción va generando en mí una disposición a obrar regularmente de modo justo. Y, más allá de que en el momento no lo sienta agradable porque pienso que me podría haber comprado algo, a la larga, ese tipo de elecciones van generando internamente una cosa que se llama paz. A medida que voy generando estas disposiciones a obrar bien, me salen cada vez más naturales, son cada vez más placenteras y gozosas porque, en definitiva, van siendo cada vez más conformes a la naturaleza humana, de manera que, cuando me enfrente a una situación injusta, naturalmente la percibiré como tal. Por eso, a los griegos les encantaba unir dos palabras que hablan de todo esto, belleza y bondad, e inventaron una palabra para decirlo: kalokagathia; kalos significa bello, y agathos, bueno. Nosotros tenemos esa conjunción en la palabra castellana: bonito, pero en el lenguaje filosófico se usa kalokagathia, el hombre que es bueno y bello es el que ha llevado su propia naturaleza a término por sus elecciones correctas. Y ese hombre es perfecto y bello, es decir que, sobre cualquiera de nosotros, tiene ese efecto de atracción y de gozo en su contemplación.

¿Cuál sería un ejemplo de un ser humano bueno y bello?

Por ejemplo, cuando vemos la figura de Héctor en el episodio sexto de La Eneida, cuando habla con su esposa. Ella le dice que deje el frente de batalla, que no los abandone a ella y a su hijo, y lo hace de una forma preciosa, le dice: “Héctor, Aquiles mató a mi padre, Aquiles mató a mi madre, Aquiles mató a toda mi familia. Tú eres ahora mi padre, mi hermano…”, es un flechazo al corazón. Héctor traga saliva y le responde que no puede quedarse, se da cuenta de que sus deseos tienen que estar ordenados frente a un bien superior, que tiene que elegir, y es ahí cuando habla y obra en consecuencia. Ahora, ¿cómo llegó Héctor hasta ahí? Fue eligiendo y fue eligiendo bien, no fue cobarde. Eso es curar el alma, es ir acomodándose a lo que hay que hacer para alcanzar el estado de felicidad y de perfección. Felicidad que no es individual, sino que se trata de tomar las decisiones que sean conformes o adecuadas a la naturaleza humana, porque todas esas decisiones que se resuelven en el singular, a su vez, se toman desde un universal que los contiene. Por ejemplo, la idea de justicia.

Educar para decidir bien

Usted dice que el ser humano debe ejercer su libertad y debe tomar decisiones. ¿Está en su esencia saber qué está bien y qué mal para decidir en consecuencia?

Ahí está la gran importancia de la educación. Acá hay que entender que estamos en el 2025, pero que nos han precedido miles de hombres que se han preocupado por esto, y sobre esas personas hay que volver. Lo que han escrito no es tanto una especie de decálogo, que uno podría decir: "Con un decálogo estamos, me dice lo que hay que hacer y lo que no".

Sería mucho más fácil…

Claro, pero si yo solamente estuviera concentrado en el cumplimiento de la ley, y no estoy hablando mal de la ley porque es importante, pero si solo me concentrara en eso, es el cumplimiento por el cumplimiento mismo. Ese no es el planteo de los antiguos, porque tiene otro problema y es que te elimina la responsabilidad de tomar la decisión. Te doy un ejemplo tonto, pero que sirve. Decidís que vas a empezar a correr, entonces el primer día estás lista con todo tu equipo, pero la pregunta es cuánto vas a correr. Si vos tuvieras una norma que dijera que los seres humanos deben correr todos los días 15 km y estás empezando, el primer día terminás en el hospital, porque no vas a tener fuerza para correr 15 km. Ahí es donde tengo que tomar el universal y ver lo mejor para mí, para este caso, sin violar el universal. Entonces, libertad es que tengo la responsabilidad de bajar ese universal para mí. En este caso, seguramente debo empezar corriendo hasta la cocina y después seguir avanzando. Ahora, si la ley dijera: "El ser humano puede correr solo 15 km", pero después de un tiempo podés correr 20, estaría mal según la ley. Es ahí donde Aristóteles me parece que es muy astuto y dice: "Mire, usted está amparado por el universal, pero es su responsabilidad tomar ese universal y bajarlo al concreto. Y ese concreto es usted, no es otro”. Por eso, a veces las reglas y los decálogos lo que terminan haciendo es amputar esta responsabilidad de tomar la decisión adecuada, porque ahí se produce un perfeccionamiento. Entonces, yo tengo que encontrar los mejores medios para lograr ese universal, y si me ejercito para encontrar siempre los mejores medios, voy generando un hábito que es la prudencia, una virtud, que justamente me va dando paz, me va ayudando a ser yo mismo, no a ser el esquema de la ley, sino a ser yo.

