Las mujeres rurales trabajan por día más horas que las de zonas urbanas
En el campo, las tareas domésticas y de cuidado se mezclan con el trabajo en las fincas, chacras, campos o predios de pastoreo, porque viven en el mismo lugar o cerca. Los datos surgen de un estudio realizado en cuatro provincias, incluida Mendoza.
Las condiciones de vida en la ruralidad agregan cargas de trabajo extra a las mujeres de zonas rurales. Foto: Conicet
María Florencia Linardelli y Daniela Pessolano, Incihusa-Conicet
Publicado el 15 DE NOVIEMBRE DE 2024
En 2007, Naciones Unidas estableció cada 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales para destacar el papel que ellas cumplen en el desarrollo rural, la producción de alimentos saludables y el sustento económico de sus comunidades.
Se trata de que en este tiempo (que no se limita solo a la fecha del calendario), también se haga notar que la mayoría de las campesinas, agricultoras y asalariadas del campo viven en situaciones de precariedad social y económica que afectan su calidad de vida y bienestar.
En Argentina, la producción agropecuaria históricamente contó con el trabajo de las mujeres. Las diversas economías regionales de las provincias utilizaron el trabajo de puesteras, zafreras, campesinas, contratistas de viña, aparceras y migrantes internas o limítrofes. A la par de sus importantes aportes productivos, las mujeres rurales han sido las principales encargadas de las labores domésticas y de cuidado. Ellas se han ocupado de criar niños y niñas, cuidar a personas dependientes y mantener diariamente un ambiente doméstico amplio, con huertas, animales de granja y espacios comunitarios. Sin embargo, aún hoy las estadísticas, investigaciones y políticas de género no registran con precisión la magnitud de sus contribuciones a la economía y el bienestar de los hogares y comunidades rurales.
En la ruralidad, los ritmos y las características de los entornos naturales organizan el trabajo agropecuario, los cuidados y las tareas domésticas de un modo muy distinto al de las ciudades. Además, los servicios básicos (luz, gas, agua potable y transporte) y las instituciones públicas de salud y educación no son tan accesibles, por lo que llegar hasta ellas es complejo y costoso. El impacto de estas características territoriales sobre el trabajo y el tiempo de las mujeres es un asunto poco estudiado en Argentina.
Por esa razón, en 2023, un grupo de investigadoras, extensionistas rurales y activistas de organizaciones campesinas nos reunimos para realizar un estudio sobre las características del trabajo y el uso del tiempo de mujeres rurales en las provincias de Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero y Mendoza. Fue una investigación financiada por los entonces ministerios de Ciencia y Tecnología y de las Mujeres, Género y Diversidad. En ese estudio, desarrollamos una encuesta que reunía información sobre los hogares, emprendimientos productivos, entornos de vida, distribución del trabajo doméstico y de cuidados y uso del tiempo, que alcanzó a 296 mujeres de diferentes parajes y localidades. La información recabada por esa encuesta es reveladora.
Al comparar tendencias con la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo realizada por el Indec en 2021, vemos, al menos para nuestra muestra de encuestadas, que las mujeres rurales trabajan diariamente, en promedio, más horas que aquellas de zonas urbanas, con una carga total de trabajo promedio diario de 13,26. Tienen altas cargas de trabajo no remunerado, con un promedio diario de 8,15 horas, y muchas actividades de cuidado y domésticas las hacen en simultáneo con otras labores; por ejemplo, cuidar sus hijos/as y trabajar la tierra.
Diariamente dedican dos horas a la producción de bienes para el consumo familiar: elaborar conservas; buscar y acarrear agua y leña; mantener huertas; criar pequeños animales, como pavos, gallinas, cerdos, y elaborar productos artesanales de cuero o lana. Estos productos permiten sortear situaciones de pobreza y mejorar las condiciones de vida de sus hogares.
La gran cantidad de tiempo de trabajo se explica por la vigencia de una división sexual del trabajo que deposita sobre las mujeres la gran mayoría de las labores no remuneradas, mientras que sus parejas participan muy poco en estas actividades o lo hacen ocasionalmente. En los territorios rurales, las tareas domésticas y de cuidado se mezclan y superponen de manera muy especial con el trabajo en las fincas, chacras, campos o predios de pastoreo, en gran medida, porque las encuestadas viven junto a sus familias en el mismo predio donde trabajan o muy cerca de ese lugar (es decir, en el 71,6 % de los casos relevados).
Cartilla de divulgación. Gentileza de las investigadoras
Las condiciones de vida en la ruralidad agregan cargas de trabajo extra. Por ejemplo, el 92,6 % de los hogares presenta una baja disponibilidad de tecnologías para el trabajo doméstico. Esto es, que carecen de alguno de los siguientes elementos: calefón, estufa, lavarropas y/o heladera. Otro condicionante es la disponibilidad de agua potable y de energía para calefaccionar y cocinar. En la mayoría de los hogares, se usa gas de garrafa (el 67 %) y una porción importante usa leña o carbón (el 20,3 %), pues pocas familias cuentan con gas de red (el 5,1 %). Además, en el 44 % de los hogares se debe buscar el agua fuera de la vivienda, en pozos, perforaciones, cisternas o aljibes. Buscar leña y agua son tareas realizadas en mayor proporción por las mujeres encuestadas.
La distancia para llegar a instituciones de cuidado es mayor que en zonas urbanas, que en muchos casos se encuentran a más de 20 km del lugar de residencia, como Anses, un hospital, un municipio, un almacén e incluso una escuela secundaria. A esto se suma que el transporte público pasa con poca frecuencia y lejos de las viviendas.
El 90 % de las encuestadas trabajan en la informalidad y una gran parte de ellas no recibe dinero por ese trabajo. Así, la mayoría de ellas llega a la edad de retiro sin posibilidades de jubilarse, pese a haber trabajado intensamente toda su vida.
Con estos datos, vemos que el trabajo de cuidados realizado por pobladoras rurales apunta a sostener la vida biológica y social, del mismo modo que en las zonas urbanas, pero no implica las mismas tareas ni demanda el mismo tiempo. Por eso, para lograr políticas públicas de género eficaces, equitativas y federales, necesitamos conocer mejor la diversidad de condiciones de vida y trabajo de las mujeres de distintas regiones y territorios.
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