Las pancartas de desaparecidas en dictadura grafican en marchas feministas la continuidad de las luchas
En el Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, sitios de memoria de otras provincias replicarán la costumbre mendocina de marchar con pancartas de desaparecidas en dictadura. Feminismos y luchas por Memoria, Verdad y Justicia se entrecruzan y se enlazan en la historia común de las reivindicaciones de derechos humanos.
Las pancartas de desaparecidas pueblan las marchas feministas de Mendoza. Foto: Coco Yañez / Diario El Otro
Desde hace algunos años, en las marchas feministas de Mendoza, las manifestantes caminan con las pancartas de las mujeres desaparecidas o asesinadas en dictadura. Sí, no solo el 24 de marzo, sino también el 8 de marzo, el 3 de junio o el 25 de noviembre se pueblan de los conocidos carteles con nombre y rostro de las que fueron víctimas de la represión en los 70. Las llevan aquellas militantes vinculadas tanto a los feminismos como a las luchas por Memoria, Verdad y Justicia: sobrevivientes, familiares, investigadoras de la temática, comprometidas con espacios de memoria y juicios por delitos de lesa humanidad.
Es que, aunque parezca un cruce de dos universos distintos, en realidad son reivindicaciones profundamente vinculadas, explicó la militante y profesora de filosofía de la UNCUYO Alejandra Ciriza. Pensarlas por separado es producto de una democracia fallida, con una memoria fragmentada, que no asume los procesos históricos como colectivos. Ni la dictadura afectó a unos pocos ni la violencia de género es un tema de un grupo reducido de feministas. Las luchas por Memoria, Verdad y Justicia y las luchas por los derechos humanos de las mujeres y disidencias están intrínsecamente unidas.
Marcha Ni Una Menos con pancartas de desaparecidas. Foto: Unidiversidad
La práctica de sacar esas pancartas en fechas feministas, que los grupos locales naturalizaron, llamó la atención a mujeres y disidencias de otros sitios de memoria del país que, en busca de una acción conjunta para este 25 de noviembre, decidieron replicarla. Es una actividad producto de una articulación en la que, desde 2021, trabajan mujeres y disidencias de espacios de memoria –ex centros clandestinos de detención– de varias provincias: La Perla, La Ribera y el Archivo de la Memoria (Córdoba), la Escuelita de Famaillá (Tucumán) y el ex-D2 y la ex-Comisaría Séptima (Mendoza).
Ese espacio de diálogo entrama feminismos, géneros y derechos humanos. Allí se abocan a pensar y construir la memoria de la represión sobre las mujeres y las disidencias y, de manera inversa también, reflexionar sobre sus perspectivas en los espacios de memoria y en las luchas por Memoria, Verdad y Justicia. Así lo contaron Alejandra Ciriza, que viajó al primer encuentro presencial de esa experiencia, y Natalia Brite, delegada local de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y que participa de esas reuniones desde el principio.
Historizar para comprender
Para entender el fenómeno, es importante tomar distancia y no ver solo la foto de la actualidad. La docente de filosofía acude a su otra disciplina de cabecera, la historia, y propone utilizarla como herramienta indispensable de comprensión. La casualidad permanente no existe, ríe, y traza una genealogía desde aquellas jóvenes militantes setentistas de la generación diezmada por la dictadura que devinieron en referentas o semillas de los movimientos feministas actuales en los que se referencian tantas jóvenes en el presente. Aunque medio siglo atrás no todas se reconocían feministas, desafiaban desde las subjetividades la forma impuesta de ser mujer: salían de las casas a hacer política en el mundo público, en universidades, sindicatos, organizaciones barriales.
“Para el orden social, éramos muy peligrosas. Los militares lo sabían y por eso la dictadura también fue la restauración de la moral patriarcal, porque nosotras éramos delincuentas, terroristas, subversivas y claramente antipatriarcales”, manifestó Ciriza.
Algunas sobrevivientes de la dictadura han contado en juicios por delitos de lesa humanidad las particularidades de las violencias a las mujeres en cautiverio. No solo las violaban y torturaban, sino que también les daban lecciones de moral: “Para convertirte en una mujer modelo y que una no piense más en la estupidez de querer cambiar el país”, según el testimonio de Silvia Ontivero que registró el sitio Lesa Humanidad Mendoza.
Sofía D'Andrea, expresa política y feminista, integró el EPM ex-D2 y Ni Una Menos. Foto: Unidiversidad
Historizar sirve, entonces, para intentar asumir los procesos del pasado como memoria colectiva y así construir una democracia que comprenda sus fallas y sus faltas, reflexionó Alejandra Ciriza. Porque la fragmentación de la memoria produce la ilusión de que los procesos históricos afectan a individuos y no al conjunto de la sociedad; de que la violencia de género es un problema de algunas pocas; de que la represión de la dictadura afectó solo a la minoría de personas que fueron secuestradas, desaparecidas, asesinadas o a bebés cuya identidad fue robada.
“La violación de los derechos de las personas más vulnerabilizadas es posible porque no es asumido como un asunto del conjunto de la sociedad”, remarcó la docente.
Feminismos en el Espacio para la Memoria ex-D2
En Mendoza, la Legislatura no ha adherido aún a la Ley nacional de Sitios de Memoria y los espacios locales, como el ex-D2, no tienen ninguna persona designada para trabajar allí, coordinar la agenda, organizar los recorridos guiados. En el día a día, se mantiene abierto por la delegación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y hay algunas personas que cumplen funciones mediante proyectos convenidos con la UNCUYO, por ejemplo. El grueso de las personas trabaja de manera voluntaria, por obligación política y moral, destacó Ciriza.
El Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos ex-D2 tampoco tiene un área específica de género. Sin embargo, tanto en sus comisiones como en su consejo directivo hay una amplia participación de mujeres, la mayoría con formación, participación y militancia feminista. Entonces, pese a que no es un área puntual de trabajo, la perspectiva está presente, aseguró Natalia Brite, y se pone de manifiesto en las relaciones internas, en el abordaje de violencias, en la forma de hablar, en el lenguaje particularmente cuidado por la comisión de comunicación en materiales y publicaciones.
A la vez, esto se refleja también en presentaciones de libros, seminarios, talleres, conversatorios que se han propuesto pensar cómo operaron la represión y el genocidio sobre las mujeres y –en menor medida, reconocen– sobre las disidencias. En este contexto se inscribe la acción política de sacar a las calles las pancartas de las desaparecidas en las manifestaciones feministas.
Enlazar la memoria de mujeres y disidencias víctimas de la represión con la resistencia feminista no solo vale para el presente, sino también para el futuro, puntualizó Brite. Ante el avance de la ultraderecha que niega tanto el genocidio como la desigualdad de género, se vuelve imprescindible sostener esa interpretación de la historia, esa articulación simbólica y política de los feminismos de la mano del movimiento de derechos humanos por Memoria, Verdad y Justicia.
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