Es decir que los seres humanos del 2025 tienen que resolver el universal en el 2025…

Todos debemos resolver ese universal, es el que yo tengo que resolver, el que vos tenés que resolver, como esposa si lo sos, como periodista, como madre si lo sos. Como lo que sea, tenés que resolverlo, y yo no te puedo dar una receta. Te puedo decir: “Mirá, a partir de ahora, vas a hacer esto, esto y esto”, pero no, porque eso te va a servir de aquí a la puerta y después vas a tener que empezar a tomar decisiones vos sola. Lo mejor, entonces, es formar en la capacidad de elegir bien en lugar de formar en las cosas por hacer, porque las cosas por hacer las tenés que decidir vos, pero en la capacidad de elegir y elegir bien hay que trabajar, ahí hay que trabajar.

¿Cómo?

Bueno, ahí está la importancia de la educación. Aristóteles dice en Ética nicomaquea: "La verdadera educación es aprender a gozarse en lo que hay que gozarse y dolerse en lo que hay que dolerse". Es buenísima la cita, porque a veces se piensa que la educación consiste en adiestramiento, o que el chico sepa inglés, esto y lo otro, y no, no es eso. La educación es aprender a gozarse en lo que hay que gozarse y a dolerse en lo que hay que dolerse; por eso, todo el proceso de los padres con los hijos, de los profesores con los maestros, de las maestras con los estudiantes, es un proceso en el cual tenemos que llevarlos a los chicos del desorden, de la posibilidad de ser buenas personas, hacia ser buenas personas. Vamos mostrando y ¿qué mostramos? No mostramos lo que yo hice, lo que vos hiciste: mostramos lo que hizo Héctor, lo que hizo Antígona, porque son casos en los cuales aparecen buenísimas resoluciones y pésimas resoluciones. Aprendemos de las dos, pero aprendemos antes de meter la pata. Por ejemplo, si al de adelante se le cayó la billetera, la levanto y se la devuelvo, o sea, son cuestiones heroicas para mí. O con los chicos: yo tengo chicos y sé que no puedo administrarles la vida, se me están yendo, ya son universitarios; uno quisiera mantener el control, pero se van. Entonces, ¿qué me queda? La confianza en que uno haya puesto todo en la educación de ese universal, porque, a partir de ese universal, él verá cómo resolver. Uno quiere elegir antes de que elijan, pero no, no es donde tenés que trabajar, tenés que trabajar más arriba, en los criterios, y el ejemplo genera esos criterios. Cuando uno escucha que dicen: “Esto al papá no le va a gustar”, es porque han entendido el universal y han entendido que ese universal no se lleva bien con esta acción concreta. Buenísimo, un golazo, ya están pensando bien.

El profesor dijo que la diferencia entre el bien y mal no está solo en la filosofía, sino en la literatura, como en el Martín Fierro. Foto: ilustración por Fontanarrosa

En búsqueda de un sentido

¿La falta actual de sentido de la existencia humana es una dificultad extra para tomar las decisiones correctas, en ese sentido de obrar bien?

