Una comisión en Mendoza buscará dar con el paradero de las personas desaparecidas en dictadura
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02 DE NOVIEMBRE DE 2023
Juan Carlos González declaró el 30 de septiembre en audiencia para el 4° Juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Mendoza. Su paso por el D2 y las “anécdotas” vividas en la Comisaría 6ta de Ciudad.
Juan Carlos González ingresando a la sala del TOF01. Foto: Guadalupe Pregal
El 17 de junio del 76, Juan Carlos González regresaba a su hogar cerca de las 23.00. Cuando estaba abriendo la puerta para ingresar al pasillo que daba a su departamento sintió que le apoyaron algo en la nuca y con la campera que tenía puesta le cubrieron la cabeza. Luego lo tiraron al piso y lo esposaron. En ese momento sintió que por el pasillo venían su esposa y sus hijos, que lloraban. Desde su domicilio fue trasladado en un auto al Palacio Policial. “Me doy cuenta de que es el Palacio Policial porque yo soy chofer de colectivo y, cuando hacían las famosas redadas, mandaban a pedir colectivos a las empresas y a mí me tocó en varias oportunidades llevar gente. Cuando entramos ahí, me doy cuenta de dónde estaba. Así fue que le dije a la persona que iba al lado mío: 'Bueno, ahora estoy tranquilo porque estoy en la Policía, en el Palacio Policial'. Ahí me entran y me doy cuenta de que no era una forma pacífica porque me entran a pegar en las costillas, me hacen desvestir. Yo recuerdo que era un pasillo y había una escalera”, declaró González.
Lo llevaron a un calabozo y lo interrogaron. González recuerda que le preguntaban por una “orga” y al confundirse, pensando que le preguntaban por su esposa Olga, fue golpeado. También le consultaron por Aníbal Torres, a quien había conocido porque también era chofer de colectivos. González explicó que no recordaba cuántas veces lo habían llevado a las sesiones de tortura y que en un momento les dijo que quería hablar, entonces quien lo torturaba le dijo: “Bueno, te decidiste a hablar. Decí la verdad”. Entonces él le contestó: “No, quiero pedir que me peguen un tiro. No sé nada de lo que me preguntan y van a seguir haciéndome daño”. Esa fue la última sesión de tortura que vivió González estando en el D2.
De las personas detenidas en el período en el que González estuvo, recordó a Rosa Gómez, “que la veía cómo la violaban mañana tarde y noche”, mientras él se encontraba en la celda de enfrente. También nombró a David Blanco, Héctor García, Savone, Alberto Córdoba, Ubertone, Roque Luna y Graciela Ledda, entre otros. Juan Carlos González explicó que él escuchaba cuando sacaban a las personas detenidas para llevarlas a las torturas y que luego entre ellos comentaban lo que les había sucedido.
González estuvo detenido en el D2 desde mediados de junio a principios de octubre. Cuando el entonces presidente de facto Jorge Rafael Videla venía a Mendoza por el conflicto del Canal de Beagle, fueron trasladados “como rehenes” a diferentes comisarías. González fue trasladado a la Seccional 6ta de Ciudad junto a Héctor García. Mientras estuvo en la Comisaría, sólo tuvo dos episodios en los que lo sacaron de su celda para que firmara unos papeles con los ojos vendados, pero no lo sometieron a torturas o interrogatorios.
En la seccional, González vivió varios episodios que podrían clasificarse de extraños. Pasado el tiempo, sus condiciones de detención se relajaron bastante, por lo que no siempre estaban dentro del calabozo. “Yo serví de chofer al oficial que estaba de guardia. Hubo un accidente en una vivienda donde se cayó un techo y el chofer que ellos tenían con un jeep había salido con un agente, entonces tenían que ir urgente a esa casa a ver si había personas abajo del techo. Me dijeron: 'Mirá, el único que sabe manejar sos vos, así que vamos'. No nos dejaban afeitar, así que estaba con bigote, barba y cabello largo. Subimos a un camioncito que era de la empresa Sancor, el chofer estaba detenido ahí como preso común, y fuimos, si mal no recuerdo, a la calle Olascoaga de la 6ta Sección. Llegamos ahí y le dije al oficial, ya nos tratábamos de vos: 'Miguel, por lo menos llevate la llave'. 'No, quedate acá, no hay problema, ya salimos', me dijo. Pasó el tiempo, yo me entré a poner nervioso y me pregunté: '¿Qué hago?'. Agarré, me bajé, toqué el timbre y salieron los dueños de casa. Les dije: 'Vengo a buscar a mi compañero', porque otra cosa no le podía decir; 'Vengo a buscar a mis compañeros, que los estoy esperando y nos tenemos que ir a la comisaría'. 'Ah no, pase'. Resulta que estaba el oficial con el cabo comiendo una picada en la cocina. Me hicieron sentar y comer con ellos. Así es que después volvimos a la comisaría”.
También comentó que Héctor García a veces hacía la guardia de la noche y él hacía la guardia en la puerta mientras los oficiales dormían. “Cuando había alguna recorrida salíamos corriendo, los despertábamos para que tomaran guardia ellos y nos íbamos a dormir”.
Desde octubre al 22 o 23 de diciembre, González y García estuvieron detenidos en la Comisaría 6ta de Ciudad. De los oficiales de policía que recordó, se encontraba Miguel Palacios. Luego fue trasladado a la Penitenciaría de Mendoza, siendo que tenía un problema de salud.
Para mayo de 1977 tuvo el Consejo de Guerra y fue defendido por el Teniente Carlos Gómez, que era de Aeronáutica. González recordó que, a pesar de no haber declarado en ningún momento, fue sometido a un Consejo de Guerra y condenado a ocho años por tenencia agravada de armas, municiones y afines. “Yo pregunté qué eran afines. Había unos relojes de lavarropas, y eso me dijeron que eran los afines”. González describió que en el Consejo de Guerra había una mesa con armas oxidadas, que supuestamente habían sido secuestradas de su domicilio. El Teniente Gómez, quien actuaba como su defensor, le explicó: “El año que viene –por el año 78- viene el mundial, entonces tenemos muchas presiones a nivel internacional. Tenemos que tener las cárceles llenas con juicios para que vean que nosotros hacemos las cosas legalmente”.
Como muchos otros detenidos de la época, de la Penitenciaría de Mendoza fue trasladado a Sierra Chica, luego a la U9 de La Plata y a Devoto, desde donde obtuvo su libertad al cumplir siete años y dos meses.
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