Los “partidos políticos” son, para la democracia contemporánea, instituciones fundamentales a través de las cuales surge la relación entre representantes y representados y, en este sentido, el proceso de selección de candidatos se constituye en una función primordial de ellos, siendo las elecciones primarias una de sus expresiones.

Cuando hablamos de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) nos referimos al “proceso que importa la posibilidad de participación, mediante el sufragio, de todos los ciudadanos (tanto afiliados como no afiliados) en las elecciones que los partidos políticos realicen para la nominación de sus candidatos en vista a las elecciones generales”

Los norteamericanos emplean el concepto de “primary”, que viene de “primera”, es decir, la primera elección, que se adelanta a la segunda, que será la general.

En nuestro país la Ley 26.571 incorporó al régimen electoral la realización de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) como forma de apertura a la ciudadanía en la selección de candidatos. Lo mismo hizo nuestra Provincia mediante la Ley 8619 para los cargos provinciales.

Más allá de las objeciones que se han esgrimido en su contra, las estimamos como un “procedimiento" -siempre perfectible- y que en un sistema de partidos -que sustenta la democracia representativa contemporánea- resulta altamente propicio, para el logro de objetivos esenciales como son los que hacen a la legitimidad, la idoneidad y la ética de los candidatos partidarios para los cargos electivos gubernamentales. No pretendemos que sea “la solución”, pero sí afirmamos que es “una buena solución” para la consolidación y la mayor genuinidad del régimen político.

Creemos que las elecciones primarias abiertas, promueven en el ciudadano una mayor credibilidad e interés por la política al sentirse “convocado”, desde su origen, al proceso electoral y, por él, a la vida política, porque “puede y debe” influir en la designación de los candidatos del partido de su simpatía cívica.

Las internas abiertas, personalizan la elección de candidatos "a dos puntas", es decir, no sólo respecto del candidato -a quien se le conoce y se le evalúa- sino que, concurrentemente, personaliza al elector, que deja de ser un resignado sufragante en las elecciones generales pues, desde la nominación de los candidatos, toma conciencia de que es alguien que decide por sí mismo, con libertad y propia responsabilidad.

Además, coadyuvan a legitimar la mediación representativa de los partidos políticos, dándole la transparencia y credibilidad indispensables en función de un auténtico régimen democrático.