Absolutamente, porque, cuando uno no sabe para qué vive, puede terminar en cualquier lado. Ese desorden, el no saber a dónde vamos, me parece que es uno de los factores para que se dispararen los casos de depresión. No es el único, porque la depresión tiene factores que son endógenos, eso es biología, ya es otro tipo de tratamiento; pero, a la vez, hay una cuestión de contexto que puede dispararla. Si esas cuestiones de contexto están más o menos ordenadas, protegidas, es una cosa, es como decir que el dolor tiene sentido: "Si sufro, sufro por esto", pero hoy tenemos ese dolor sin sentido que busca desesperadamente ser olvidado y eludido. Eso está representado de un modo muy bonito en El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que cuando se escapa de su asteroide, se encuentra con ejemplos de estos sin sentido: con el bebedor, que es la imagen del escape por el placer; con el vanidoso, que busca aplausos; con el farolero, que trabaja por el trabajo mismo, y así, son todos ejemplos de sin sentido. En realidad, todas estas son formas de plantear un orden. Por ejemplo, el norte es el placer, es la fama, es el dinero, es el trabajo, pero nos damos cuenta de que no funcionan, porque esa evasión no soluciona el problema del sentido de la vida, lo tapa.

En la búsqueda de ese sentido, resurgieron a nivel mundial algunos movimientos filosóficos, como el estoicismo. ¿Me lo puede explicar?

Es cierto, pero el estoicismo es complejo. Para resumirlo, te diría que esos movimientos se dieron en el helenismo, una época que considero análoga a la actual, porque desaparecen todas las referencias que existían y aparece una experiencia muy humana —y ahí veo el paralelo— que es el "sálvese quien pueda". En ese contexto surge una serie de movimientos filosóficos que resumo en pocas palabras: el estoicismo, que se esfuerza por la virtud y la aceptación del dolor; el epicureísmo, donde el sentido está en el placer y el escepticismo brutal, es decir, no hay sentido, no vale la pena ni pensar. Me parece que, en el caso del estoicismo, lo que tiene de bueno es que pone un norte, pero el problema que tiene es que desaparece el concepto de felicidad. A mí me parece mucho más rica una restauración de la ética aristotélica que sí conserva la felicidad como eje central, y esa felicidad consiste, fundamentalmente, en la contemplación en la vida humana. El ordenamiento de las pasiones —dice él— te permite no solo ejercer como hombre, sino reposar contemplativamente en lo más importante. Esto, por ejemplo, pasa cuando te vas de vacaciones a un lugar lindo, al mar, y mirás el atardecer, reposás en la contemplación. Uno podría decir que es una acción repetitiva, pero no, es absolutamente original y maravillosa, es un objeto de contemplación. Ahora, te habrá pasado que por ahí llegás a las vacaciones y el primer tiempo no estás bien, no podés disfrutar. ¿Por qué? Porque hemos estado enajenados, corriendo detrás de cosas que no son importantes, y, cuando las cosas que son importantes se nos hacen presentes, no tenemos ojos para verlas. Aristóteles dice: "¿Cuánto te gustaría extender el gozo de esa contemplación?”. Lo más que pudieras, ¿no es cierto? Pero en esta vida no se puede mucho. De todas formas, si yo te pregunto cuáles son esos momentos en tu vida, seguramente los recuerdes y no cambiarías ninguno, porque son los más importantes y perfectos, porque has trabajado para generar un montón de contexto para poder contemplar, y por eso valieron la pena los dolores, las penas que pasaste para llegar a ellos. Esto es lo que dice Aristóteles: en la medida en la que yo pueda ir concatenando esos momentos de contemplación, seré más feliz. Ahora, ¿por qué no los puedo concatenar? Por las preocupaciones de la vida, por el trabajo, etc., pero, si yo tuviera internamente una educación, si hubiera administrado mis pasiones para que no me generen esa nube de problemas, de dolores ficticios, sino que las viera tal y como son, yo podría gozar más. Es posible la felicidad, porque todo encuentra su lugar y la posibilidad de contemplación se habilita, sería el octavo día frente al mar. Vale la pena vivir buscando esos momentos y, cuando llegan, estar dispuesto, como decía Aristóteles, a gozarme en lo que hay que gozarme y a dolerme en lo que hay que dolerme.

El arte como enseñanza

¿Qué textos clásicos podrían recomendar para ayudar en esta vida de 2025? Porque comprender el planteo filosófico sin que alguien medie —como, en este caso, usted— es complejo.

Para responderte, voy a usar una palabra moderna, no antigua. Toda esa gestión de las emociones —los antiguos dirían "esa educación de las pasiones"— está en la Ética nicomaquea de Aristóteles, pero también está en Homero, en Hesíodo, en Sófocles; está en El Quijote, un texto fundacional para nosotros; en el Martín Fierro, un texto fundacional para la Argentina; está en la Ilíada, en El Principito, en cualquiera de los textos de Shakespeare. Yo promocionaría esas lecturas e insistiría muchísimo en leerlos siempre de forma conversada, porque, si se leen con otros, se discuten, se conversan: uno dice: "Yo entendí esto"; "Yo, aquello", y prima la mejor opinión. Entonces, se va llegando a un entendimiento y a una inteligencia mucho más rica que la sola lectura individual. El sentido de la literatura no era ni es conocer simplemente la métrica o las letras, era entender esto de las acciones humanas buenas y malas. Lo tenemos al Quijote enfrentando a los molinos, y todos nos reímos y decimos que está reloco, pero, en el fondo, es el corazón humano que se enfrenta a cosas que lo desbordan, que son muy grandes, grandes males frente a los cuales incluso puedo caer y ser volteado, como le pasa al pobre don Quijote. Por otro lado, está el sentido común, que a veces se queda corto; es Sancho, que le dice: “No son gigantes, son molinos”, que es como cuando te dicen: “Es solo un trabajo”, pero no es solo eso, es mi dignidad, es mi plenitud. Entonces, es la voz del sentido común y es la voz del verdadero sentido de la vida, que a veces entran en conflicto. Con estos ejemplos, lo que quiero decir es que, si uno tiene los ojos abiertos, estas grandes enseñanzas las encuentra en todos lados: en la buena literatura, en la buena filosofía, en las artes. A mí me parece que de eso se trata, de ir entendiendo en qué consiste ser un ser humano perfecto, un hombre bello y bueno, e ir asumiendo la responsabilidad de tomar las decisiones que busquen ese perfeccionamiento. No abandonarme a lo que se dice, sea la propaganda, sea el mercado o lo que sea, sino ir eligiendo con la responsabilidad de un ser humano, porque un ser humano que obra bien, que es bello y bueno a la vez, no se beneficia solo él, sino que va generando a su alrededor algo muy atractivo que hace bien al resto, que conquista, que sumerge en una lógica y en una ética que es muy humana. A mí me pasó con dos de mis profesores, Miguel Verstraete y Héctor Padrón. Cuando volvía de ver a Miguel, que ya estaba enfermo, les decía a mis amigos: “Vuelvo de hablar con él y me siento bueno”, pero porque él me ha hecho bueno, me ha comunicado su cosmovisión, y eso es con lo que uno se queda después de hablar con una persona buena: me ha conquistado su bondad, que no es la bondad de él, sino que es el bien mismo. O sea que vale la pena trabajar por ese bien que se va a traducir en mi perfección y que puede expandirse en mis estudiantes, en mi esposa, en mi matrimonio, en mis hijos. O sea, vale la pena todo eso.

La soledad, para dioses y bestias

Usted habla sobre cómo resuena la bondad en otro ser humano, pero hoy —en el mundo de 2025— se fomenta el individualismo, esa idea de que puedo solo, sin ayuda…

Yo no creo que eso funcione. Aristóteles lo dice muy bonito en el comienzo del libro octavo de la Ética nicomaquea, que es el que dedica a la amistad, otro gran tema que nosotros necesitamos revisar. Él dice: “Es imposible que el hombre viva solo, la soledad es para los dioses y para las bestias”. Es durísimo. Por eso la amistad es tan importante en una vida feliz. Yo no puedo ser feliz solo, necesito del otro afectivamente, culturalmente y —a la vez— que el otro sea un compañero en la búsqueda del bien, porque, cuando el otro busca el bien a tu lado, es muy gratificante, es mucho mejor que si la buscaras solo.

A lo largo de la charla, usted me explicó el significado de la felicidad para los clásicos. ¿Qué sería para ellos una vida sin sentido, una vida desperdiciada?

Creo que la desesperación, la desesperación extrema. Es eso que dice la canción, es honrar la vida. Tenemos un tiro, un solo tiro. Hay que aprovecharlo.

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Media Data 06

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25 de abril de 2025: "¿Qué es la economía del conocimiento y cuál es su impacto en la vida ...

Fecha

25 DE ABRIL DE 2025